El presidente Petro no esconde que el soporte fundamental de la llamada “deconstrucción creativa” que fascina a todos los heraldos del progresismo, consiste en asegurar el retorno al modelo de estatización de todas las estructuras institucionales y sociales, ideado por Lenin, que se derrumbó estrepitosamente con la caída del muro de Berlín. Sus propuestas de reformas, salud, pensional y laboral, que cursan en el Congreso, apuntan al rígido control de la sociedad por el estado y a que satisfaga el odio a lo privado, con detrimento de las libertades que aún conservamos. Otorga prioridad a la reforma del sistema de salud porque implica el control de la vida, con el que derrumbaría los obstáculos para asegurar el control de los réditos de labores e imponer la uniformidad del valor de los bienes derivados del trabajo humano. Constituye el mismo guion ejecutado en los países de la Europa del Este en el siglo pasado, y que aún persiste en Cuba, Venezuela, Nicaragua y Corea de Norte, con los cataclismos que todos conocemos.
La aprobación en la Cámara de la reforma a la salud amenaza con arrasar nuestro sistema de salud, que tanto esfuerzo registra en la consecución de sus logros y merece continuidad para corregir sus debilidades y ampliar sus fortalezas, como lo desea la mayoría de los colombianos.
Voces autorizadas han señalado que la reforma “incumple mínimos constitucionales”. No tiene clara su sostenibilidad y por ello carece de aval financiero. No ha definido la transición que proteja adecuadamente a los pacientes en sus tratamientos, y con ello siembra caos en donde debe predominar el orden. Al acabar con el aseguramiento a cargo de las EPS no garantiza disponibilidad de recursos para atender a los pacientes, e impacta a los prestadores, a los proveedores de medicamentos e insumos, a los trabajadores de la salud y el acceso a los tratamientos que se requieren con regularidad. Al convertir el ADRES en pagador único, crea una incubadora de incumplimientos y de corrupción irrefrenables.
Si alguna evidencia emerge de los debates en la Cámara de Representantes, es desgraciadamente la de que este gobierno resultó más avezado que cualquiera de sus antecesores en el reparto de prebendas a los insaciables congresistas, que bien encarnan la decadencia de los partidos y de la política, minando su credibilidad y desvalorizando las virtudes que deben ser propias de la democracia.
Las esperanzas ciudadanas se concentran en el Senado y la Corte Constitucional para deshacer los entuertos del gobierno, de sus áulicos, y de los “enmermelados” congresistas, y para procurar el fortalecimiento del sistema del que depende la salud y la vida de los colombianos. Constituyen un reto exigente para la consolidación de instituciones que respondan con oportunidad y acierto a las exigencias del fortalecimiento y crecimiento de un régimen de libertades, que está en la mira del trasnochado socialismo de antaño, hoy engalanado con la vistosa indumentaria de un progresismo engañoso, camuflada reedición de los afanes totalitarios. Paradoja angustiante la del ministro Jaramillo, ultimando la salud de los colombianos, mientras el de defensa entrega generosamente control territorial a los delincuentes armados. Ver para creer.
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