La muerte de Marulanda no es, por sí sola, un hecho traumático e insuperable para las FARC. Es dable pensar que fue comentado, estudiado, previsto y resuelto en su cúpula, con tiempo y la propia participación de su supremo comandante. Marulanda tenía casi ochenta años y estaba en plena confrontación armada. La verdad de la guerra es la muerte, como sucede con la vejez. A bala, o por viejo, la desaparición del legendario guerrillero era asunto que se veía venir.
Lo malo para las FARC es que haya ocurrido en un contexto tan complicado y desfavorable. Nunca tuvieron que enfrentar una arremetida militar tan fuerte, ni habían sufrido tantos golpes contundentes en la guerra y en el alma. En los últimos años han perdido iniciativa, territorio y capacidad de combate. No están acabados, pero sus estructuras logísticas, militares y de dirección se encuentran afectadas. Se supone que también sus finanzas, lo que desmejora la capacidad militar y lesiona los ánimos de la tropa.
Como si fuera poco, el alto mando empezó a ser destruido por la metralla oficial, algo impensable hasta hace poco. La seguidilla de Reyes y Ríos, mas la deserción de Karina, y la caída o captura de otros mandos importantes, tienen que haber causado incertidumbre y angustia. A lo que debe agregarse que hizo mella en la moral revolucionaria la delación y la deserción como estrategias de combate.
A eso debe sumarse que las FARC hace rato están políticamente derrotadas.
Si es verdad que hace varios lustros desapareció la posibilidad de lograr el poder con las armas, ¿qué mantenía la moral en alto en la gente de las FARC? Precisamente la idea de que eran invencibles, en lo que hoy no deben creer allá adentro.
Menudo problema para Alfonso Cano, designado nuevo jefe, lo que tampoco es sorpresivo. Tarde o temprano lo iba a ser.
Cano es intelectualmente preparado, ideólogo, político, dialéctico, persuasivo y perspicaz. También es un guerrero, como en medio de la conflagración les toca demostrar a los intelectuales para no ser barridos por los troperos.
Siendo un duro, Cano tiene el juicio y la capacidad de examinar el estado de la guerra, el momento político, el entorno internacional y la interna situación fariana, y tomar determinaciones que le permitan a las FARC recuperar espacios perdidos. Dadas las cosas, no será en el campo militar, sino en el político, para lo que es recursivo y hábil. Siendo hombre de carácter y gozando de la credibilidad que le otorga la reciente designación, su responsabilidad para con las FARC es histórica: profundizar la guerra corriendo el riesgo de la derrota, o explorar la posibilidad de la salida política, que le sirve a todos los colombianos, ellos incluidos.
Cano estremeció al país cuando dijo en Caracas: "hemos debido encontrarnos hace 5.000 muertos". Ojalá no espere que al desangre ocurrido desde entonces, se deba agregar 5.000 muertos más. Bucaramanga, 27 de Mayo, 2008
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