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lunes, 30 de enero de 2023

Información que confunde y destruye a Colombia

Por: Bernardo Socha Acosta
Por estos días se ha convertido en un tema tóxico el proyecto de la Reforma a la salud. No por los objetivos de la iniciativa en sí, sino por la desinformación que causa esa franja que emite conceptos, no sobre hechos concretos, sino sobre suposiciones creadas por resentimiento político.

Para un ciudadano de bien que tenga la suficiente sensatez y madurez, sería ingenuo e ignominioso pensar que una reforma se haga para causarle mal a la sociedad. Eso no ocurre ni siquiera en un conjunto de pueblos de los más atrasados del planeta.

Pero, es que esa es la mentalidad ruda con la que se alimentan algunos sectores que no piensan en mejorar lo que tenemos, como la salud para los colombianos, porque el servicio se creó hace 30 años bajo la conocida ley 100 que, a parte de sus fines buenos que han prestado muchas empresas de salud, en un alto porcentaje se convirtió en el medio para enriquecimiento ilícito de algunos avivatos que se tomaron el dinero que pagan los afiliados, para aumentar sus cuentas personales. Por eso es que se han liquidado tantas flamantes EPS en nuestro país.

Seguramente porque el proyecto de reforma a la salud quiere eliminar el viejo vicio de los dueños de lo ajeno de cuello blanco, es que muchos están adoloridos, porque después de 30 años en los que unos pocos disfrutaban de la gallinita de los huevos de oro, puede acabarse, y ahora cómo van a seguir llenando sus bolsillos.

Es bueno que haya debate alrededor de un proyecto de ley, pero que el debate se haga sobre hechos concretos, de lo que se encuentra en el texto de la iniciativa y no sobre suposiciones de quienes argumentan en su oscura imaginación lo contrario del contenido real, y por desgracia en estas trampas caen muchos periodistas que se dejan llevar de la euforia crítica, hecho que, en cambio de ilustrar al país, solo causan desinformación toxica y muy peligrosa.

Y lamentablemente las mentiras que se originan en Redes sociales, muchas son copiadas por algunos irresponsables que se hacen pasar por periodistas y hasta las publican en sus espacios como información cierta.

A los colombianos, la mayoría de medios de comunicación, los están sometiendo, a una sobredosis de contenidos mentirosos y peligrosos.  

Esas personas que se encargan de hacer el papel del, ave de mal agüero, están por todas partes y quienes ocupan escaños en el Congreso de la república, debieran convertirse en representantes del bien común, haciendo crítica y oposición, pero de una forma sana que no destruya al país y no cree más confrontación violenta, factor que es el que mantiene a Colombia en guerra.   

(bersoa@hotmail.com)   

sábado, 15 de mayo de 2010

TRAFUGARIO

--------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

¿POR QUÉ SE SUICIDA UN NIÑO?

No hace más de un año conocí, por aquellos avatares de mi profesión, el caso de un niño de 10 años que se suicidó lanzándose del cuarto piso de su colegio ubicado en un barrio de clase media en Bogotá. Según se supo por la información que facilitaron sus familiares, se trataba de un niño en buenas condiciones económicas y en efecto, con lo que ello pude acarrear, buen vestido, buena alimentación y por qué no, buenas y sanas diversiones. Sin ningún defecto físico y con una capacidad mental, como lo aseguraron sus profesores, apta para enfrentarse con cualquier desafío intelectual o profesional, es decir, con todas las posibilidades buenas del destino, ¿Por qué se suicidó? ¿Una decepción amorosa? No me toquen ese vals. ¿Padres demasiado ignorantes u oprobiosamente exigentes? ¿?. De acuerdo al Psicoanálisis, el ser humano está regido por dos fuerzas inmanentes. La pulsión de vida que es el Eros, y la pulsión de muerte que es el Tánatos. ¿Será que hay niños que nacen con la vida sesgada hacia la fuerza interna de su autodestrucción? Que respondan los psicoanalistas. Lo cierto es que las estadísticas son claras y en nuestro país, Oh my got, el índice de suicidios infantiles cada día aumenta. No estoy hablando de los adultos donde la cosa va peor.

¿Será que hay un efecto dominó por culpa de los mass media? No lo sé. De lo que sí estoy seguro es que las fuerzas internas que inducen a un niño a suicidarse, son mínimas y de menor importancia comparadas con las fuerzas externas que lo inclinan a hacerlo. La muerte de un ser querido, por ejemplo, pero eso es demasiado evidente. Lo terrible es cuando no dejan la menor huella con la que uno pueda orientarse como en el caso anterior. ¿Será que el niño ve o detecta un horizonte oscuro o un futuro incierto con tanta violencia que le bolean desde los medios de comunicación? O debe ser que prevé su pobreza en los años venideros al ver a sus papás cada día de mal en peor. O tal vez se deprime cuando se da cuenta que su hermano mayor, el doctor, está más jodido que cuando era estudiante. O lo hiere de muerte el saber que le toca retirarse de ese colegio porque es muy caro y el sueldo de su papá no alcanza. Y en últimas, será que alcanza a comprender que este país se lo está llevando el frutas a través de la violencia, la pobreza, la desesperanza, la indiferencia, el olvido. Debe ser que detecta la putrefacción de las castas que dejaron de ser castas.

