Colombia, miércoles 18 de agosto de 2010
--------------------------------HORACIO SERPA
El Presidente Juan Manuel Santos está imponiendo su sello personal a la política. Conciliador, sereno, pausado, reformador. Es dueño de un nuevo estilo que le conviene a la nación para reconciliarse con los vecinos y abrir las compuertas a la concordia nacional. A la par con el entendimiento con la comunidad internacional, las altas Cortes y los partidos, el mandatario debe avanzar en sus primeros cien días de gobierno en la implementación de una profunda reforma política que vigorice la democracia y nos conduzca a la convivencia.
En su discurso de posesión, el Presidente habló del tema con convicción democrática, trazándole un nuevo rumbo a la nación. Su propuesta de Unidad Nacional, busca “…un acuerdo en torno a la necesidad de tener una democracia vigorosa; una economía estable y próspera; una patria justa en lo económico y lo social; una nación segura y en paz”. Dejó en claro que “no quiero un país sin partidos ni sin controversias ideológicas. Colombia necesita partidos sólidos, serios y de vocación permanente, con posiciones diferentes sobre la sociedad y el Estado”.
Para lograrlo es urgente que convoque al país, a las colectividades, universidades y centros de pensamiento, a una reflexión profunda sobre la reforma política que necesitamos para dejar atrás los vergonzosos capítulos de nuestra historia reciente como la parapolítica; las chuzadas del DAS, que vulneraron los derechos de la oposición y las organizaciones sociales; la financiación de las campañas por grupos de poder y contratistas; la persecución a los medios de comunicación críticos del gobierno y las amenazas a la libertad de prensa; la banalización de los partidos políticos y la política.
Si queremos ser una democracia moderna y vigorosa debemos asegurarnos que serán investigados quienes hicieron pactos con el diablo para tomarse el poder político local, regional y nacional, saquear el erario, eliminar a sus rivales y llevarse por delante la democracia. Esos hechos no pueden repetirse. Pero para ello se necesita mucho más que buena voluntad. Se necesita Estado, autoridad, institucionalidad, cultura política, justicia, verdad y reparación de las víctimas.
El Primer Mandatario debe liderar que se cumpla el mandato constitucional de garantías a la oposición, para que nadie sea chuzado, perseguido, amenazado, exiliado o asesinado por sus ideas. Y reglamentar el acceso a los medios de comunicación, porque es hoy allí donde se legitiman las ideas, se construyen las percepciones y se gana el apoyo de la opinión pública. Tenemos que acabar con la enorme desproporción de cubrimiento noticioso que se da entre el gobierno y la oposición.
El Presidente Santos debe modernizar el sistema electoral para derrotar la abstención y actualizar los mecanismos de participación ciudadana, que siguen siendo un saludo a la bandera.
Lo más importante es fortalecer los partidos políticos, para que sean fuertes, democráticos e incluyentes y permitan el surgimiento de nuevos liderazgos. La reforma política es la llave de entrada a la paz. Hay que trabajar con celeridad en ese tema. Es una tarea impostergable.
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