Colombia, miércoles 8 de abril de 2009 - Fuente elnuevosiglo
HORACIO SERPA
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El Presidente Uribe le propuso a las Farc iniciar en Semana Santa una tregua por cuatro meses, que permita el inicio de un nuevo proceso de paz. La noticia ha generado toda clase de reacciones, dado que el Gobierno ha preferido en los últimos seis años la mano dura de la seguridad democrática y no el corazón grande de la negociación. Lo dos mandatos del Presidente Uribe han sido una larga apuesta por la derrota militar y política de las Farc. La verdad es que se han logrado buenos resultados.
Nada se ha dejado al azar. El Gobierno ha sido reiterativo en su estrategia de guerra total contra las Farc. No en vano fue el principal aliado de George W. Bush en la cruzada mundial contra el terrorismo y su postura es vista por algunos estrategas militares como el paradigma de lo que se debe hacer con un país en épocas de guerra. Colombia y no Irak es el modelo a seguir que recomiendan los expertos en Afganistán.
La reciente propuesta del Presidente Uribe tiene que entenderse en el contexto de un nuevo escenario internacional marcado por el fin del discurso de lucha contra el terrorismo en los Estados Unidos, y una estrategia interna de acercamiento a las nuevas realidades políticas y paradigmas sociales. Si desde la Casa de Nariño se habla de paz es quizá porque se ha entendido que llegó el momento de cambiar de carril y hacer un giro hacia el centro.
Dados los antecedentes es bueno contextualizar el momento que vive Colombia, marcada por la crisis económica, la incertidumbre política, la zozobra ante el crecimiento de la inseguridad y el auge del narcotráfico. La paz siempre surge como una esperanza, un anhelo colectivo. Para el Ejecutivo hoy es más rentable, políticamente, hablar de tregua y diálogo que de guerra total, enemigos internos y terroristas. A muchos colombianos nos parece correcto el objetivo de la paz. La Iglesia Católica marcha en ese sentido.
Las Farc han sido refractarias a los llamados del Presidente Uribe. Los golpes militares del gobierno, sin embargo, duelen en la moral de las tropas revolucionarias, que soportan el embate oficial. Los jefes insurgentes no están dispuestos a negociar con Uribe sin haber alcanzado primero el Acuerdo Humanitario, que es un tema de honor del Secretariado General, mucho más después de la Operación Jaque.
Las Farc han optado por el diálogo epistolar con Colombianos por la Paz. Para ellas el modelo del Alto Comisionado para la Paz está agotado. Por eso han recrudecido sus operativos militares. No es derrotados como esperan llegar a una mesa de negociaciones.
Dada la magnitud del conflicto y sus altos costos para el país, bien harían las Farc en cogerle la caña al Presidente Uribe. Decretar una tregua unilateral, que debería dar paso a una agenda de cambios profundos en la manera como se entiende el conflicto armado. Necesitamos una tregua santa para salir de este víacrucis. Volver a Inicio > Politica social >
HORACIO SERPA
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El Presidente Uribe le propuso a las Farc iniciar en Semana Santa una tregua por cuatro meses, que permita el inicio de un nuevo proceso de paz. La noticia ha generado toda clase de reacciones, dado que el Gobierno ha preferido en los últimos seis años la mano dura de la seguridad democrática y no el corazón grande de la negociación. Lo dos mandatos del Presidente Uribe han sido una larga apuesta por la derrota militar y política de las Farc. La verdad es que se han logrado buenos resultados.
Nada se ha dejado al azar. El Gobierno ha sido reiterativo en su estrategia de guerra total contra las Farc. No en vano fue el principal aliado de George W. Bush en la cruzada mundial contra el terrorismo y su postura es vista por algunos estrategas militares como el paradigma de lo que se debe hacer con un país en épocas de guerra. Colombia y no Irak es el modelo a seguir que recomiendan los expertos en Afganistán.
La reciente propuesta del Presidente Uribe tiene que entenderse en el contexto de un nuevo escenario internacional marcado por el fin del discurso de lucha contra el terrorismo en los Estados Unidos, y una estrategia interna de acercamiento a las nuevas realidades políticas y paradigmas sociales. Si desde la Casa de Nariño se habla de paz es quizá porque se ha entendido que llegó el momento de cambiar de carril y hacer un giro hacia el centro.
Dados los antecedentes es bueno contextualizar el momento que vive Colombia, marcada por la crisis económica, la incertidumbre política, la zozobra ante el crecimiento de la inseguridad y el auge del narcotráfico. La paz siempre surge como una esperanza, un anhelo colectivo. Para el Ejecutivo hoy es más rentable, políticamente, hablar de tregua y diálogo que de guerra total, enemigos internos y terroristas. A muchos colombianos nos parece correcto el objetivo de la paz. La Iglesia Católica marcha en ese sentido.
Las Farc han sido refractarias a los llamados del Presidente Uribe. Los golpes militares del gobierno, sin embargo, duelen en la moral de las tropas revolucionarias, que soportan el embate oficial. Los jefes insurgentes no están dispuestos a negociar con Uribe sin haber alcanzado primero el Acuerdo Humanitario, que es un tema de honor del Secretariado General, mucho más después de la Operación Jaque.
Las Farc han optado por el diálogo epistolar con Colombianos por la Paz. Para ellas el modelo del Alto Comisionado para la Paz está agotado. Por eso han recrudecido sus operativos militares. No es derrotados como esperan llegar a una mesa de negociaciones.
Dada la magnitud del conflicto y sus altos costos para el país, bien harían las Farc en cogerle la caña al Presidente Uribe. Decretar una tregua unilateral, que debería dar paso a una agenda de cambios profundos en la manera como se entiende el conflicto armado. Necesitamos una tregua santa para salir de este víacrucis. Volver a Inicio > Politica social >
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