Lo cierto es que ahí está el problema en los calcañales de los colombianos. Y es que también es un suicidio el de los niños que no tienen chance de una vacuna, por decir algo, para prevenir una enfermedad que mata tanta gente como la malaria o paludismo. Y también es un suicidio el de los niños colombianos que “se suicidan” diariamente “de soledad” por allá en las tierras lejanas de esta enorme Colombia. Y peor todavía cuando eso ocurre a punta de hambre en un barrio miserable o en una calle de cualquier ciudad donde diariamente se mueven miles de millones de dólares y los bancos de Sarmiento Angulo no hallan dónde echar la plata y los demás dueños no encuentran qué hacer de tanta felicidad por las ganancias obtenidas. Y qué hablar de los “niños suicidas” de la violencia en las calles, de la violencia intrafamiliar generada por la drogadicción, el alcoholismo, la prostitución, y mejor dicho por las más desgraciada miseria que puede tener un ser humano tal como la del “Sepulcro de los vivos”, de la que hablé en días anteriores. Y esto va para todos los candidatos que por estos días “adoran a Colombia y aman entrañablemente a los colombianos”. Y hablan de superavenidas de diez carriles para supercarros que vuelan y de megacolegios y megahospitales, mientras toda la plata se la embuten a la guerra y la que queda es para pagar las campañas. Y qué. Píntela.

martes, 9 de septiembre de 2008

Ejemplares sanciones para los asesinos

Fuente: Elnuevo Siglo

Colombia, miércoles 10 de septiembre de 2008

POR: HORACIO SERPA

“H.H. confiesa mil crímenes en el Valle”, fue el titular de la noticia en El Tiempo, el viernes pasado. En la información se anota que son los asesinatos cometidos en Buenaventura, en solo el año 2000. Y agrega que el delincuente “inició ayer una maratón para confesar sus crímenes antes de que se cumplan los cuatro meses que le dio el gobierno para extraditarlo a los Estados Unidos”.

Es la medida de lo que está ocurriendo. Se confiesan con asqueante realidad crímenes y barbaridades por centenares, sin “contrición de corazón”, sin “propósito de enmienda”, sin “satisfacción de obra”, sin sonrojarse. Solo para hacer cola en la adjudicación de beneficios de “justicia y paz”. Y todo rapidito, rapidito, porque es preciso ir a los Estados Unidos a “colaborar” en la lucha contra el narcotráfico, para negociar sanciones irrisorias, que son el premio por “ayudar” a acabar con la plaga del narcotráfico.

Así, estos malhechores que tanto daño le hicieron a Colombia, que humillaron a la gente, que la masacraron, que se robaron el Estado y desplumaron a los campesinos y mataron, como quien espicha cucarachas, a millares de compatriotas, van a estar al cabo de un par de años disfrutando de sus riquezas mal habidas y riéndose de la ingenuidad del gobierno y de la inoperancia de la justicia.
Comparto la necesidad de establecer lo ocurrido. Acepto que mientras no sepamos lo que sucedió, nunca vamos a encontrar la vacuna contra tanta depredación. Pero no puede ser que la verdad se logre a costa de la impunidad.

Si estos sinvergüenzas se quedan sin castigo, los delincuentes de todos los pelambres van a seguir cometiendo fechorías, cada vez más sangrientas, afrentosas y horripilantes.
Por la extradición a destiempo, va a ocurrir lo que es una realidad en el ámbito del proceso penal: expediente sin preso, no se mueve. Eso no puede llegar a ser. No lo merece Colombia. Hemos cometido equivocaciones y errores por montones, es cierto, pero ya es hora de recapacitar: la impunidad de ahora será la madre de la violencia del futuro.

Es muy posible que los políticos sigamos equivocados, los gobernantes desacertados, los medios de comunicación desenfocados, y que la ciudadanía siga apática, como si lo que pasa nada tenga que ver con ella. Pero los Jueces y los Fiscales, con quienes los gobernantes debemos colaborar armónicamente, no pueden errar ni ser benignos. Esta no es una hora para las complacencias.

No me opongo a la extradición. Es un procedimiento que riñe con mis convicciones políticas sobre soberanía, pero hace rato la acepté como una necesidad ante la coyuntura narcotraficante. No obstante, el Juzgamiento a quienes descuartizaron a Colombia, debe hacerse antes de enviarlos a los Estados Unidos, para que cuando allá les rebajen las penas y los premien por su “colaboración”, puedan ser reclamados y traídos al País a que paguen sus crímenes. Otra cosa es lenidad, cobardía y complicidad
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