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miércoles, 18 de enero de 2012

LA PAZ Y LAS ALUSIONES DE TIMOCHENKO


Horacio Serpa
Colombia es un País bastante raro. Contradictorio, incoherente, incomprensible, pero al mismo tiempo de una enorme dinámica y de definiciones inesperadas. Lo que ayer era imposible hoy es el pan del día, el motivo de discusión, el primer tema de la agenda nacional. Me refiero al asunto de la paz. ¡Quien lo creyera!
Lo de la paz se vivió intensamente durante el gobierno del Presidente Pastrana. Se le desterró sin contemplaciones a lo largo del doble mandato del doctor Uribe. Al asumir la presidencia, el doctor Santos despertó explicables expectativas cuando dijo que no lanzaría al mar la llave del entendimiento. Agregó, eso sí, que su gobierno seguiría en la estrategia de la acción armada si la guerrilla no daba señales sinceras, sin vacilaciones ni tramoyas, de querer buscar una verdadera y perdurable reconciliación. Lo ha cumplido. La prueba son las muertes de Jojoy, el tan mencionado coordinador militar de la FARC, y de Alfonso Cano, el comandante mayor.
Nada hacía pensar que las cosas iban a cambiar. Ni gestos de paz, ni disposición al diálogo, ni consideraciones de ninguna especie. Solo la confrontación. Pero un par de cartas de Timoleón Jiménez, el nuevo y enigmático jefe general de las huestes farianas, cambió el rumbo, al menos, de las conversaciones. Hoy el tema es la paz. Para bien o para mal, a favor o en contra, con esta agenda o con la otra, aquí o por fuera, en público o en privado. Como sea o lo que sea, en esta semana solo se habla de la paz.
Timochenko le dijo al Presidente Santos que retomaran la agenda del Caguán, pero en la carta al profesor Medina lo señala como agente del continuismo, responsable de muchos de los males nacionales y de representar a un establecimiento que solo desea continuar en la guerra. A su vez el gobierno asegura que no hay acercamientos y que nada cambiará hasta que se haga evidente que no se trata de un nuevo engaño.
Al respecto algo está sucediendo y lo cierto es que se prendieron las alarmas. Es una situación importante, sin duda, sobre la base de no hacerse ilusiones, pensar y examinar mucho antes de actuar, no cometer las ligerezas, las improvisaciones ni los errores del pasado, crear amplios márgenes de confianza, saber a ciencia cierta que la paz le cuesta a todos pero saber también que no se puede lograr a cualquier precio.
Sobre las alusiones personales de Timochenko en su carta al Profesor Medina, digo: hubiera buscado la paz con enorme compromiso pero con agenda y definiciones distintas y concretas, sin los extremos que ahogaron el proceso; habría procurado estrategias de cooperación más a la colombiana con los Estados Unidos y no hubiera negociado ni firmado el TLC como se hizo.
Pero lo que pasó, ya pasó. Ahora nos toca estar muy atentos y serios con lo que puede venir en materia de paz. Parafraseando a Cano, ¿cuántos muertos faltan para lograrla?

Bogotà D.C., 17 de Enero, 2012

miércoles, 17 de agosto de 2011

Alfonso Cano, hágale a la paz


Por Horacio Serpa Uribe

El país debe estudiar la propuesta de Alfonso Cano, el comandante de las Farc, cuando manifiesta la disposición de ese grupo de iniciar acercamientos en búsqueda de la esquiva paz en Colombia.
A través de un video enviado al Encuentro por la paz de Barrancabermeja, realizado el pasado fin de semana, el dirigente guerrillero planteó que el “diálogo es la ruta” y que sigue creyendo que la solución política es la alternativa más expedita para cesar el enfrentamiento armado con el Estado colombiano.
Cano dijo que espera encontrar las condiciones necesarias para sentarse a negociar con la institucionalidad colombiana y abandonar, de manera definitiva, el camino de la violencia.
Pareciera que las Farc están entendiendo que su lucha armada no tiene futuro, no solo porque el Estado está en capacidad de cerrarles todos los espacios y golpearlos con fuerza hasta obligarlos a dialogar, sino también porque las condiciones del país y del mundo han cambiado dramáticamente. Nadie hoy cree, sinceramente, en el triunfo de la lucha armada, en la vigencia de sus ideas, ni en la justicia de sus luchas. La guerra de guerrillas es un esquema valetudinario al que nadie le rinde tributo.
Los últimos años dejaron la huella de la guerra en Colombia. Ahora se ha vuelto a hablar de paz. La puerta de la reconciliación no está cerrada, como anunció en su posesión el mandatario, sino que además se está abriendo y un nuevo aire de entendimiento ha ido entrando a la nación, trayendo la esperanza de la pronta liberación de los secuestrados, la eliminación del reclutamiento de menores, el compromiso de la guerrilla de no seguir sembrando minas antipersonales ni usar el plagio de personas como arma de guerra.
Alfonso Cano tiene que pasar de los anuncios a la concreción de sus promesas. Si deja pasar el impulso que está tomando la nación para apoyar la decisión del Presidente Santos, podríamos perder este momento histórico. Cano debe pensar en escuchar al Presidente cuando pide la libertad de los secuestrados. Los halcones acechan.
En 1992, en Tlaxcala, se perdió una oportunidad. Pasaron seis años para volverse a sentar a hablar de paz, en el gobierno Pastrana, y las Farc cometieron el peor error de su historia: burlarse del país, aprovechar el Caguán para envalentonarse y fortalecerse militarmente. De esa frustración colectiva nació la victoria electoral de Uribe, quien durante ocho años, con evidentes éxitos, hizo lo posible para derrotarlos militarmente.
Han pasado 19 años desde Tlaxcala. Cada día se pierden más vidas, se apagan más esperanzas. Los paramilitares se multiplican. No sé cuántas muertes han ocurrido. Ojala el jefe guerrillero avance en su decisión de negociar la paz. De parar cincuenta años de inútil sacrificio de vidas. Los demócratas haremos cuánto esté a nuestro alcance para que en una mesa escribamos la más bella página de nuestra historia. Y al final nos abracemos como compatriotas.
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Cortesía: Mónika María Leal Abril
Directora de Comunicaciones
GOBERNACIÓN DE SANTANDER

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