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sábado, 18 de julio de 2015

Cambie de profesión

                                     Trafugario 
Por: José  Oscar Fajardo
Aunque ustedes no lo crean, esta columna, o mejor dicho lo que voy a decir hoy, tiene mucha más importancia, por la época en que nos encontramos y la situación política que vivimos, que otras que no han servido sino para reírnos de lo chabacanos que somos. Claro que es muy importante reírnos, autocríticamente, porque eso alarga la existencia y además alimenta el alma. Lo que pasa es que hoy quiero referirme a todos aquellos individuos públicos de ambos sexos, llámense actores, artistas, deportistas, científicos y políticos, porque de pronto son los más protuberantes de la sociedad. Creo que ahí está toda la fauna que manda en este mundo. Si usted se encuentra ubicado en alguna de las profesiones que acabo de citar, querido amigo, y se enverraca sulfurosamente porque lo critican, le aconsejo desde ya que cambie de profesión. Y con mayor razón si es político, no importa el rango o la categoría que haya alcanzado en el ejercicio de ella. Y si usted, o el individuo que se sienta aludido, tiene personalidad esquizoide, padece de neurosis o sencillamente mantiene con el corazón envenenado, sufre de complejos o de otros trastornos de la personalidad, vaya pues que está a punto de sucumbir.
¿Por qué? Veamos las razones. Primero, porque uno no es moneda de oro. Segundo, porque usted puede ser demasiado inteligente, genial de verdad, y eso causa una envidia pavorosa. Pero puede darse el caso que uno siendo bruto se las quiera dar no sólo de inteligente sino también de intelectual, y ahí viene otro choque porque al burro se le nota a leguas. Pero si usted es inteligente, además intelectual, pero se siente corto, que no da la talla, ese es un excelente síntoma porque siempre manejará un perfil lo suficientemente adecuado para despistar al enemigo. Ahora, si usted es actor, escritor, artista, deportista o científico, de nada le sirve que se endiable con los críticos. En cambio, si usted es político, no se enverraque con los conceptos que emitan los demás; pierde votos. Más si esos críticos son calificados porque de todas maneras el que pierde es usted. Claro puesto que si a usted lo critican con justa razón y lo que dicen es cierto, eso le debe servir para que cambie de actitud, de forma de actuar, de ejercer su profesión o de cuidar sus valores personales y su ética profesional. Si acaso el crítico está hablando bestialidades de usted, vituperándolo con argumentos falsos, exactamente falsos, camine tranquilo y levante la cara, pues no se imagina cuánto sufre el mentiroso con del desdén del herido.  
Por lo demás señor político,  así tenga usted toda la plata del mundo para hacer política,  es importante que se dé a querer y sobre todo a respetar. Si usted se hace odiar, peor para usted porque el que necesita de los votos es precisamente usted y no el elector. Está bien y es necesario que observe con cuidado, de quién viene la crítica porque eso es importante. Pero no se le vaya la mano en la respuesta porque, sé de varios políticos importantes de este país que hoy están pagando condenas por haberle aplicado, nada menos que la pena de muerte a un “periodista chichipato”. Recuerde señor político que, la mayor torpeza del ser humano es creer estúpidos a los demás. Hago estas aclaraciones dado que, de aquí para allá empiezan las campañas y nuestra Cultura Política, al igual que nuestra Cultura Ciudadana, dan ganas de llorar y todavía resolvemos nuestras “diferencias filosóficas” a punta de chismes y coñazos. Y denuncias falsas y plomazos. Para terminar, recuerde que su cargo no es eterno y que el primero de enero vuelve a su estado inicial dejando atrás amigos, pero de golpe muchos enemigos. 

sábado, 15 de mayo de 2010

TRAFUGARIO

--------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

¿POR QUÉ SE SUICIDA UN NIÑO?

No hace más de un año conocí, por aquellos avatares de mi profesión, el caso de un niño de 10 años que se suicidó lanzándose del cuarto piso de su colegio ubicado en un barrio de clase media en Bogotá. Según se supo por la información que facilitaron sus familiares, se trataba de un niño en buenas condiciones económicas y en efecto, con lo que ello pude acarrear, buen vestido, buena alimentación y por qué no, buenas y sanas diversiones. Sin ningún defecto físico y con una capacidad mental, como lo aseguraron sus profesores, apta para enfrentarse con cualquier desafío intelectual o profesional, es decir, con todas las posibilidades buenas del destino, ¿Por qué se suicidó? ¿Una decepción amorosa? No me toquen ese vals. ¿Padres demasiado ignorantes u oprobiosamente exigentes? ¿?. De acuerdo al Psicoanálisis, el ser humano está regido por dos fuerzas inmanentes. La pulsión de vida que es el Eros, y la pulsión de muerte que es el Tánatos. ¿Será que hay niños que nacen con la vida sesgada hacia la fuerza interna de su autodestrucción? Que respondan los psicoanalistas. Lo cierto es que las estadísticas son claras y en nuestro país, Oh my got, el índice de suicidios infantiles cada día aumenta. No estoy hablando de los adultos donde la cosa va peor.

¿Será que hay un efecto dominó por culpa de los mass media? No lo sé. De lo que sí estoy seguro es que las fuerzas internas que inducen a un niño a suicidarse, son mínimas y de menor importancia comparadas con las fuerzas externas que lo inclinan a hacerlo. La muerte de un ser querido, por ejemplo, pero eso es demasiado evidente. Lo terrible es cuando no dejan la menor huella con la que uno pueda orientarse como en el caso anterior. ¿Será que el niño ve o detecta un horizonte oscuro o un futuro incierto con tanta violencia que le bolean desde los medios de comunicación? O debe ser que prevé su pobreza en los años venideros al ver a sus papás cada día de mal en peor. O tal vez se deprime cuando se da cuenta que su hermano mayor, el doctor, está más jodido que cuando era estudiante. O lo hiere de muerte el saber que le toca retirarse de ese colegio porque es muy caro y el sueldo de su papá no alcanza. Y en últimas, será que alcanza a comprender que este país se lo está llevando el frutas a través de la violencia, la pobreza, la desesperanza, la indiferencia, el olvido. Debe ser que detecta la putrefacción de las castas que dejaron de ser castas.

Lo cierto es que ahí está el problema en los calcañales de los colombianos. Y es que también es un suicidio el de los niños que no tienen chance de una vacuna, por decir algo, para prevenir una enfermedad que mata tanta gente como la malaria o paludismo. Y también es un suicidio el de los niños colombianos que “se suicidan” diariamente “de soledad” por allá en las tierras lejanas de esta enorme Colombia. Y peor todavía cuando eso ocurre a punta de hambre en un barrio miserable o en una calle de cualquier ciudad donde diariamente se mueven miles de millones de dólares y los bancos de Sarmiento Angulo no hallan dónde echar la plata y los demás dueños no encuentran qué hacer de tanta felicidad por las ganancias obtenidas. Y qué hablar de los “niños suicidas” de la violencia en las calles, de la violencia intrafamiliar generada por la drogadicción, el alcoholismo, la prostitución, y mejor dicho por las más desgraciada miseria que puede tener un ser humano tal como la del “Sepulcro de los vivos”, de la que hablé en días anteriores. Y esto va para todos los candidatos que por estos días “adoran a Colombia y aman entrañablemente a los colombianos”. Y hablan de superavenidas de diez carriles para supercarros que vuelan y de megacolegios y megahospitales, mientras toda la plata se la embuten a la guerra y la que queda es para pagar las campañas. Y qué. Píntela.

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