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lunes, 12 de septiembre de 2011

NO SER INFERIORES AL RETO



---------------------------------Por Gerardo Delgado Silva
Como a otros pueblos en el pasado, a los colombianos nos está tocando pagar ahora un precio exorbitante por circunstancias que facilitaron entre nosotros el florecimiento del imperio del mal: la corrupción, la violencia, la industria mortal del narcotráfico, ese proceso vitando que nos ha causado inmensos daños en lo moral, en lo político y en lo económico.
Toda una marcha ominosa del delito, contra la cual el Gobierno del Presidente Santos, adelanta una verdadera cruzada en favor de la razón de ser del Estado, es decir, la justicia y su eficacia, en este necesario combate para ponerle un valladar infranqueable, al temible legado del señor Uribe.
Pero la justicia entraña a la vez derechos y deberes. Derechos en cuanto nos protege; deberes en cuanto exige nuestra cooperación. Infortunadamente lo de los deberes no siempre se cumple, porque realmente existe, por parte de muchos ciudadanos, temerosa complicidad ante la acción de las mafias, el hampa y los delincuentes de toda condición, lo cual no solo indica perversión de las costumbres sino que implica torpe barrera para la eficiente aplicación de la ley.
Es innegable que se ha llegado a extremos indecorosos de tal magnitud que afrentan la tradición otrora respetable de nuestra nacionalidad.
Una suerte de anestesia pública ha inhibido la respuesta ciudadana a los desmanes cometidos en el gobierno anterior, con las más ominosas violaciones de los derechos humanos, no obstante la desesperada aspiración del pueblo colombiano por la justicia. Es indispensable que el país contribuya en la decisión imperturbable del Presidente Santos de abrirle caminos a la sanidad espiritual, para alcanzar la finalidad redentora de garantizar el Estado Social de Derecho, cuyas instituciones se ven vulneradas por actos que destruyen su autoridad y convierten los organismos en instrumentos violatorios de toda fórmula moral, socavando los fundamentos mismos de la República.
El Presidente, está en otras palabras despejando la ruta para reconstruir a Colombia.
Es un recuerdo oportuno. Atendiendo al ideal griego, advertimos que, dotado el hombre de raciocinio, no ha de vivir solamente, sino vivir honestamente, porque su vida tiene que correr parejas con los ideales elevados que ha concebido la razón. Para cumplir este fin, es indispensable la existencia de una vida política y social. La organización política representa por esto, la forma suprema de la vida.
La concepción griega del Estado, como entidad compuesta de todos los ciudadanos, exige una participación activa de cada uno en la vida política. De aquí que la teoría griega sobre el Estado condujera, lógicamente a la democracia.
Lo que está claro es que, la democracia en nuestra sociedad falla por sus bases, si existe o construirla como en nuestro caso, se hace difícil, al tener que abrirse paso contra la que es, nada menos, una quiebra moral generalizada. En estas circunstancias, la pregunta obvia es: ¿Cómo se defiende una sociedad cruelmente atacada en forma tan generalizada, que busca socavar sus fundamentos y derrumbarla?
No permitiendo la impunidad, es la respuesta elemental, que se volvió tolerable en el anterior gobierno.
Los partidos políticos aniquilados, convertidos en tiendas de campaña electoral, ya no representan sino a una casta desacreditada y rechazada, la de los que buscan y encontraron la forma de pelechar con los dineros públicos, en actividad profesional y permanente, entregando a los más denigrantes estados antisociales el porvenir del país.
Los que son símbolos de lo bueno, en la Patria, a pesar de todo, creen que los partidos deben ser canales insustituibles para el servicio público, desinteresado y generoso. Esas reservas morales e intelectuales, están postradas, desprotegidas, bajo el alud del clientelismo, una abierta conducta criminal enlazada con el narcotráfico, el paramilitarismo y los negociados de los contratistas.
Y dentro de ese orden de ideas, ahí vienen las elecciones. Un imperativo para votar por los políticos decentes que aún quedan, los que no son nihilistas. Para todos los ciudadanos ha llegado otro momento de combatir el vórtice dantesco que aflige el rostro de la Patria. De mostrar su valor o cobardía, su dignidad o su vileza, su grandeza o su miseria, su fuerza para restablecer los valores, tan descaecidos ya, y se evite una degradación de la conciencia colectiva.
Tal el inmenso reto que nos han planteado estos años de oprobio, de comercio político y de inenarrable destrucción. Pero en medio del dolor, la desolación los malos olores que provienen de la olla podrida destapada, ciertos grupos políticos con descarado cinismo y perfidia, detrás de la invocación del interés general tienen un beneficio directo, llámese congresista, concejal, diputado, alcalde, gobernador, contratista. Reclaman los votos de la ciudadanía para continuar en las mismas prácticas dañinas, medrando al amparo de su poder. Posiblemente ya, en el enjambre de delitos contra mecanismos de participación democrática, los tienen comprados directa o indirectamente o con la coautoría violenta de paramilitares o subversivos, para constreñir a los sufragantes. La Nación toda está en la obligación de tener conciencia de que sin Dios, ley y moral, no puede haber progreso, fe ante los desafíos y fuerza para sortear todas las dificultades que se derivan de esta situación de anormalidad jurídica y de descomposición.
Anhelamos que la inteligencia colombiana alumbre al País. Porque no está contaminada con el dolo, no ha perdido su idealismo ni ha torcido el rumbo histórico de un pueblo que siempre ha dado ejemplos enaltecedores de dignidad y de grandeza. Es el momento de asumir con ánimo patriótico la personería del destino del País, para que no se sepulten de modo definitivo los atributos y virtudes que los colombianos creíamos imperecederos.
Lo que hace falta hoy a Colombia es una política de la inteligencia, para que cese la pesadilla, sigamos agitando nuestras banderas de la decencia y entonemos nuestro himno, en la esperanza de encontrar la armonía de la Patria. Como  en otra parecida ocasión lo recordó Cortázar, no habremos hablado para el silencio.

