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miércoles, 26 de diciembre de 2012

Felices Pascuas

                                                     Horacio Serpa
Acabamos de gozar una de las fechas más estimadas por la comunidad cristiana: la Navidad, el nacimiento del Niño y la rememoración de todos los principios que surgieron del ejemplo de Jesús. La Nochebuena que acaba de pasar, con sus fiestas y los regalos, es la confirmación de un compromiso de vida, que nos induce a ser mejores, más solidarios, mucho más íntegros, generosos en la familia y condescendientes en comunidad.
De tantas cosas que queremos, ninguna es tan necesaria, tan ecuménica, como la paz. No hay en el País casi nadie que sepa lo que es una vida tranquila  y pacífica. Es un horror decirlo, pero es la verdad. Tal vez los más ancianos, los de 80 y 90 años, en la niñez gozaron un período de paz. Pero a buen seguro que desde   su juventud solo han registrado violencia y han sido muchos los parientes y amigos, compañeros de trabajo y copartidarios, paisanos, a los que han llorado con  indignación.
De allá para acá, todas y todos han sufrido directamente la violencia o sus consecuencias. Una de ellas, por cierto, es la pobreza, que afecta a la mitad de nuestra población. Es la ingrata secuela de una guerra atroz, que primero comprometió a liberales y conservadores durante 15 años en sangriento aquelarre, y luego se hizo insensata, despiadada y destructora con el accionar de guerrillas, paramilitarismo, narcotráfico y delincuencia común. Ha sido el reciclar de la barbaridad en todas las modalidades y en todas las dosis. Un desastre total.
Los cristianos de todas las religiones, de todos los partidos, de las diferentes condiciones sociales y económicas, en las distintas regiones, aprovechamos estos días para imponernos deberes y hacer fe de mejores comportamientos y actitudes. Ninguna definición mejor ni promesa más altruista, que volvernos estandartes de la convivencia. 
Ello implica apoyar el proceso de paz que el gobierno del presidente Santos y las farc adelantan en La Habana. Nos dicen las noticias que las conversaciones van bien, avanzando con paso seguro. Dichos comentarios son motivo de alegría y han de servirnos para comprometernos fielmente a colaborar en todo lo que sea necesario para que de esa mesa de deliberaciones salga un compromiso ineludible de poner fin al conflicto armado.
Con frecuencia se pregunta, ¿cómo ayudar?.  Solo con tener una voluntad sincera proclive a los acuerdos y la firme decisión de cooperar en el cumplimiento de estos, en cuanto correspondan a la comunidad, es una magnífica participación.
Ella implica desatender a los agentes de la violenta lucha interna. Porque hay personas y organizaciones que desean la continuación de la guerra fratricida. Dígase lo que se diga, es una conflagración violenta entre colombianos, con víctimas exclusivamente colombianas y con daños profundos, incurables a la sociedad colombiana.
Entonces, con un sentimiento colombiano, con espíritu cristiano, asumamos un firme, decidido, inclaudicable respaldo a la paz. Que esa sea la promesa para el nuevo año, en el que seamos tolerantes, demócratas, equitativos y solidarios. FELICES PASCUAS Y MUCHOS ABRAZOS,
Popayán, 24 Diciembre, 2012
Publicada en el Nuevo Siglo

