Mario González Vargas
Finalizada la cuarentena el país enfrenta las urgencias de la
reactivación de la economía, maltrecha después de la prolongada cuarentena que
vivimos, que empujó a la baja todos los índices de productividad y disparó
abruptamente el desempleo a niveles nunca alcanzados desde que se llevan estas
mediciones. La pandemia exigió de los gobiernos nacional y territoriales un
inmenso esfuerzo por preservar la salud y simultáneamente mitigar los impactos sobre
la economía, en medio de un escenario nunca enfrentado en los tiempos de vida
de todos los habitantes del planeta. Exigió el máximo de buen juicio, de
innovación y de capacidad de afrontar lo impredecible por parte de todas las
autoridades, así como para estimular la prudencia, precaución y disciplina de
la ciudadanía.
Después del largo confinamiento es necesario evaluar la gestión
realizada por los gobernantes para lidiar con la propagación de un virus
mortífero y desconocido y sus resultados sobre la vida y salud de la gente, así
como sus impactos sobre la economía de las sociedades a su cargo. Al gobierno
nacional le correspondió dictar las políticas de carácter nacional, pero su ejecución
en las entidades territoriales estuvo a cargo de sus respectivas autoridades.
En medio de las disimiles situaciones relativas a los tiempos de
expansión del contagio en las distintas regiones y de las diferentes políticas
aplicadas por los mandatarios, resulta sin embargo posible hacer un primer
balance y avizorar las medidas y objetivos para orientar la reactivación con
énfasis en la salud de los ciudadanos.
Desgraciadamente, la ciudad capital, a pesar de haber sido sometida a la
cuarentena más prolongada, arroja los peores resultados en todos los aspectos objeto
de medición. En términos económicos,
presenta resultados lamentables que indican un excesivo deterioro en la tasa de
empleo que alcanza un 25%, con una pérdida de más de un millón de empleos, y un
detrimento en el ingreso de los hogares de más de 22 billones de pesos. En mortalidad,
por millón de habitantes supera ampliamente a todas las capitales del país y,
con excepción de Lima, a todas las capitales de Iberoamérica. En el comercio,
sigue siendo la ciudad más rezagada del país, resultado inesperado para una
ciudad con los mayores ingresos y capacidad de endeudamiento, lo que indica un
déficit en la capacidad de gestión de la alcaldesa que muestra una
incontrolable propensión a ocultar sus omisiones arropada en controversias que constantemente
suscita con el presidente y sus ministros.
Ante la probabilidad de rebrote que Claudia auspicia con el estímulo a
protestas teñidas de vandalismo, no se percibe en ella disposición para
trabajar en unión del gobierno y empresarios que permita inversión en el empleo
y mayores transferencias a los más vulnerables, que estimulen la recuperación
de la salud y de la economía. Cuenta con las herramientas para hacerlo, pero no
logra dominar las contradicciones que la atormentan entre privilegiar su credo
ideológico o atender las responsabilidades de su cargo. Esa incapacidad se
torna en pesadilla para los bogotanos.
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