Son numerosos los desafíos que
se ciernen sobre Colombia en el 2021, pero quizás los más inminentes y
exigentes son los que atañen a la pandemia de la covid-19, a la consolidación
de la presencia del Estado en todo el territorio nacional y a las amenazas que
se ciernen sobre la seguridad nacional y la paz hemisférica.
La covid-19 ha sido un intruso
inesperado que ha sabido extender velozmente su hálito de muerte por todos los
confines del planeta y sumir a la humanidad en desesperanza cercana a la
impotencia, pero sin lograr la rendición de la especie ante ese silencioso,
invisible y despiadado enemigo. El
desconcierto dio paso rápidamente al despliegue creativo de la investigación
científica que permitiera la contención del azote y asegurara la persistencia de
la vida. Logradas las distintas vacunas, los retos que se confrontan no son
menores porque atañen a la capacidad logística de inmunización de las poblaciones
en plazos perentorios, a la posibilidad de adaptar sus efectos a las
imprevisibles mutaciones del endemoniado virus y a superar la desconfianza que
suscita la incertidumbre sobre su eficacia, el período de su protección y sus efectos
secundarios. Todos ellos exigen coordinación de las autoridades y prohibición
de egos desbordados y de intereses políticos subalternos y personales que hasta
hoy han afectado a algunos mandatarios locales.
Sobrevivir también entraña una
política eficiente de seguridad ciudadana. El Estado Colombiano no ha logrado
asentar su presencia en todo el territorio nacional ni ejercer en él el
monopolio de la fuerza legítima, lo que favorece la presencia de poderes
alternativos. La acción del gobierno no puede reducirse a la captura de los
capos de los GAOS, cuyas vacantes son cubiertas con prontitud, sino obedecer a
una estrategia que garantice la presencia y la acción de toda la
institucionalidad. Es la condición necesaria para la Paz. Sin ella, seguirá el
narcotráfico determinando la vida y la muerte en esas comarcas y deteriorando
la confianza ciudadana en la protección de la vida, honra y bienes de los
colombianos que es mandato constitucional de ineludible cumplimiento.
Venezuela es la principal
amenaza a la seguridad nacional de Colombia y a la paz hemisférica y la
solución escapa al esfuerzo nacional y a la acción del grupo de Lima, más aún
cuando elecciones presidenciales en Perú, Ecuador y Chile pueden afectar la
armonía de la acción de este Grupo. El
fin de la dictadura o su continuidad se encuentran fuertemente ligadas a
intereses de potencias extra continentales, Rusia, Turquía Irán y China, y a la
acción geoestratégica del gobierno de Biden en el escenario orbital. ¿Optará
por la contención o por el apaciguamiento, como lo hizo Obama cuyos resultados
fueron el empoderamiento de Cuba y la cercanía de Irán a la obtención de la
Bomba Atómica? La pusilanimidad de la Unión Europea (UE) en la verificación del
acuerdo nuclear con Irán y la amenaza persa de elevar al 20% el enriquecimiento
de uranio y de dotar de misiles a Venezuela, suponen retos inaceptables para
los Estados Unidos, que pueden ser objeto de negociación según las prioridades
que se les asignen. La decisión de la UE de retirar reconocimiento a Guaidó no
debe pasar desapercibida para el Gobierno de Colombia porque puede ser presagio
de insolidaridades insospechadas.
Nos encontramos en escenarios de
incertidumbre. Preparémonos.
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