sábado, 15 de mayo de 2010

Fue el momento, no Uribe

Fuente: Revista Semana - Reenviado por José William Villarreal

Autor:  JUAN SEBASTIAN LOPEZ SALAZAR
Creada: mayo 13 de 2010

En 1998, Andrés Pastrana (grafica) ganó las elecciones proyectándose como el hombre que podría lograr la paz en Colombia. Su publicidad política radicó en una foto que se tomó con “Tirofijo”, la cual llenó a la gente de esperanza y unió a una parte del pueblo en un solo sentimiento.

Todo estaba dado para firmar la paz entre el Estado y la Guerrilla. Se cedió a las peticiones del grupo armado, zona de distensión sin Ejército. Se le darían las condiciones para un acuerdo de paz completo. Tenían la salida política al alcance de sus manos: Era el momento histórico perfecto para las Farc. Pero su miopía política lo arruinó todo.

Las Farc se creyeron ganadoras de una guerra y olvidaron el Estado y el sentimiento colectivo de los colombianos. Como siempre, creyendo lo más alejado de la realidad, que son el ejército del pueblo y poseen la solución, que nunca serán. “Simón Trinidad” daba declaraciones de triunfo en los medios de comunicación. Hasta trataron con desdén a Pastrana, que, casi arrodillándose, seguía con sus planes de paz.

Las Farc haciendo gala de su estado de interdicción olvidaron lo otro que hacía el Estado. Mientras se aprovechaban e hicieron del Caguán una zona del delito, Pastrana armaba el ejército, lo fortalecía, firmaba el Plan Colombia y hacía el conflicto colombiano de conocimiento internacional.

El sentimiento, la esperanza del pueblo se centró allí en esa mesa de paz. Estaba dispuesto a perdonar y a empezar de nuevo una Patria libre. En el momento en que Pastrana rompía la mesa de diálogo, el Estado no tenía una opción distinta de ir a combatir a las Farc. Las Farc no le daban otra alternativa al gobierno, que ya, para este momento, estaba fortalecido militarmente. Y el mundo era testigo de los atropellos que vivía la población.

Todo esto estallaba en un momento preelectoral, en el cual aparece Álvaro Uribe, quien supo encarnar el sentimiento de guerra, de matar o matar que para el momento abrigaban las mayorías en de la Colombia herida. Hecho que cegó al pueblo, que no entendió, que no era Uribe el único llamado a acabar con las Farc militarmente, si no que cualquier gobernante que llegara al poder--Lucho, Noemí, Serpa-- tenían la obligación de atacar, con fuerza, a las Farc.Y para ello ya tenían un nuevo Ejército y la ayuda internacional.

Así llegó Uribe al poder, con un plan de gobierno dictado por el momento histórico que vivía el País: Guerra. Y él sabía manejar el discurso. Pero Uribe siempre ha sido un personaje oscuro y siniestro. Había sido oscuro y siniestro en todos sus cargos públicos: Director de la Aeronáutica Civil, Gobernador de Antioquia, Senador de la República. Y fue un personaje oscuro y siniestro como Presidente y lo seguirá siendo ahora como ex-Presidente.

