Por: Bernardo Socha Acosta
Los colombianos vemos con perplejidad que mientras el gobierno hace esfuerzos de una u
otra forma, en relación con la búsqueda de la paz para el país, hay sectores
decisivos en los cambios que reclama la
sociedad, que no parece comprometerse con algo en este largo camino.
Cuando los colombianos escuchamos
pronunciamientos en contra del proyecto
de ley que grabaría el exceso de riqueza
de algunos sectores capitalistas, entendemos por qué los teóricos y críticos hablan tan mal del
llamado capitalismo salvaje. Y, sí, es salvaje, porque muchos empresarios solo piensan en atesorar mucha riqueza,
y no precisamente riqueza social, sino una riqueza que lastima la dignidad humana, como es la que han venido
atesorando los bien llamados CARTELES de los pañales y del papel higiénico. Y quién sabe cuántos más carteles estén comercializando con las necesidades del pueblo
colombiano, sin un poquito de vergüenza y respeto. Esos son los que en los
tantos años de violencia colombiana han
atizado cada día más la guerra y solo quieren más guerra para lucrarse,
porque saben que habiendo violencia,
esta se convierte en cortinas de humo para que no se destapen las fechorías que
se cometen contra los sectores populares, que
unos años atrás (2002 – 2009) avanzaban aceleradamente a la extrema
pobreza y la mendicidad.
Ahora cuando el gobierno
intenta buscar parte de los recursos para financiar el posconflicto, la mayoría
de los empresarios se atraviesa para impedir
que con ese gravamen a la excesiva riqueza se cumpla una labor
social y puedan esos hombres y mujeres que
están en el conflicto (muchos obligados por la necesidad y el hambre) puedan
reincorporarse a la vida civil y productiva de Colombia. Entonces, cuál es el compromiso de quienes lo tienen todo, de ayudar a que
haya un poquito de justicia social. Es que
nadie puede ignorar que esa brecha que llaman los estudiosos, que
dividen a los ricos y a los pobres, que son la mayoría, se reduzca para destruir buena parte de los factores que han
generado las guerrillas.
Si en una sociedad como la
nuestra donde las desigualdades son
abismales, por los privilegios que han tenido quienes amasan el capital,
mientras que en algunos gobiernos se han acentuado las medidas tributarias contra quienes medio ganan para sobrevivir, entonces que le queda
por hacer a ese pueblo que observa
esperanzado que haya paz para volver a sus parcelas.
Si en Colombia no se logra la
pacificación que estamos esperando en esta ocasión, en buena parte por la falta
de compromiso de quienes pueden hacerlo aportando algo de su inmensa riqueza, el panorama será muy sombrío y entonces
la suerte oscura la tendremos que padecer todos sin excepción.
Ojalá que quienes tienen en sus manos la
riqueza nacional (e internacional) reflexionen, si es que les queda tiempo,
para que si llega la paz, podamos disfrutarla todos.