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jueves, 18 de junio de 2015

HORRIPILANTE CONDUCTA DE PRETELT

Por Gerardo Delgado Silva
La Justicia, como expresé en otro escrito, reposa en los principios éticos de carácter fundamental que contiene la constitución, y que fijan al Derecho su verdadero sentido.
La Constitución Política y las leyes de cada país, establecen una red de medidas protectoras de los ciudadanos y sus derechos, fundadas todas en una valoración previa de los preceptos básicos, sobre los cuales se han de asentar los principios del bien, del derecho y de la justicia en ese Estado, de acuerdo con el sentido moral vigente, esto es, tal como los percibe la conciencia social del pueblo y los expresa, con mandato de ese pueblo, el legislador.  Cuando un ciudadano viola esos preceptos legales, sobreviene la reacción del Estado, o sea, la sanción.  Esto, en muy pocas palabras, explica el motivo de la Ley Penal.
Es útil recordar, que la Justicia Penal es uno de los instrumentos más aptos para la formación del bien moral, de aquel summum bonum que es el fin último de la convivencia humana, a través de jueces dotados de poder, de ciencia, de dignidad, de honradez, y títulos suficientes para engrandecer su sagrada misión.
Así pues, no pueden subsistir en Colombia tiempos ni espacios sin Derecho, en completas tinieblas y vacíos jurídicos.
Es pertinente reiterar, que es tanta la importancia de la justicia, que hasta la monarquía teocrática le rindió homenaje y le pagó tributo desde los más  antiguos tiempos.
Y cuenta la Biblia, que Salomón, cuando Dios le dijo: “Pídeme lo que quieras que yo te dé.”  Contestó: “Da, pues, a tu siervo corazón dócil para juzgar a tu pueblo, para distinguir entre lo bueno y lo malo”. 
Los magistrados judiciales en el mundo entero, son inamovibles mientras dure su buena conducta.  Si presentan prácticas vitandas, surge su propia caída.
Pues bien.  El pueblo pensante de nuestra patria, debe levantarse de su resignación ante hechos consumados como los del Señor Pretelt, pues todos nos hemos acostumbrado a una especie de fatalidad, que no acepta cambios.  Pero nuestro futuro no es la sumisión y el envilecimiento; el desenvolvimiento histórico nos permite vislumbrar en nuestras tierras se gesta una nueva visión, una nueva forma de concebir la integración social: En que la justicia es el pilar y soporte de una nueva sociedad, sin jueces corruptos, idea que nunca podrá ser arrasada, pues es una simiente que siempre ha acompañado al hombre y nunca lo dejará.
La Colombia honesta que es la mayoría, debe adelantar una verdadera cruzada en favor del prestigio de la justicia, pues con conductas como las del Magistrado, dentro y fuera de la Corte, es innegable que se ha llegado a extremos indecorosos de tal magnitud que afrentan la tradición otrora respetable de la administración de justicia en nuestra patria querida.
Quizás la resolución con que el Gobierno del Presidente Santos entregándose a esta labor de sanidad espiritual, alcance la finalidad redentora de devolvernos a los colombianos la seguridad de poder vivir y avanzar protegidos en nuestros fueros y dispuestos a librar valerosamente la batalla contra toda clase de hampones altos y bajos.
Tiene Colombia más que suficientes títulos de dignidad para acreditar su comportamiento que fija una posición de franco rechazo a cuanto viene urdiendo el Señor Pretelt.  Si no enfrentamos estos hechos el País se nos va a deshacer entre las manos.
No se puede, jamás, de un plumazo, borrar la dignidad de la justicia, ni la conciencia que debe tener el juez, de la dimensión de su cargo, precisamente por su misión sagrada.
Queremos que la inteligencia colombiana alumbre a la administración de justicia, ante este alud  de hechos oprobiosos, atribuidos por la prensa al Magistrado, que rompe con los valores jurídicos y morales que le han servido de soporte a la patria.
Se ha descorrido el velo también de un vórtice dantesco que entraña la conducta de ese magistrado, por unos acontecimientos como lo señala la Revista Semana del 7 al 14 de Junio de 2015, en la cual el destacadísimo columnista, que le ha rendido culto a la verdad, Daniel Coronel, afirma. “En Arboletes, Antioquia, la finca que el Magistrado rebautizó como La Corona, es realmente la suma de cinco predios procedentes de baldíos entregados por reformas agrarias…”.  “Más allá de la acumulación ilegal de baldíos – que de por sí sería suficiente – persiste una pregunta: ¿De dónde ha sacado este funcionario el dinero para comprar todas estas propiedades?”.
Las voces de apremio ante este comportamiento del magistrado, deben ser oídas por las autoridades erigidas, precisamente, para defender y sostener el orden jurídico.
Esa conducta, es un auto cabeza de proceso que pesa históricamente sobre quienes prohijaron el nombramiento de este magistrado, como el anterior presidente.  Causa verdadero pasmo, pero existe un vínculo de amistad con el paramilitar Mancuso, preso en Estados Unidos, y co-autor  de ominosos crímenes de lesa humanidad.
Es la situación de absoluto desorden jurídico, de corrupción del orden moral, como una mancha de oprobio que viene de arriba y se extiende por la nación contaminándola.
Alegoría clarificadora de lo que fue el Nazismo en Europa.
Todo esto, ha ido llevando a Colombia lentamente, con los ojos abiertos hacia el precipicio de su desintegración.  Por fortuna, como ya lo expresamos, el Gobierno de Santos si está luchando contra la peste, combatiendo el mal con heroísmo.
Para conseguir en la administración de justicia una impecable lucidez, se requiere por parte de quienes designan a los jueces, profundizar en el complejo mundo de la personalidad humana, dándole un valor especial a las dotes de juristas, eruditos, y eximios, transparentes, con fondo de humanidad profunda en la concepción del Derecho y la severidad de lo que conduce a la justicia, y que con su moral y virtudes, iluminen esta patria que amamos.
Que para ellos, la cosa pública sea un vaso santo, de auténtico patriotismo.

En el silencio de su desolación, la conciencia colectiva sin duda ante estos hechos, del magistrado, terminará expresándose algún día.  Entre tanto, la pregunta surge espontánea: ¿Hasta Cuándo?

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