El 7 de agosto del presente año Uribe dejará el poder. Entregará una Patria herida y desecha. Una Patria que, sino fuera por Venezuela, sería el peor país de la región. Porque Uribe no cumplió con la misión que le dictaba el momento --acabar con las Farc--. Y deja consecuencias fatales para Colombia. Uribe es lo peor que le pudo pasar a Colombia. Implica un retroceso histórico sin igual. LEER MÁS...

domingo, 9 de agosto de 2009

¡Vayámonos a la guerra con Venezuela!


Fuente:Revista Semana.com
Por Daniel Samper Ospina


OPINIÓN Quiero tranquilizarlos: con los venezolanos nos hermanan la pobreza, la chabacanería, la mala televisión, los malos presidentes.
Domingo 2 Agosto 2009

Voy a ser arriesgado, pero las circunstancias lo ameritan: ante los graves hechos que están sucediendo frente a Venezuela, sugiero cambiar urgentemente al canciller Bermúdez y nombrar a alguien que tenga mayor destreza laboral, o que al menos se corte el pelo de vez en cuando. Si la patria lo requiere, yo mismo estoy dispuesto a aceptar tan alta responsabilidad y enfrentar a nuestros vecinos sin cobardía.

Sé que no tengo todas las credenciales que exige el gobierno de Uribe para pertenecer al servicio diplomático: que no soy hijo de José Obdulio, que no puedo votar a favor del referendo para que me premien con un puesto público. Pero, a cambio de eso, soy aguerrido. No me da miedo declararle la guerra a Venezuela, por ejemplo. Y además tengo la fórmula para que los venzamos.

Porque, no nos digamos mentiras, queridos amigos: no aguantamos una agresión más de los países de al lado. Y por agresión entiendo no tanto las alevosas declaraciones que el Presidente ecuatoriano emite frecuentemente, como las camisas sin cuello y con estampados andinos que se pone cuando las da. Son una verdadera provocación. No tenemos por qué soportarlo.

Pero es aun peor aguantar la alevosía de Chávez, y llegó el momento de enfrentarlo. Sé que más de uno pensará que es lamentable pelear con un país gemelo como Venezuela. Quiero tranquilizarlos: con ellos nos hermana la pobreza, la chabacanería, la mala televisión, los malos presidentes. Es una guerra en la que ninguna de las partes tienen mucho que perder, e incluso podemos salir ganando: ¿qué tal que en un cruce de bombas perdamos ciudades como Melgar o como Tunja?

Mi estrategia es muy sencilla y no depende de la ayuda norteamericana. No la necesito, pese a que admiro mucho al embajador Brownfield, entre otras cosas porque siempre he sospechado que se trata de un muñeco de ventrílocuo. Miren cómo modula, cómo voltea el cuello, la forma como parpadea. ¿Cómo consiguieron hacer algo tan perfecto? ¿Dónde se esconde el señor que lo mueve?

Es muy sencilla mi estrategia, digo, y se basa en el factor sorpresa. Empezaremos por hacerles creer que estamos en tónica constructiva, y enviaremos a una de nuestras mujeres del mundo de la política para que integre una comisión de conciliación en la frontera.

No puede ser Noemí, porque correríamos el riesgo de que le ofrezcan un buen puesto allá y termine defendiendo el "proyecto expansionista del comandante Chávez" sin mayor pudor. Al enemigo conviene atontarlo, adormilarlo, y en ese sentido una breve exposición de siete horas de la doctora Martha Lucía Ramírez, ojalá en el calor de Cúcuta y después del almuerzo, es suficiente.

Para reforzar la idea de que estamos en ánimo pacífico, convocaré otro concierto en la frontera, pero esta vez no con Juanes sino con Julio Nava. Y en medio de una canción rutinaria daré la orden de que le quiten el bozal para que se lance repentinamente sobre el público veneco y los acabe a furiosas dentelladas. Y que siga, que siga llanura adentro, por todo Zulia, liderando el glorioso batallón caníbal que dará las primeras victorias al pueblo nacional, guerrero rabioso, patriota valiente, coronel Julio Nava.

Pienso darle a la infantería escudos en relieve con la cara de Valencia Cossio y del ex canciller Araújo para que las fuerzas enemigas retrocedan. Hacer que el Ejército venezolano contrate a Yuri Chillán y a Samuel Moreno para que comanden un ataque aéreo desde unos globos aerostáticos que por la turbulencia del viento no puedan elevarse sino de 8 a 9 de la mañana, y que valgan un montón de plata. Instalar a los niños vallenatos en la Orinoquía para que nadie -salvo algunos sacerdotes- se atreva a entrar por la retaguardia. Conseguir que retransmitan los programas de Marlon Becerra en Maracaibo para provocar suicidios masivos. Y montar un campo de torturas en el que Poncho Rentaría lea a los presos sus columnas con un megáfono.

