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miércoles, 2 de junio de 2010

El país votó en paz

HORACIO SERPA

En los últimos cuarenta años los colombianos no habíamos tenido la oportunidad de votar en paz. Lo hicimos el pasado domingo en la primera vuelta de las elecciones presidenciales más cortas y atípicas que se recuerden. Unas elecciones marcadas por el fervor de los jóvenes, los debates televisivos y las encuestas.

Conocidos los resultados electorales es evidente que las encuestas fallaron y son perdedoras. No vaticinaron las cifras finales, invisibilizaron a los candidatos “menores” que luego dieron la sorpresa, aumentaron el clima de polarización y llenaron de falsas expectativas a los ganadores de la segunda vuelta.

La realidad demostró que quien lideró durante más tiempo las encuestas resultó debajo del ganador por más del 25 por ciento. El triunfalismo inicial que le dieron los sondeos, la falta de experiencia en cuestiones electorales y errores de comunicación, frenaron la ola verde que muchos llamaron un tsunami.

A pesar de la abultada diferencia entre los dos ganadores de la jornada, habrá segunda vuelta, un logro destacado para el nuevo partido que hace apenas tres meses no existía como opción de poder, ni amenazaba a los líderes más experimentados.

Haberlo logrado es una hazaña para una organización que ha convocado la participación de las nuevas generaciones y se perfila como protagonista de la política en la década que comienza.

Otro resultado es que el Partido de la U se consolida, en desmedro de organizaciones electorales con más de 160 años de historia, con una larga tradición y hondo arraigo popular. El Liberalismo y el Conservatismo hoy están en cuidados intensivos. Ya tendrán tiempo para reponerse. Cambio Radical emerge con un nuevo liderazgo. Y el Polo sigue su batalla por asegurar un lugar digno para la izquierda democrática.

Otro fenómeno fueron los debates televisivos que facilitaron el acceso de los aspirantes a los hogares. Las debilidades de unos y las fortalezas de otros, se evidenciaron. Ello, sumado a la guerra sucia y el miedo, permitieron el reacomodamiento de los electores, muchos de los cuales decidieron su voto en el último momento.

A pesar de los logros del Mandatario saliente, cuya autoridad política se ratificó con los resultados, es grande la tarea que tendrá por delante el nuevo Presidente, porque son muchos los problemas que requieren acción urgente.

La solución del conflicto armado, la corrupción, el desempleo, la crisis humanitaria, el déficit fiscal, el colapso de la salud, la prórroga del proceso de justicia y paz y la integración latinoamericana, son temas urgentes.

Faltan tres largas semanas para definir el destino colectivo. Una decisión histórica. No hay lugar a equivocaciones.

En política lo único cierto es lo que ya pasó. Y como en los partidos de fútbol, el resultado solo se conocerá cuando suene el pitazo final. Cuando ello ocurra, la nación tendrá que reconciliarse y sanar las heridas dejadas por el proceso. No podemos seguir el camino de la polarización, ni el de los odios partidistas. Invito a pensar el voto y decidir en paz.

miércoles, 3 de marzo de 2010

El país que despertó

Por Daniel Coronell
Fuente: Revista Semana.com

El elocuente aplauso que siguió al anuncio de inconstitucionalidad del referendo reeleccionista tuvo la virtud de retratar el ánimo nacional
Sábado 27 Febrero 2010

Sonó como un despertador en el oído de los colombianos. La decisión de la Corte Constitucional que le cerró el camino a la perpetuación personal en el poder es el primer paso hacia la madurez y la sensatez política de un país largamente extraviado. Perdido entre los entusiasmos del pacifismo sin condiciones y el guerrerismo arrasador del todo vale.

El elocuente aplauso que siguió al anuncio de inconstitucionalidad del referendo reeleccionista tuvo la virtud de retratar el ánimo nacional.

Muchos uribistas compartieron con sus contradictores el alivio por la recuperación de las normas. El aire providencial con que la popularidad va envolviendo a un líder no puede reemplazar el imperio de la ley. Por lo menos, no en una democracia.

Los que vaticinaban el desplome nacional por cuenta de la sensata decisión de la Corte Constitucional se han encontrado con una realidad bien distinta. Los colombianos recibieron con tranquilidad la decisión, tranquilidad marcada en unos casos por la resignación y en otros por el júbilo.

No hubo una sola manifestación de violencia. De la mano del reconocimiento de la ley, se ha empezado a recuperar también la tolerancia.

Colombia gana, y gana mucho, con la decisión de la Corte que devuelve la confianza en la democracia y en el contrapeso de los poderes institucionales.

Gana la justicia en su conjunto y en especial la Corte Constitucional. Los magistrados dieron un ejemplo enorme de serenidad y análisis juicioso de la fallida iniciativa a la luz de la Constitución.

Sin altisonancias, la Corte habló de los vicios de ese referendo que arrancó de una redacción confusa y pasó por una financiación tramposa (con DMG incluida) y aportes de contratistas de obras públicas a través de una fundación paralela.

La determinación deja claro también -y ojalá para siempre- que las mayorías parlamentarias no están por encima de las normas. Las aplanadoras políticas no pueden actuar más allá de los límites de la ley.

Gana también la prensa independiente. Fueron unos pocos reporteros -que no llegan a 10- quienes descubrieron la cadena de irregularidades que marcó la iniciativa. Hoy por fin tienen sentido, los días y las noches que ellos pasaron buscando la inconsistencia contable aquí y el aporte oculto allá.

Gana también un grupo de congresistas de oposición que se mantuvo firme ante los halagos del poder y defendió el interés de Colombia arriesgando, en algunos casos, su tranquilidad y su futuro.

Un reconocimiento especial merece el representante a la Cámara Germán Navas Talero, quien con la Constitución y los códigos en la mano anticipó, casi punto por punto, lo que finalmente pasaría en la Corte.

Ganan todos los candidatos, incluidos los uribistas. Solo ahora se puede hablar de una contienda equitativa y democrática.

Gana Juan Manuel Santos, aunque tuvo que tomarse varias horas para controlar la risa de satisfacción, antes de salir a reaccionar en público.

Pierden, en cambio, pocos.

Pierden el mesianismo, el miedo, la deshonestidad y la arrogancia.

Pierde el procurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez, quien en medio de su sumisión al poder, presentó un concepto que se graduó con honores como rey de burlas del mundo jurídico. Su bendición a las trampas no prosperó, pero sí desnudó la capacidad que tiene para forzar el derecho hasta convertirlo en la expresión de sus conveniencias.

Pierde Rodrigo Rivera. Fue enemigo de la primera reelección y amigo de la segunda. Perdió en ambas.

Pierde Fabio Valencia Cossio. El hundimiento del referendo, tramitado a trancas y a mochas por él, es buen colofón de una larga vida política marcada por la marrullería y el clientelismo.

Pierde José Obdulio Gaviria, profeta de hecatombes que no llegaron porque este país es más inteligente de lo que él creyó, cuando quiso vendernos la necesidad de una dictadura chavista, cargada a la derecha.

Y pierde también Luis Guillermo Giraldo… Aunque quién sabe. Mejor esperar a que le hagan un arqueo.

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