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jueves, 13 de abril de 2023

La credibilidad del congreso de la república empeora

La nueva etapa política es cambiar a todos los congresistas amos y señores de la corrupción

Por: Bernardo Socha Acosta
Los medios de comunicación, aparte de informarnos del diario vivir, (muchas veces trágico) nos proporcionan luces para comprender por qué el país está en las condiciones nefastas en las que se encuentra y nos muestran aún los peores abismos por los que tendremos que pasar si no hay un oportuno giro de la política que se maneja desde los más altos escenarios del estado.

Y es preocupante, por decir lo menos. La cruda violencia que estamos padeciendo, es apenas un preámbulo de lo peor que está por venir, si la política TRADICIONAL sigue pretendiendo manejar al país a su arbitrio. O si no, porque vemos cada día más grupos rebeldes y hasta, masivamente jóvenes sumándose a ellos.

Lo que conocemos como guerrillas que protestan contra el estado, se fortalecen a medida que el poder se pretende concentrar en lo que conocemos como la rama legislativa, o el Congreso de la república, donde la hegemonía de los partidos tradicionales y sus apéndices pretenden imponer su voluntad y desaprobar iniciativas que buscan el bien común. Ya los congresistas -pagados por el pueblo- no parece trabajar por los colombianos, sino para sus intereses. Cada vez que habla por los medios un jefe político para fijar sus consignas, producen repugnancia. Demuestran que no han podido superar las derrotas en las urnas y entonces se desquitan con los 50 millones de habitantes, cargando así más tensión en el inconformismo social, que finalizará con más protestas populares como ya lo estamos viendo, en las cuales se mina aun más el resentimiento popular.

Y no es que a nuestro parecer los congresistas de la oposición tengan que aprobar todo lo que les presenten, porque entonces para qué sería esa rama del poder y dónde estaría el sentido de la existencia del congreso de la república, pero, es que en estos momentos tanto SENADORES como Representantes a la Cámara de los grupos dominantes, están en una actitud desafiante, no al gobierno, es a los colombianos, en la que sobre ellos nada se podrá hacer, tratando de arrodillar al gobierno, y lo que están es obligando al pueblo a reaccionar.

Y, a propósito, no puedo dejar pasar una perla de un periodista nacional que le preguntó con tendencia politiquera a un Senador, de los que le sigue instrucciones al señor Gaviaria. Dijo el periodista: “¿van a darle otra OPORTUNIDAD AL GOBIERNO con el proyecto de la salud?”… Qué estaría pensando el periodista… dentro de su actitud tendenciosa. Es que, si la reforma a la salud u otros proyectos se hunden, no es el gobierno el que pierde, el que pierde es el pueblo colombiano; el gobierno termina su mandato y el presidente puede irse del país y dejarle a quienes quieren devorarlo, que lo destruyan y que esclavicen al pueblo (si se deja).

Pero es que las noticias nos muestran en cada emisión, que unos cuantos grupos políticos, parece pretender irrespetar a Colombia con su arrogancia y deseos de hacer lo que a ellos les plazca, porque insisten en legislar, no para el bienestar nacional, sino en pro de sus avaros intereses.

Si los fervientes deceos de algo más de 11 millones de compatriotas por lograr cambios sustanciales en la política colombiana, son vulnerados por las clases dominantes de los partidos, que siempre han promovido la violencia en el país, las cosas empeorarán. 

Es posible que estos padres de la patria, estén aplastando la GALLINITA de los huevos de oro… Claro que ellos ya no pierden nada. Pierden los colombianos, porque ellos ya lo tienen todo con lo que han usufructuado del país. Es que devengar salarios superiores a 34 millones de pesos mensuales ($34'417.000, es decir 34 salarios mínimos,) no es cualquier limosna. Y a eso hay que sumarle otras prerrogativas que salen igualmente de los impuestos de los colombianos. Por esos se oponen a los proyectos de ley que buscan un mínimo de equidad social.