martes, 16 de octubre de 2012

La felicidad en familia

         QUIERO MORIR DIGNAMENTE
Horacio Serpa
Me encuentro bien de salud. Hace menos de dos meses nos practicaron a Rosita y a mi los exámenes ejecutivos en la Clínica Reina Sofía y pasamos con buenas calificaciones. Estoy bien de la tensión arterial, bien del corazón, salió buena la prueba de esfuerzo, la ecografía de órganos vitales y la endoscopia estomacal también resultaron buenas. Si, claro, también me examinaron la próstata: antígeno prostático, ecografía y tacto rectal. Los tres exámenes bien.
Manifiesto que no me quiero morir. Vivo feliz, con Rosita, Sandrita y Andrés con Sebastian y Nicolás, Rosita hija, Horacio José y el resto de familia. También soy feliz con los amigos, con mis actividades. Amo la vida.
Para escribir este artículo hablé con Rosita. Al principio no estuvo muy de acuerdo pero finalmente accedió. ¿Por qué le comenté? Voy a escribir sobre la muerte y no quiero que ella o nuestros chicos se sientan incómodos. Los párrafos anteriores son  para que nadie crea que estoy en artículo mortis.
En el Congreso se está tramitando un proyecto de ley que busca la aprobación de la eutanasia, por virtud de la cual sería permitido en Colombia inducir la muerte para evitar sufrimientos a los pacientes terminales o a quienes habiendo perdido sus funciones intelectuales no tienen oportunidad ninguna de recuperación. También para evitar sufrimientos a los allegados y gastos injustificados que muchas veces arruinan a las familias sin ningún sentido.
Estoy de acuerdo con que eso se haga y como ciudadano solicito a los Congresistas la aprobación del proyecto de ley. Es humanitario y de elemental solidaridad social. No es justo con el paciente ni con sus seres queridos prolongarle la vida artificialmente. Lo rechaza la ciencia médica. No es aceptable que se interpongan razones religiosas sabiendo que Dios es el Ser mas justo y comprensivo. 
La muerte es parte de la vida. Nadie está exento de padecer graves enfermedades irrecuperables o de sufrir accidentes traumáticos. Grato es vivir mucho tiempo, pero con la vejez prolongada llegan procesos degenerativos y la irremediable pérdida de las funciones vitales, entre ellas la memoria. No vale la pena estar muerto en vida.
Considero reprobable que a una persona otrora inteligente, alegre, diligente, productiva, eficiente, se le condene a permanecer postrado en una cama, inútil, sumida en el dolor y la desesperación o ida, sin consciencia.
No deseo ser una de esas personas. La vida se agota cuando no se puede ser feliz ni hacer dichosos a los demás. Si no se puede pensar, no hay vida. No hay vida cuando se inspira lástima. Solo respirar y quejarse, no es vida. La llamada vida vegetal es peor que la muerte. La panacea para estas horas críticas, es la eutanasia.
Quiero morir dignamente. Y el día esté lejano, como escribió Barba Jacob. Quiero irme tranquilo, sin sufrir y sin hacer sufrir, decorosamente como he vivido, recordando a Amado Nervo: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida nada me debes! ¡Vida estamos en paz!
Bogotá D.C.,17 de Octubre, 2012

martes, 8 de mayo de 2012

La niñez y la juventud en camino al abismo

Por: Bernardo Socha Acosta


La ascendente carrera que llevan, la niñez y la juventud  hacia un futuro  escalofriante parece no tener control ni remedio.
Las autoridades buscan, como dice el adagio, la calentura en las sábanas, seguramente por respeto o ignorando simplemente el origen del gravísimo fenómeno.
Desde las pequeñas sociedades, la familia,  muchos niños y jóvenes, comienzan el camino del delito, amparados por las normas que les han dado  nuestros legisladores, seguramente de buena intención, sin conocimiento de lo que significa con todos los elementos vitales, la formación de un ser humano, desde sus primero años de vida. Esto no es solo que los niños lleguen y ocupen cunas de oro y que no les falte el alimento. Esa misión representa mucho más de lo que desprevenidamente pensamos.
Hoy cuando lamentablemente los padres de familia son amedrentados por muchos niños y jóvenes   para que  no se interpongan en el libre 'albedrío,' se acabó la autoridad en el hogar y esa nueva sociedad está en el peor, triste y lamentable   camino de  destrucción y de representar el peor de los riesgos de un país que volverá seguramente a las viejas y arcaicas prácticas de la ley del más fuerte y mucho peor. Eso es lo que se puede visualizar cuando vemos algunos niños y jóvenes que les pegan a sus padres y hasta atentan contra sus vidas.  Pero qué decir de los vergonzosos  actos que esos, algunos, alumnos cometen en las escuelas y colegios, contra sus mismos compañeros y ahora últimamente contra los educadores, a quienes intentan eliminar.  
Ahora, como un padre de familia o un educador no puede  corregir a los menores, porque según las normas se les está violando sus derechos, el estado tendrá que responder más tarde por su responsabilidad. Cuándo se veía (hace unos 40 o más años) que en una forma tan generalizada los hijos se levanten contra sus padres y los alumnos saquen corriendo de los establecimientos educativos a sus educadores, (si se les puede decir así,)  porque ya no son educadores, amen de las normas que los ha convertido en una guías; educar significa tener autoridad para poder formar.  Y… la responsabilidad ¿de quién es? Pues de esas normas que aunque respetables, han abierto la puerta sin ningún control  para que la sociedad del futuro se convierta en un bumerán...
En manos de los legisladores y el gobierno, está  la búsqueda de una solución, no construyendo más  Centros para resocialización del menor y cárceles para castigar a los ciudadanos, sino previniendo lo peor que se le avecina a Colombia, tomando como base lo que ya estamos  viviendo lamentablemente y que permanecerá como infortunio social por algunos años, y se incrementará o se solucionará, de acuerdo a como actúen ya  nuestros gobernantes y quienes tienen la misión de legislar.
Esque, construir la sociedad  que queremos, no se hace con normas que derrumben las leyes naturales, desautorizando  a quienes desde tiempos remotos han tenido la misión de orientar y formar a cada uno de los futuros ciudadanos.
Hoy con los factores de desigualdad social y económica, miseria, hambre, delincuencia, prostitución y muchos factores más, si le sumamos la tolerancia de anarquía de la niñez y la juventud,  no sabemos hasta dónde vamos a llegar.  O será que estamos esperando que veamos algo peor.

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