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domingo, 21 de septiembre de 2014

La discusión en el congreso sobre los paramilitares y las Farc

Tomado de la Revista Semana
Cepeda y Uribe, ¿el debate del año o del daño?
El mano a mano entre el senador Cepeda y el expresidente Uribe no cambió la opinión de ningún colombiano.
Alberto Uribe Sierra, padre del expresidente Álvaro Uribe, fue asesinado
 por guerrilleros de 
las Farc en 1983. - El senador Manuel Cepeda Vargas,
padre del senador Iván Cepeda, fue asesinado por agentes
 del Estado y paramilitares, en 1994.

Lo extraordinario del debate sobre el paramilitarismo de la semana pasada en el Congreso de la República no fue tanto el contenido como la historia de los protagonistas. El padre del citante, Iván Cepeda, fue asesinado por los paramilitares. El del citado, el expresidente Uribe, fue asesinado por las Farc. Esos trágicos antecedentes no fueron los únicos que rodearon ese debate. El ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, y los senadores Carlos Fernando, Juan Manuel Galán y Rodrigo Lara son asimismo hijos de hombres asesinados por guerrilleros y narcotraficantes. Esa circunstancia dice más de los últimos 30 años de la historia de Colombia que la andanada de acusaciones mutuas que se escuchó en el recinto. (Ver recuadro: Una violencia que los dejó sin padres).
Los dos principales protagonistas, Uribe y Cepeda, tienen razones para considerarse simultáneamente ganadores y perdedores de ese mano a mano. De Iván Cepeda impresionó la serenidad con que habló y la diligencia con que recopiló el pliego de cargos contra Uribe. De Álvaro Uribe llamó la atención no solo su tradicional elocuencia sino la indignación de inocente que reflejó ante las acusaciones. 
La intención de Cepeda era demostrar los supuestos vínculos históricos del ahora senador Uribe con el cartel de Medellín y los paramilitares. Para ello presentó documentos que relacionan a Uribe y a su padre con el clan de los Ochoa y los Cifuentes Villa, a quienes supuestamente les otorgó licencias de vuelo mientras fue director de la Aeronáutica Civil. Para el senador de la izquierda los nexos del expresidente con ellos antes de llegar a la Casa de Nariño fueron más allá de la simple condición de compadres que compartían poesía, aguardiente y caballos. También mencionó que Jaime Alberto Uribe Vélez, un hermano, tuvo algo más que una relación sentimental con Dolly Cifuentes Villa, la mujer extraditada el año pasado por haber sido el enlace del cartel de Sinaloa en Medellín. Luego vinieron los videos y una puesta en escena de testimonios de paramilitares que han señalado a Uribe de haber impulsado la conformación de las Convivir y posteriormente las Autodefensas Unidas de Colombia. Leer en Revista Semana

martes, 13 de diciembre de 2011

VENCER EN LA GUERRA


Por Gerardo Delgado Silva

Han sido los subversivos y los paramilitares los perpetuadores de la clamorosa estupidez de los odios, del resentimiento, de las abominaciones, de los desenfrenos fratricidas que engendran otros escándalos crónicos de suma crueldad, como un rosario de masacres desde la conquista. Evidentemente, esos conquistadores estaban inmersos en una herencia sicopatológica, propia de los siete siglos de guerrear de los españoles con los árabes. Hechos proditorios y perversos verdaderamente repugnantes.

Horrores que el sectarismo ancestral de los partidos, en épocas pasadas y “gloriosas”, quisieron justificar y ennoblecer en el sentido político de aquella expresión.

Afloró el odio y a esa etapa de violencia se le dio el nombre de “guerra civil no declarada”, con lo cual se disimuló el bandidaje armado protagonizado por guerrillas de grupos adversos.  Contradicciones del hombre moderno que se reflejan con acusadora precisión en ese modelo de heroísmo inútil, como en la guerra que se llamo de los Mil Días, en la cual murieron cuatro mil ciudadanos en la batalla de Palonegro. Toda una carnicería. Enpero, liberales y conservadores suscribieron un tratado de paz en el departamento de Magdalena; otro en Chinacota y un tercero en Panamá en el acorazado Wisconsin de Estados Unidos. Así acabaron una guerra proditoria, haciendo luz sobre la patria.

Esta violencia, este holocausto bárbaro de ahora, suena patético, es mucho más grande que la ocurrida tiempo atrás, hasta la configuración del Frente Nacional, con la filosofía del entendimiento. Ese instante se olvidó, y los genocidios afligen el país, con su impacto tenebroso.

Con su carnicería soberbia, una forma de expresión de la dialéctica canalla del rencor de Caín. Nuestra filosofía. Esto ha facilitado que florezca la industria mortal
del narcotráfico, ese proceso vitando que nos ha causado inmersos daños en lo moral, en lo político y en lo económico, que ha cortado en dos la historia Nacional.

Mientras tanto funcionarios con nexos persistentes con paramilitares someten al país a las miserias políticas, renunciando a los ideales del Estado de Derecho, solo buscan pelechar con los dineros públicos como agentes de la corrupción. El imperio de la venalidad.

Claro que la Ley de Victimas y Restitución de Tierras, es una visión que traza un destino descontaminando verdaderamente, que sirve a un propósito público, con grandeza, que da ejemplo de moral, de reconocimiento a la dignidad humana, y a la justicia; después de semejante sentina de apetitos del inescrupuloso gobierno anterior, por fortuna desenmascarado. TODO EL ARTÍCULO AQUÍ

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