El congreso de la república pierde aun más credibilidad, a medida que los políticos de las viejas mañas imponen su ley de capricho.

En este sentido, no parece que haya mucho por hacer, para liberarnos de esa clase política dominante y lo que nos toca por el momento es, prepararnos para darnos el sentido pésame, por la muerte de los viejos deseos frustrados de tantos compatriotas, e iniciar una nueva etapa nacional, cambiando definitivamente a esos congresistas amos y señores de la corrupción. bersoa@hotmail.com

miércoles, 31 de diciembre de 2014

El deprimente mensaje del salario mínimo

                                    Por: Bernardo Socha Acosta
No es habitual que nos asalten estos pensamientos, pero los hechos no demuestran lo contrario. Los empresarios colombianos y el gobierno enviaron  un deprimente mensaje a sus compatriotas .
Un pasaje básico de la filosofía de justicia social dice: ‘Respetar  la verdad y poner en práctica el principio que asiste a toda persona a que se respeten sus derechos y que le sea reconocido lo que le corresponde’…  se interpreta como uno de los mandatos elementales de la justicia social, para que surja uno de lo más preciado, como es la Paz.
Pero hoy cuando finalizamos un calendario más de nuestra vida y la evolución del sistema de política nacional, parece no concordar en lo más básico, porque  quienes tienen el poder de la economía y del estado, no demuestran que quieran realmente la concordia entre los colombianos.  Es que la concordia no llega solo porque se acabe la guerrilla en  las montañas colombianas. La paz es algo diferente en la que estamos comprometidos, las ramas del poder público, los entes de control, los gobernados y las organizaciones no gubernamentales. Y nadie puede negar que los diálogos son básicos para un país mejor.
Y el reajuste del salario mínimo es una de las claras  demostraciones de las contradicciones de querer la paz para los colombianos.  Porque es que una familia con su poder adquisitivo cada vez más   debilitado, no puede unirse a la prosperidad, sino a la inconformidad nacional.  Y esto sumado año tras año, va creando bombas de tiempo.
Para  nadie es un secreto que la injusticia  unida a la corrupción  y otra serie de  anquilosadas prácticas, son el caldo de cultivo de la violencia que se ha extendido en Colombia por más de 50 años y hoy se pretenden  solucionar con unos diálogos en la Habana, mientras los empresarios y el gobierno  atizan inconformidad que es igual a violencia, con el irrisorio aumento del salario para algo más de  1’250.000  compatriotas que cada vez ven más lejos una sobrevivencia  que alcance para aumentar algunos gramos de pan en su comida.
Y este hecho  sumado a  la  gran franja de la población que ni siquiera el salario mínimo devenga, porque vive del rebusque y otro gran porcentaje de colombianos que vive de la pobreza y otra más en la física indigencia, es lo que genera violencia.  Entonces, cómo podemos pensar  que en Colombia  vaya a haber paz, si esa paz que soñamos, saldría de las montañas, si se firman acuerdos con las FARC, pero la violencia urbana sobrevive y se incrementa como todos los días lo vemos. Unos que atracan por buscar un pan y otros (la mayoría) que lo hacen por vicio y para acrecentar sus voraces y desenfrenos  deseos de  vivir bien sin trabajar.
Siempre creímos en las bondades de los diálogos entre el gobierno y las Farc, hasta que vimos la contradicción de los empresarios y del estado, al proceder a reajustarle el debilitado sueldo de los colombianos con salario mínimo.   Si no conociera el país, los extravagantes y jugosos balances de utilidades de las grandes empresas, entre ellas la banca, se justificaría la renuente posición para llegar a mejores acuerdos en la mesa de concertación salarial,  como mínimo un 5,5%, pero  esa negativa de los empresarios, patrocinada por el gobierno, deja mucho que pensar,  del real  espíritu de encontrar la tan cacareada PROSPERIDAD  nacional. 

sábado, 9 de enero de 2010

La mezquindad salarial


---------------------Colaboración de:  Jose William Villarreal

Los trabajadores en Colombia de salario mínimo, que son como el 80% de la población laboral, esto es, unos 16 millones de personas, gran parte cabeza de familia, y muchas de ellas madres y padres solteros que luchan por sacar adelante a sus vástagos, empiezan el año ganando un 3,6 por ciento más que el año pasado, lo que en cifras se traduce en unos 515 mil pesos mensuales.

