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jueves, 27 de noviembre de 2014

El capitalismo parece no tener compromiso con la paz

Por: Bernardo Socha Acosta
Los colombianos vemos con  perplejidad que  mientras el gobierno hace esfuerzos de una u otra forma, en relación con la búsqueda de la paz para el país, hay sectores decisivos  en los cambios que reclama la sociedad, que no parece comprometerse con algo en este largo camino.
Cuando los colombianos escuchamos  pronunciamientos en contra del proyecto de ley que grabaría el exceso de riqueza de algunos sectores capitalistas, entendemos por qué los teóricos y críticos  hablan tan mal   del llamado capitalismo salvaje.  Y, sí, es salvaje, porque muchos empresarios  solo piensan en atesorar   mucha riqueza, y no precisamente riqueza social, sino una riqueza que lastima la dignidad humana, como es la que han venido atesorando  los bien llamados CARTELES  de los pañales y del papel  higiénico.  Y quién sabe cuántos más carteles estén  comercializando con las necesidades del pueblo colombiano, sin un poquito de vergüenza y respeto. Esos son los que en los tantos años de violencia colombiana  han atizado cada día más la guerra y solo quieren más guerra para lucrarse, porque  saben que habiendo violencia, esta se convierte en cortinas de humo para que no se destapen las fechorías que se cometen contra los sectores populares, que  unos años atrás (2002 – 2009) avanzaban aceleradamente a la extrema pobreza y la mendicidad.
Ahora cuando el gobierno intenta buscar parte de los recursos para financiar el posconflicto, la mayoría de los empresarios se atraviesa para impedir  que con ese gravamen  a la excesiva riqueza se cumpla una labor social  y puedan esos hombres y mujeres que están en el conflicto (muchos obligados por la necesidad y el hambre) puedan reincorporarse a la vida civil y productiva de Colombia.  Entonces, cuál es el compromiso  de quienes lo tienen todo, de ayudar a que haya un poquito de justicia social. Es que  nadie puede ignorar que esa brecha que llaman los estudiosos, que dividen a los ricos y a los pobres, que son la mayoría,  se reduzca   para  destruir buena parte de los factores que han generado las guerrillas.
Si en una sociedad como la nuestra donde las desigualdades  son abismales, por los privilegios que han tenido quienes amasan el capital, mientras que en algunos gobiernos se han acentuado  las medidas tributarias contra  quienes  medio ganan para sobrevivir, entonces que le queda por hacer  a ese pueblo que observa esperanzado que haya paz para volver a sus parcelas.
Si en Colombia no se logra la pacificación que estamos esperando en esta ocasión, en buena parte por la falta de compromiso de quienes pueden hacerlo aportando algo de su inmensa riqueza, el panorama será muy sombrío y entonces la suerte oscura la tendremos que padecer todos sin   excepción. Ojalá que quienes tienen  en sus manos la riqueza nacional (e internacional) reflexionen, si es que les queda tiempo, para que si llega la paz, podamos disfrutarla todos. 

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