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lunes, 20 de enero de 2014

Sentimiento y solidaridad

                          Por: Pedro Gerardo Tabares C.
Al registrarse 25 años del malhadado hecho de la Rochela, de trascendencia internacional en la justicia, servidores judiciales hicieron alto en sus labores al iniciar la jornada, para implorar al altísimo la protección de la vida, que en aquel lugar desapareció cuando los operadores de justicia cumplieron su deber, y solamente a través de la intervención internacional se orientaron decisiones aún no cumplidas.
Tal situación lleva a reflexionar sobre el alcance de la actuación supra-Estado en decisiones judiciales, que pueden  agotarse en las administrativas, como la relación a las connotaciones del “alcalde mayor”, que definió la Constitución, frente a ley posterior que se defiende con ahínco en la interpretación sobre lo cual ya hemos pergeñado alguna apreciación con base en las normas.
Ahora conviene solamente hacer énfasis en una realidad ineludible que se relaciona con interpretaciones de juristas que después de cumplir su preparación en el país, han recibido con fines orientados a la cátedra, conocimientos más allá de las fronteras patrias y que cuando emiten concepto desde un punto de vista teórico, pueden orientar, siempre y cuando no olviden las directrices de interpretación, que ni siquiera son fruto de la nueva Constitución, sino consagrada en normas centenarias que por su trascendencia teórica y fuentes, se aplican en las decisiones de la honorable Corte, que guarda el cumplimiento de la carta.
Precisamente, la nueva jurisdicción surgió con la  difícil concreción que ha llevado a la evolución en la aplicación de la acción de tutela que tantos beneficios  ha reportado al ciudadano corriente, hasta el punto que han dado parámetros  para orientarla contra decisiones judiciales y hasta para aplicar la jurisprudencia, que tiene apoyo en el nuevo Código de Procedimiento y de lo Contencioso Administrativo.

De esta orientación  surge que el Sr. Juez de tutela por ser constitucional debe aplicar la normatividad superior, y de ahí  los omnímodos poderes que tiene para examinar vías de hecho y error judicial, con una facultad no comúnmente aplicada como la suspensión provisional que también tiene orientación jurisprudencial amplia, para los casos en que la aplicación de normas de orden jerárquico se desconozcan, sobre lo cual cualquier referencia con desconocimiento de la tipicidad de la conducta es errado, pues en el evento de los contratos  la elección del procedimiento para su adjudicación tiene exclusiones, como hacerla por considerar la necesidad de  atender situaciones específicas que el texto legal erige como urgencia que debe ser atendida. Con ello se puede concluir que cualquier debate con explicación teórica de interpretación no pasa de ser un ejercicio enriquecedor, pero mientras existan interpretaciones con fuerza jurisdiccional, ellas serán las que deban acatarse y en especial las de rango constitucional que se han encargado a todos los Señores jueces de la República.

miércoles, 17 de julio de 2013

Solidaridad con el país, del proceso de paz

Gilberto Echeverry y Guillermo Gaviria
Horacio Serpa
El proceso de paz exige un gran sentido de solidaridad con el país. Ha sido medio siglo de barbaridades, imputables a las guerrillas, a los paramilitares, a quienes desde el Estado han cometido abusos, arbitrariedades y delitos. También a los narcotraficantes, cuyas acciones delincuenciales y violencia han estado vinculados al conflicto, apoyando a unos o a otros, incidiendo con sus propias atrocidades, al incremento de  la inhumana conflagración.
De ahí que cuando se habla de reconciliación surjan tantas inquietudes y reparos. Hay mucho rechazo a que los acuerdos conlleven definiciones que terminen creando connivencia con el crimen, exculpando los delitos de lesa humanidad, permitiendo que a la altas esferas políticas del país puedan llegar quienes han afrentado en materia grave a la comunidad con crímenes que no merecen perdón.
Soy de los que creen en la necesidad de encontrar salidas que permitan poner fin al conflicto. No serán ya las amnistías y los indultos de otras épocas y de ninguna manera la exculpación para los autores de delitos de lesa humanidad. Existe la justicia transicional y no puede dejar de tenerse en cuenta que en materia penal las responsabilidades no son globales sino personales. Así genere controversia y el argumento no guste, debe examinarse la intencionalidad política que existe en la formación de las estructuras guerrilleras.
No obstante, en desarrollo de esta prolongada e inhumana guerra han ocurrido muchísimos casos que no corresponden al enfrentamiento armado entre Estado y subversivos. Son las víctimas inocentes, desarmadas, indefensas. Como lo fueron el exministro Gilberto Echeverry y el Gobernador Guillermo Echeverry. Increíble lo que pasó. Eran adalides de la paz, convencidos de la necesidad de la solución política del conflicto, comprometidos con la causa de la no violencia. Fueron secuestrados precisamente cuando iban al frente de una marcha por la paz en Antioquia.
Dos grandes seres humanos. Duele mucho pensar en su injusto cautiverio y en la forma cobarde como fueron asesinados. Ningún crimen se justifica pero a algunos se les busca explicación. A estos no, imposible. Guillermo y Gilberto fueron masacrados a mansalva, para sentar un precedente malvado, absurdo, en un acto horrible que sigue generando indignación.  
Recordar a Gilberto y a Guillermo es traer a la memoria a dos personas consagradas al servicio público. Íntegros, realizadores, optimistas, con un sentido progresista de la política, practicantes del criterio de la solidaridad. Por eso cayeron, porque no deseaban que se prolongara la guerra ni que la violencia abrazara hasta su destrucción a tanta gente inocente.
De vivir, hoy estarían luchando porque saliera adelante el proceso de paz en La Habana. No soy capaz de decir que su sacrificio debe servir para construir instancias de perdón y reconciliación. Muchos sabemos lo que ha significado su ausencia en los campos del servicio y de la política y Dios conoce el sufrimiento enorme de sus familiares y allegados. Pero me atrevo a pedir que acabemos esta guerra para que no muera la gente  buena como Guillermo y Gilberto.
Bogotá D.C., 16 de Julio del 2013 - Colomna, Nuevo Siglo

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