Nunca he visto tan esforzado al mismo presidente Uribe explicar que este incremento constituía un gran esfuerzo del gobierno nacional, y mejor, un sacrificio, toda vez que (…) “por cada peso que se aumente, los empleadores tienen que destinar 70 centavos para pagar cesantías, primas, vacaciones, intereses de cesantías, pagos a las cajas de compensación, a Bienestar Familiar, al Sena, a las EPS, a las administradoras de riesgos profesionales y a los fondos de pensiones”.

El Presidente no sabe, porque él nunca ha vivido de salario mínimo, ni tendrá que hacerlo en el futuro porque para eso tiene unos jóvenes hijos que heredaron la precocidad empresarial de su familia paterna, que resulta más exigente a un trabajador tener que pagar con ese miserable sueldo arriendo, servicios públicos, alimentación, vestido, educación, salud, transporte y recreación, así sea la simple salida a un parque a ver comer helados.

Es de suponer que muchos de estos asalariados votarán en las próximas elecciones parlamentarias de marzo por los mismos representantes y senadores que han sostenido este régimen oprobioso que ha hecho de los trabajadores una masa anónima de hombres y mujeres que todos los días se acuestan sin comer y sin saber si al día siguiente los botarán del puesto, sin más ni más.

Es de suponer también que muchos, llegado mayo, mes en que son las elecciones presidenciales, votarán la reelección de Uribe, si es que se da; o quizás, esperan que el Presidente les indique por quién votar, alguien que pueda continuar con su seguridad democrática, aunque bien antidemocrática sea su política social, porque en política los colombianos parece que tuvieran la misma perversión sexual del masoquista: gozan con verse humillados y maltratados y prueba es que al cabo de 7 años, Uribe sigue siendo el rey con un Congreso de bolsillo, despachando casi en un 40% desde la cárcel.

De hecho, cada quien en su entorno empieza a ver la llegada de las mismas golondrinas políticas que elección tras elección llegan por los votos de los incautos que con la promesa de un puesto o equis auxilio para vivienda, educación o qué se yo, o simplemente y tan solo por opíparo ágape, regalan el voto.

Y esto no es tan triste como que haya dirigentes locales, concejales y dizque líderes comunales, que se presten a este juego sucio y asqueroso de la politiquería nacional, y tal vez más grave aún, que por tal acción estén cobrando en dinero o en especie los servicios prestados a estas golondrinas políticas que se parecen al dicho ese del casanova que “pro-mete hasta que pro-saca”.

Por eso estamos como estamos. Por eso, el salario mínimo de los trabajadores colombianos seguirá siendo el mínimo del mínimo; mientras que al otro lado del balance, las utilidades del capital serán siempre el máximo de lo máximo, como las del sector financiero que acaban de cerrar un esplendoroso año con ganancias superiores a los 8 billones de pesos, un 40 por ciento más que en el 2008.

Es decir, y para ilustrar el tema, los accionistas de la banca sí pueden incrementar sus ingresos en 40 por ciento en un año, mientras que los asalariados del mínimo apenas se merecen un 3,6 por ciento, porque si no, la inflación y el desempleo consumiría al país.

La economía, contrario a lo que se piensa, no es esa ciencia oscura que nos presentan en ecuaciones sofisticadas los economistas, especialmente los neoliberales que se han apoderado del Estado desde las altas esferas del gobierno y sus instituciones más prominentes, como el Banco de la República.

La economía, para que funcione bien para todos y no para unos cuantos privilegiados, sólo requiere que en el bolsillo de los pobres haya más plata. Así de sencillo.

¿Cómo lograrlo? Aplicando la justicia social mediante la redistribución del ingreso.
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