Por: Germán Valenzuela Sánchez.
El chulo, nuestro hermano negro, es tan pequeño que cuando pisa suelo muchos lo ignoran, lo desprecian y lo espantan lanzándole piedras desconociendo su trabajo. Cuando vuela alto, muy alto, ronda al sol, mira para abajo con humildad, nos ve diminutos y sigue moviéndose calentando su cuerpo y alas siempre sobre el aire haciendo la danza en círculos.
A veces deja quietos sus alones para divisar lo grande que es el mundo y vil la vanidad humana.
Estas aves están desapareciendo porque les está escaseando la comida, los desplazados y pobres que van en aumento en el país les vienen quitando sus provisiones de los basureros en los campos, pueblos y ciudades. Sin embargo los galembos siguen su ritmo aeróbico como si la vida fuera un vals de perfecta interpretación. A esa gallinácea se le unen dos, tres, cuatro y hasta más aves y entre todas se ponen de acuerdo para seguir gozando de la altura y el calor del astro rey hasta hacer un redondel mas grande y sin decir nada ni lanzar graznidos de mal agüero empiezan a bailar y gozar de la maravilla de ser un gallinazo vestido de negro que nunca aprendió a estar triste, así lo humillen y menosprecien los poderosos en la tierra.
Parado en barda o monumento
como un buen politiquero
el chulo espera el momento
que caiga la viscera o el cuero.
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