Muchos se preguntarán ¿cómo será este nuevo
diálogo de paz para Colombia, si parar una guerra fratricida de más de
cincuenta años con los alzados en armas y hoy diezmados y con un grupo
chauvinista por el pensamiento marxista-leninista que quieren salir al ruedo de
la política, cambiando las balas, los cilindros bombas, por las palabras?
Lo que escuchamos desde la casa de Nariño en su
discurso el presidente Santos y desde un lugar escondido en la selva de
Colombia a “Timochenko”, el martes 3 de septiembre, marcarán el acuerdo marco
de los diálogos; con unas expectativas, como pesimismo dentro de los bemoles de
los contradictores, (la extrema derecha) para que la paz se maneje frente a una
realidad y no en un sueño.
La Columna de Hernando Gómez Buendía, tiene
parte de ese dilema, que muchos o pocos colombianos piensan que sí, y que no se
puede dar la paz aceptando las reglas para este diálogo dentro de un “marco
jurídico ¿para cuál paz”?
Y como lo dice el columnista en la Revista el
Malpensante, en la edición actual No. 131:
“Puede ser que en un país serio los formalistas tengan mucha razón, pero en
Colombia no hay sino realismo: las leyes –y muy en especial las de perdón- se han
hecho decena de veces, y cada vez a la medida de los interesados. Entre 1820 y
2010 se pactaron o expidieron por lo menos 26 amnistías (que borran el delito)
y 65 indultos (que borran la pena) en beneficios de los “ejércitos patriotas”
de la Independencia, de caudillos y soldadescas en las 41 guerras o mini
guerras civiles del siglo XIX, de militares golpistas o protogolpistas, de
delincuentes comunes por impotencia o para demostrar que somos un país
cristiano, de bandoleros en los años cincuenta o –en tiempos más recientes- de ex
guerrilleros, ex paramilitares y (tal vez ex)narcotraficantes que han decidido
“colaborar con la justicia”.
Lo que observamos por Televisión: la
teleconferencia, desde la selva colombiana con el comandante de las FARC y en
Cuba, con los integrantes del secretariado, ojalá se pueda decir en silencio que
no sea un show más de los medios de comunicación, ante un problema tan serio
como es negociar la paz o la guerra. Base de una descomposición social que se
ha arraigado en la pobreza y violación a los derechos humanos.
El Presidente Juan Manuel Santos, -como dicen
los viejos- está jugando con fuego, mientras los 46 millones de colombianos,
sin seleccionar entre ricos y pobres, los más pobres que viven con una
expectativa inverosímil de llegar a un equilibrio social o compartir este país
con equidad.
A través de la historia colombiana, el problema
que no se ha resuelto y ha sido “el jaque mate de todos los gobiernos”: La
tierra. Ante este dilema y con la globalización de la economía, ese primer
punto del Presidente Santos, sobre el desarrollo rural y el acceso a la tierra
para sacar a los campesinos del ostracismo y abandono en infraestructura, la
prosperidad y los servicios del Estado, es uno de los temas prioritarios y no
promesas, porque debido a ello es que se incubó esta guerra que lleva medio
siglo. Sin que alguien se haga responsable.
Son cinco puntos que tendrán que analizar y
discutir en bien de los 46 millones de colombianos los delegados del Gobierno y
la guerrilla. Siendo Humberto de la Calle la cabeza de estas negociaciones con
los países facilitadores del diálogo a partir del mes de octubre, no sin antes
que se cumplan por voluntad propia de la guerrilla la no instigación y
terrorismo contra la población civil.
Este nueva etapa de los diálogos para la paz
que clama el pueblo colombiano, algunos serán optimistas y otros pesimistas,
pero tenemos que tener en cuenta la cultura del civismo y escuchar al
contradictor como al que tiene la razón, sin los odios y las venganzas que han
sido los que han llenado de sangre y de dolor a millares de familias
colombianas.
*Poeta y Escritor
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