Por Horacio Serpa Uribe
El
Presidente Juan Manuel Santos ha sido coherente con su anuncio en el
acto de posesión: ha abierto la puerta de la paz y actuado con seriedad
para que los grupos armados ilegales pasen por ella y el país entre en
una nueva era de reconciliación.
Su
anuncio de darle luz verde al proyecto de acto legislativo de justicia
transicional, que tiene como fin superar las falencias de la Ley de
Justicia y Paz, es un nuevo paso hacia la construcción de una
institucionalidad para la convivencia.
Según
el ponente de la ley, el senador Roy Barreras, “se inicia la
construcción del marco constitucional de la justicia transicional en
Colombia, que permitirá corregir errores de desmovilizaciones pasadas y
abrirá la puerta para que sean posibles nuevas desmovilizaciones masivas
futuras que permitan terminar el conflicto en Colombia”.
Según
los promotores se trata de enmendar las fallas de las desmovilizaciones
pasadas, presentes y futuras a favor de la verdad, pensando en las
víctimas. Desmovilizaciones como las de miles de paramilitares en la
administración Uribe y las que se esperan en el actual mandato.
Hace
bien el Presidente Santos en poner al país a pensar nuevamente en el
tema de la reconciliación, que pasa por la justicia transicional, que ha
permitido avanzar en la verdad de graves hechos de violaciones de
derechos humanos, como masacres, asesinatos, ejecuciones
extrajudiciales, pero no ha conseguido aún avanzar en la aplicación de
la justicia, pues solo ha habido cuatro sentencias en seis años, como lo
denunció la Fiscal General de la Nación.
Y
no ha habido justicia por las trabas que se han encontrado en el
camino. Lo importante es que el primer mandatario tendrá nuevos
instrumentos jurídicos y legales para seguir apostándole a la paz.
Luego
de los contundentes golpes militares que han recibido las Farc en los
últimos años, en los que perdieron la mayoría de su cúpula militar y
política, y tras el repudio generalizado a sus métodos de guerra, es
hora de que esa organización escuche el clamor nacional por la
reconciliación.
Ha
pasado más de un año desde que el Presidente le abrió la puerta y ellos
siguen reacios a cruzarla amparados en un discurso que ya nadie
entiende porque suena anacrónico. Su respuesta a la acción oficial ha
sido el retorno a la guerra de guerrillas, utilizando armas no
convencionales, afectando a la población civil, destruyendo la riqueza
nacional y la tranquilidad de un país que quiere más acciones de paz y
el fin de la barbarie.
Las
Farc y el ELN tienen una nueva oportunidad para la paz. El país sigue
esperándolos en una mesa de negociaciones, para que se comprometan con
el derecho internacional humanitario, digan que quieren para su
desmovilización y asuman un compromiso con la democracia y un nuevo
futuro para Colombia. Nada está escrito para ese momento. Todo está por
construirse. Las guerrillas deben entender que a la paz se le apareció
un Santos y que es hora de negociar