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sábado, 5 de octubre de 2013

Otra vez campeón

                               Trafugario
                          Por: José Óscar Fajardo
En esto de las competencias, ya sean físicas o intelectuales, yo siempre le he rendido un culto especial al que de manera sana queda de primero o es el campeón. El por qué, es demasiado evidente como para ponerse uno a explicarlo. Pues ser el primero implica un enorme esfuerzo físico, mental, intelectual, laboral, ético, profesional, y todos aquellos calificativos más que usted quiera sumarle a un verdadero campeón. El seleccionado nacional de fútbol de Brasil, cinco veces campeón. Un premio Nobel de la especialidad que se ofrece y que usted quiera escoger. Literatura, Física, Medicina y demás. El tour de Francia o el Oscar del cine. Y así sucesivamente, ser el primero, reitero, no es nada fácil cuando el evento se hace dentro de todos los parámetros de la justicia y la legalidad. Todo esto para decirles que el último miércoles por la noche el Centro Nacional de Consultoría y el Noticiero CM&, volvieron a darle el título del mejor gobernador de Colombia al doctor Richard Aguilar, en horabuena gobernador de Santander. Entre otras cosas parece que el doctor Aguilar está acostumbrado a este tipo de coronas de olivo porque ahora que recuerdo, no hace mucho una prestigiosa universidad norteamericana le concedió dos títulos de Doctor Honoris Causa de un solo bacatazo, y ese no es un evento que se esté produciendo como verdolaga en playa y a diestra y siniestra. Es lógico que el ganador debe tener unos enormes méritos para merecerlo.
Las razones para hacerse al premio, dice el informe, fue por su generosa entrega a la comunidad y por sus laboriosas visitas a través de los concejos comunales a casi todos los municipios del Departamento, además que por su efectiva gestión ante el gobierno nacional. Y esto resulta dado que al cuantificar todo este trabajo del gobernador, es decir al expresarlo en cifras numéricas para que se dé la mayor precisión, los dividendos, por así considerarlo, fueron del 80%. En términos estudiantiles podríamos interpretarlo como que en un examen verraco calificado de cero a cinco, el gobernador sacó cuatro. Entonces viene a mi memoria los recuerdos de cuando yo era estudiante de ingeniería que sacar cuatro en cálculo integral o en ecuaciones diferenciales o en Resistencia de Materiales o en Termodinámica, fuera la ingeniería que fuera, eso era realmente un proeza. Y es que lo admirable del doctor Richard Aguilar es que ahí en los talones no lo estaba pisando sino la bicoquita del doctor Sergio Fajardo, con un índice del 79%, “primo mío” y gobernador de Antioquia, prominente político de su tierra y superdotado para las matemáticas que ya ha alcanzado la estatura presidencial. Y este fue el rival en las encuestas, del doctor Richard Aguilar. Además los otros finalistas también son de mucho respeto puesto que alcanzaron puntajes, uno igual a Fajardo y otros muy cercanos a la cota record impuesta por el gobernador de Santander.
Entonces no nos queda a los santandereanos sino que esperar para ver o seguir viendo los resultados de esta buena y conveniente competencia administrativa a nivel nacional. Porque este evento, como el premio Figueroa Rey del periodismo en Santander, el Simón Bolívar a nivel nacional, el campeonato nacional de fútbol y así todos los competencias nacionales e internacionales en todas las disciplinas, es para saber verdaderamente quién es quién y por qué es que habla tan claro y golpea tan duro el mueble. Pero sería injusto no reconocer que el gobernador no trabaja solo. Pues parte fundamental de su éxito es su equipo administrativo integrado por secretarios de despacho, jefes de prensa y protocolo, mandos medios, empleados en general y hasta los conductores de los vehículos. Todos hacen parte de la medalla de oro del gobernador.

miércoles, 27 de julio de 2011

MIREMONOS EL OMBLIGO


Por: Horacio Serpa

El mundo sigue espantado por la masacre de Noruega. Setenta y seis personas fueron asesinadas alevemente en el doble atentado cometido por el ultraderechista Anders Behring Breivik, a quien señalan de loco, fanático, asesino, esquizofrénico, islamófobo y cien calificativos más.

Los colombianos vivimos como propia esta tragedia y de diferentes maneras hemos manifestado nuestra solidaridad sincera con el pueblo Noruego. “Fue un horror”, se ha repetido en todos los lugares.

Muy bien este sentimiento colombiano ante tamaño crimen. Pero muy mal, muy malo, que permanentemente pasemos de agache sobre lo que ocurre en nuestra propia patria.

El Tiempo informó el pasado domingo que los paramilitares “han confesado casi 180 mil homicidios en Justicia y Paz”. Espantoso, ¿verdad?
La misma información detalla la magnitud de lo que nos ocurrió en los últimos años bajo el imperio paramilitar: 3.983 cadáveres exhumados, 1.755 masacres, 36.011 desapariciones forzadas, 177.972 homicidios. Son cifras de la Fiscalía General.

¿En qué País? En el nuestro, en nuestra Colombia querida, aquí mismo donde vivimos con nuestros hijos y nietos. Es el mismo País por el cual sufrimos hace algunos días cuando nos derrotó Perú en la Copa América de Futbol. Hubo hasta lágrimas.

¿Alguien, aparte de sus familiares, ha llorado por alguno de nuestros muertos? ¿Hemos sentido angustia en el alma por estos hechos terribles? ¿Nos hemos avergonzado porque ello haya ocurrido en nuestra propia tierra? ¿Lo hemos criticado públicamente? ¿Hemos hecho algún comentario de desagrado, de rechazo, de indignación?

La inmensa mayoría de colombianos ni siquiera sabe lo que hemos vivido. A muchos no les importa, lo que es mil veces peor. A muy pocos preocupa que ni siquiera se haya aplicado justicia a los responsables. Imagínense, solo se han dictado cuatro sentencias condenatorias.

Y eso que se trata solo de los crímenes aceptados por los malhechores. Los asesinatos pudieron ser medio millón. Un número de muertos muy superior a todos los muertos de todas las guerras del mundo en los últimos treinta años.

¡De ese tamaño es nuestra tragedia!
Pero nunca saldremos de ella si no somos conscientes de lo que nos ha pasado. Eso es lo primero. Conocer, saber, mirarnos nuestro propio ombligo y ver con ojos bien abiertos lo que ha ocurrido, donde, cuando, como, por qué, por quienes.

También es importante reflexionar hasta que punto somos responsables. Me refiero a la indiferencia, a la impunidad, al nunca haber hecho nada, ni dicho nada, ni denunciado nada, al “nadie se meta conmigo, que yo con nadie me meto”, a la cobardía que significa pensar que todo es con ellos y no con los míos ni conmigo, mientras asesinaban a mansalva, todas las horas de todos los días, en todas partes, a cientos de miles de nuestros compatriotas.

Y, claro, un propósito de enmienda. De involucrarse en la vida nacional. Sin un “nunca más”, serio, responsable, definitivo, seguirán los muertos.

Muy grave lo de Oslo. En Colombia ha ocurrido mil veces y no nos hemos dado cuenta. Increíble. ¡Ya es hora de despertar¡

Bucaramanga, 26 de Julio, 2011

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