Por Gerardo Delgado Silva
La
justicia fue definida por los romanos así:
“Constans et perpetua voluntas jus suumm cuique tribuendi” – Ulpiano (La
Voluntad constante y perpetua de dar a cada uno lo suyo).
Los
jueces son los encargados de dar a cada uno lo que le corresponde conforme a
derecho. A ellos ha vuelto siempre la
mirada la sociedad, cada vez que se desquician las reglas de convivencia. Por ello, de antiguo fueron los mas
sobresalientes conductores de la sociedad interpretando desde siempre las
leyes.
Es
tanta la importancia de la justicia, que hasta la monarquía teocrática le rinde homenaje y le paga
tributo desde los más antiguos tiempos.
“El Rey que castigue a los inocentes y deje impunes a los culpables-
dice el Código de Manú- se cubre de la mayor ignominia y va al infierno”.
Y
cuenta la biblia que Salomón cuando Dios le dijo:” Pídeme lo que quieras, que
Yo te dé”, contestó: “Señor, Da, pues, a tu Siervo Corazón dócil para juzgar a
tu pueblo, para distinguir entre lo bueno y lo
malo (la negrilla es mía).
Herodoto refiere el caso de Deioses, que llegó
a ser Rey de los Medos, por la rectitud de sus fallos.
Así
pues, la justicia consiste en aplicarla, interpretando fielmente su letra, con
arreglo al sentido moral, que constituye su espíritu. Por eso toda la justicia
reposa en los principios éticos de carácter fundamental que contiene la
constitución, y fijan al derecho su verdadero sentido. Las decisiones de la
justicia corresponden al ejercicio del Poder Judicial establecido en la
Constitución con carácter independiente y soberano. Es la clave del Estado de Derecho tan
repudiado por el hoy senador Uribe. Su
independencia, su neutralidad, su oportunidad, su moralidad, son nada menos que
la seguridad jurídica.
Ahora
bien. El derecho y la moral no tienen el
mismo dominio, lo cual significa que el campo de la moral es más vasto que el
campo del derecho, a pesar de que el
derecho debe tener un fundamento moral.
“La
diferencia entre la moral y el derecho es simplemente – nos dice Ripert – la
siguiente: La moral trata de obtener el perfeccionamiento interno del hombre,
mientras que el derecho pugna simplemente por el orden de la sociedad; el
derecho no trata de hacer reinar la virtud, sino de conservar el orden; cuando
los actos inmorales no ataquen el orden público, deben ser ignorados por la
Ley”.
Pero
hay que advertir que no debe exagerarse la distinción, puesto que las
disposiciones jurídicas deben tener siempre, como ya dijimos una base moral,
así como los jueces deben mantener los preceptos morales en el dominio de la
conciencia.
Desde
antaño se ha dicho: Hacer justicia, no es nada fácil. El juez debe actualizar la norma, adecuarla a
las circunstancias, hacerla producir efectos justos, humanizarla. Por lo tanto, el Juez Penal, El Fiscal, y los
Magistrados de ese ramo, deben emitir un juicio sobre la realidad del primer
elemento estructural del delito que es la conducta humana.
De
otra parte, lo importante es comprender en este punto, que para que exista conducta,
desde el punto de vista del derecho penal, es indispensable que el
comportamiento del hombre se realice fuera de su mundo interior, salga de su yo
, y se exteriorice dejando una huella externa y alterando las condiciones
objetivas preexistentes a su actuar.
Como dice Massari, el delito no es un mero antojo o veleidad o impulso
al suceso mismo. Es voluntad que actúa,
impulso que se exterioriza, pensamiento que desemboca en una conducta; es praxis, comportamiento, actividad,
ejecución.
La
conducta está constituida por dos elementos o coeficientes íntimamente ligados
entre sí. Es un hecho contemporáneamente
físico y psíquico dirigido a la realización de un fin.
La
conexión íntima entre el movimiento externo y la personalidad del sujeto es
todo lo que se exige para que haya conducta, y en esta relación consiste el
coeficiente psíquico del comportamiento, el cual no debe encontrarse en la voluntad
del acto, sino en la atribuidilidad del acto al sujeto o, como dice Antolisei,
en la propiedad exclusiva del acto. De
tal manera es conducta desde el punto de vista del derecho penal el acto
voluntario o involuntario, que tenga un valor sintomático para la personalidad
de su autor, que sea de tal naturaleza que se pueda decir, que le pertenece y
que es suyo.
La psicología judicial, el sicoanálisis criminal, la criminología clínica, la
psiquiatría forense, deben ser – como han sido - , ciencias auxiliares del
derecho penal y contribuir así a una eficaz defensa social.
Los
noticieros nos han revelado que para superar las fallas humanas en la
administración de justicia; se deben llevar a cabo exámenes a quienes aspiren a
ser Fiscales o Jueces Penales. Es un
golpe a las Universidades del país, concretamente en sus Facultades de Derecho,
con tanta o mayor fuerza que las espectaculares e inhumanas explosiones de los
misiles, transmitidas por la televisión.
Un acto desesperado.
Nunca
la opinión nacional se ha formado realmente un serio propósito, consistente y
perdurable en torno a nuestra administración de justicia. Se cree ingenua o
malintencionadamente que con afrentar a magistrados y jueces como
inveteradamente lo hace el hoy senador Uribe, o con elaborar tres o cuatro
estatutos deficientes se soluciona el problema.
Para
recobrar el prestigio ¿Se ha consultado en selecta asamblea a magistrados, jueces y fiscales, es decir a
los que saben, acerca de cuáles normas deben reformarse, y como debe seleccionarse
su personal?.
En
puridad de verdad, algunos funcionarios judiciales se han olvidado de los
reales destinos de dignidad y eficacia de la justicia y han caído en ese
fenómeno dantesco de la descomposición, desvirtuándola. Pero en su inmensa mayoría son celosos y
prudentes en el cumplimiento de su sagrada misión, como faro de dignidad, de
entereza y obstáculo infranqueable para las fuerzas que pretenden arrollar el
estado de derecho.
No
se requieren, se trata de un exabrupto, examinar a quienes aspiren a ser jueces
penales o fiscales, ahí no está la causa del mal. Basta analizar algunos aspectos del acontecer
diario de esos aspirantes, si están o no traducidos en su voluntad de ir de
brazo con los principios éticos, viejos de siglos, milenarios mejor,
insustituibles canales para el servicio público de la justicia desinteresada y
generosa, como corresponda a esas reservas morales e intelectuales de quienes
tienen inevitable e irrenunciablemente que velar por el mantenimiento de esa
institución para un futuro promisorio, que es una Colombia mejor.
El
actual gobierno está mostrando horizontes del anterior, y haciéndonos ver que para todos hay un sitio
en la gran batalla de la reconstrucción moral y material de la República.
Escrito
para www.bersoahoy – sección: Opinión idónea