HORACIO SERPA
Ya es hora de volver a hablar en serio del fin del conflicto armado interno. Después de cuatro años de frustración en El Caguán y ocho de seguridad democrática, es el momento de repensar con cabeza fría hacía dónde vamos y cuál es el futuro que nos merecemos. Sin paz no habrá prosperidad democrática. Y eso lo sabe el presidente electo Juan Manuel Santos.
Los halcones no han podido ganar la guerra ni la paz, a pesar de haber incrementado el presupuesto militar hasta sobrepasar el de educación, haber polarizado a la sociedad y convertido en enemigo a todo aquel que se atreviera a pronunciar la palabra diálogo. Aliados del terrorismo, fue el calificativo más escuchado en los últimos tiempos. Hoy, por fortuna, se respira un nuevo aire, reconociéndole a Uribe que conquistó importantes instancias de seguridad y tranquilidad.
Las declaraciones del Presidente Santos y su vicepresidente Garzón, han devuelto la esperanza de la reconciliación. Colombia pareciera estar entrando en una diplomacia de integración regional y paz, que le permita reconciliarse con el vecindario, generar nuevas oportunidades de inversión y desarrollo y explicar de mejor manera el conflicto armado que nos golpea desde hace más de 50 años. Cuatro millones de desplazados forzados, miles de falsos positivos, cientos de fosas comunes y un aparato del narcotráfico que parece indestructible hablan de nuestra tragedia.
La prosperidad democrática que desarrollará el Presidente Santos solo será posible si entre todos somos capaces de imaginarnos escenarios para la paz, que permitan aprender de las experiencias fallidas para no repetir los errores y escuchar la polifonía de voces que habitan nuestra democracia. Se necesita mucha imaginación, pero también mucho pragmatismo, para salir adelante. Tenemos que ser capaces de reinventarnos como nación, con cambios profundos y sostenibles en el ámbito social, político, económico, teniendo claro que hay que reparar a las víctimas y reincorporar a los futuros ex militantes de la guerra.
El mensaje del comandante de las Farc, Alfonso Cano, al entrante gobierno es un síntoma del nuevo clima político y las expectativas que se están generando. Ahora hay oportunidad para construir un consenso nacional en torno a una alternativa de paz. Sin los errores del pasado, sin concesiones y con la ayuda de la comunidad internacional, con la mediación de la Iglesia, el apoyo de los medios y la participación de la sociedad civil. Una experiencia novedosa y con los pies en la tierra.
Después de ocho años de seguridad democrática, las Farc deben saber que tienen que jugarle limpio a la paz. El Caguán y los secuestros han significado su entierro político y su debacle militar. Nadie está dispuesto a despejar un pedazo de tierra para dialogar, ni a firmarles un cheque en blanco. Si quieren sobrevivir a la historia tienen generar confianza y comenzar con la liberación de los secuestrados y la renuncia a ese delito de lesa humanidad. ¿Será capaz Cano de dar ese paso?
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