Parece despiadado, lo sé. Pero es vencer o morir. Si perdemos la guerra, queda de presidente Wilson Borja, el político colombiano más compatible con la línea chavista: compatible ya no por encajar en esa izquierda populista, anacrónica y grotesca que le quita espacio a una izquierda seria que oxigenaría de verdad a los países latinoamericanos, sino porque en ese club sólo aceptan gente que se vista mal. Si uno no tiene la facha de escolta de Ortega o los gruesos suéteres de vicuña de Evo o los pintorescos clergyman de Correa, es difícil que le abran espacio en el eje bolivariano. Borja no sólo sería soluble a todos ellos, sino que se realizaría intercambiando sombreros con Zelaya. Y cuando él suba, no tendremos más remedio que implorar por una visa gringa al embajador Brownfield, o al señor que lo maneja, que vaya a saber uno en qué parte del tórax se esconde. Volver a Inicio > Titulares >

miércoles, 20 de mayo de 2009

No DAS mas

Fuente: elnuevosiglo.com - Colombia, miércoles 20 de mayo de 2009

HORACIO SERPA
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Watergate fue un chiste frente a lo que esta ocurriendo con el escándalo de las chuzadas del DAS. Colombia no deja de sorprenderse con cada revelación que se conoce de esta conspiración para perseguir a la Corte Suprema de Justicia, intimidar a la oposición, escuchar ilegalmente a los periodistas y tejer una patraña digna de una autocracia.

El DAS dejó de ser un instrumento de seguridad interna para convertirse en una amenaza a la democracia. En una vergüenza. Hoy no debe existir. Los paramilitares infiltraron esa institución y luego se la tomaron, con Jorge Noguera a la cabeza, denunciado por varios testigos como miembro activo de las AUC, quien le reportaba directamente a Jorge 40 y a otros jefes de esa organización terrorista.

También se sabe que allí se recolectaba información de inteligencia contra líderes sindicales, estudiantiles, políticos, que luego se le entregaban a los paramilitares para que los asesinaran. Como sucedió con el profesor Andreís, en Barranquilla.

Una aberración de tal naturaleza no se ha visto en ningún otro Estado. Algo peor que los falsos positivos, que mantienen alertado al mundo entero, en especial a la Corte Penal Internacional. Hace rato dije que lo que había pasado con la captura paramilitar del DAS es como si Al Qaeda se hubiera tomado la CIA. Solo que en Colombia no pasa nada porque el buen muchacho que era Noguera está bien apadrinado y hay quienes se atreven a defenderlo, sin pudor alguno, desde las páginas editoriales de El Tiempo.

La Fiscalía lo ha acusado de haber ordenado la muerte de cuatro personas, pero nadie tiene muchas esperanzas de que la ley lo castigue.

Pero la salida de Noguera del DAS no significó la depuración de esa entidad. Las mafias del paramilitarismo siguieron entronizadas allí como si nada. Comprando información, chuzando, intimidando. Ahora se sabe que las escuchas ilegales nunca han cesado y que posiblemente las órdenes de seguir a la Corte Suprema, surgieron en las oficinas de algunos asesores de la Casa de Nariño. Según se supo públicamente el Capitán Lagos, otrora Jefe de Contrainteligencia, así lo ha planteado ante la Fiscalía, que se apresta a incluirlo en el programa de protección de testigos.

En Perú las cosas terminaron mal para Fujimori cuando se supo que quien mandaba era Montesinos. En Colombia muchos queremos saber quién es el Montesinos criollo que esta detrás de esta estrategia macabra de terror desde una dependencia oficial.

Como si fuéramos enemigos, nuestras voces y nuestros pasos están siendo monitoreados clandestinamente. Me enteré por El Espectador que en el 2006 el DAS infiltró mi campaña presidencial. Nada raro que lo estén haciendo ahora que soy gobernador. Es claro que nadie estará seguro mientras el DAS exista.

Esa institución es un cadáver viviente. Un fantasma tenebroso. Sus recientes ex directivos deben ser juzgados, sancionados. Unos por incapaces, otros por traición a la patria. Por cómplices del paramilitarismo, por enemigos de la democracia. El DAS asusta. Hiede. Que lo sepulten. Noticias relacionadas >

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