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sábado, 12 de noviembre de 2022

Colombia no puede dejar más delincuentes en las calles

Por: Bernardo Socha Acosta
Nunca Colombia había vivido una ola de criminalidad urbana, como la que está ocurriendo, fenómeno que nadie puede ignorar por su aguda amenaza y crudeza conque actúan sus actores, sin miedo y sin justicia.

Los integrantes de las bandas delincuenciales, de delitos comunes, se ríen de sus fechorías en la cara de las autoridades, porque, pareciera que para ellos no hay ley.

Pero lo peor es que, la policía o el ejército duran uno, dos o más años haciéndole seguimiento y estudio a las bandas criminales y cuando menos se espera dan el golpe y capturan a esos delincuentes, que para la ciudadanía de bien es un motivo de alegría por el alivio a la zozobra que la mantiene aprisionada por tanta inseguridad. Pero luego viene lo increíble, lo inaudito, lo insólito, lo asombroso y quien sabe cuántos adjetivos más, y es que, esos capturados son dejados libres por la justicia en solo unas horas.  Eso le produce a las comunidades el peor impacto sin sabor de la vida; y son hecho de la justicia que  las  hace reaccionar con rabia, rencor y odio. Y, de ahí se genera otro fenómeno más y tiene que ver con la justicia privada para buscar una aparente solución, cuyos presuntos… o  responsables, si se van a la cárcel con sentencias increíbles, mientras los criminales quedan burlándose de la sociedad y hasta de las autoridades. Esa es la razón para que un alto número de colombianos tenga a la justicia en un plano… de incredulidad.  

Bueno, pero muchos ignoran la proveniencia de la mayoría de los integrantes de esas bandas criminales. Es indignante y odioso mirar con retrovisor, pero cuando se trata de desenmascarar a responsables, hay que decirlo para no caer en el delito de encubridores.

Recuerden que el gobierno anterior alardeó diciendo que estaba descongestionando las cárceles. Pues sí. Lo hizo, pero dejando 29 mil presos en libertad, de los cuales, si bien muchos son personas honestas y que por un error cayeron en prisión,  pero fue una lección para regenerarse, la mayoría desgraciadamente para los colombianos, son delincuentes de siete suelas que salieron de las cárceles a conformar organizaciones criminales para apoderarse del país;  gravísima situación que se suma a los peligrosos antisociales llegados del país vecino que todos sabemos y que todos los días cometen atracos, robos y asesinatos. Y... tambien muchos, son dejados en libertad porque no son un peligro para la sociedad...

Con esta azarosa y triste realidad que hoy se apodera de una sociedad indefensa, el actual gobierno y el congreso de la república, debe pensar muy bien en la formulación de leyes al respecto, porque no puede Colombia albergar en las calles a más bandidos; de lo contrario la historia de los grupos de autodefensa indiscutiblemente volverán para defender a la sociedad de bien y esto se convertirá en un caos.  Colombia no puede dejar más delincuentes en  las calles.

Competir para ganar

Mario González Vargas
No nos hemos percatado de los cambios que se han surtido en las últimas décadas en todos los órdenes de las sociedades humanas. Vivimos hoy inmersos en un mundo digital en el que las personas almacenan, acogen y emiten datos de forma casi ilimitada y establecen un mundo de relaciones y de información que no requiere ni se vale de intermediarios. Las consecuencias sobre las relaciones de los humanos son enormes en todos sus ámbitos porque ya nadie media en procura de ellas, sino que cada individuo se presenta y se representa a sí mismo en un escenario abierto hacia el infinito.

Asistimos por consiguiente a una transformación radical de la política en todas sus formas de llevarla a cabo, de vivirla y de las causas que la animan. La política no se vive y se ejecuta al interior de los partidos políticos que se redujeron a la administración burocrática, sino en los movimientos sociales caracterizados por antagonismos específicos, convertidos en fundamentales, que pretenden erigirse en nuevas formas de mirar y vivir el mundo; sexo, genero, medio ambiente, inmigración, animalismo, racialismo, indigenismo, entre otros, que se traducen en enfrentamientos que pugnan por reconocimiento cultural y cuyas batallas se libran en el espacio digital con el que despojaron a los medios de comunicación del monopolio de la información y de la generación de opinión.

La política en Colombia no escapa a esos desafíos. El poder recién entronizado se viene esforzando en construir relatos que expanden por el mundo digital, y que se nutren de posverdades que circulan por las redes, sin contención ni posibilidad de verificación para moldear una opinión pública indefensa ante la marea que en ellas se expresan. La sociedad esclavista que el presidente describe en sus discursos, su banalización del régimen de Maduro y de sus violaciones continuas a los DDHH, la paz total con perdón y olvido para toda delincuencia, la estigmatización del empresariado, su cómica amenaza en Paris de que si Colombia y Venezuela utilizaran sus reservas de petróleo y de carbón la humanidad moriría, su confusa tesis de prevalencia de la humanidad sobre los mercados, y sus constantes invectivas a la oposición, indican que la sistemática utilización política de las redes puede traducirse en mayor posibilidad de aniquilación de la democracia.

Ese mundo digital implica peligros que hoy no sabemos confrontar. La oposición debe reinventarse de conformidad con los retos que se enfrentan. El dialogo tan preciado en democracia, en manos de aprendices de sátrapas, se convierte en instrumento de control que desincentiva la crítica y desanima al descontento. El abandonar o abusar de la calle, escenario tradicional de protesta, puede determinar el final de la expresión política democrática y el principio del predominio tecnológico sin controles, que siempre apunta a la homogenización de las sociedades. En el mundo del Big Data toda comunicación se convierte en registro y permite al poder y al político saber lo que la gente espera de ellos. La presencia en las redes, que es el ágora de hoy, debe reinventarse para desentrañar falacias, mentiras y manipulaciones de la opinión. Competir para ganar.

sábado, 5 de noviembre de 2022

La letra P y el caos reinante

Mario González Vargas
El ritmo desenfrenado que el presidente Petro imprime a la aprobación de sus reformas permite develar una inquietante improvisación que se ha convertido en la impronta del gobierno del cambio. No se trata de las alucinadas declaraciones de la ministra de Minas y Energía, o del radicalismo teórico de la responsable del ambiente, sino de una conducta del gobierno bajo la batuta del propio presidente. La marea de discursos y trinos del primer mandatario que gozan de todas las características de un populismo convertido en instrumento de gobierno, ha desencadenado una febril acumulación de imprudencias y alimentado proyectos legislativos, que no solo siembran inquietudes en el escenario local, sino que también han producido efectos perniciosos en los ámbitos internacionales.

Empezamos a padecer las consecuencias de su patológico comportamiento. A escasos 90 días de ejercicio del poder, sus mensajes y la rabiosa animosidad contra los hidrocarburos aceleraron la devaluación del peso, la inflación y una inquietante fuga de capitales, que no se pueden contener con divagaciones de aprendiz en economía o con zarpazos de sátrapa a Ecopetrol para anular su independencia y afectar el valor de sus acciones. La reforma tributaria confirma las probabilidades de una recesión y de incumplimiento de la deuda externa que no se conjuran con excesos populistas.

La paz es el más preciado bien de una democracia. Se supone que una paz total representa la más anhelada conquista que dispensa un régimen de libertades, porque es a la vez un derecho y un deber, como reza nuestra constitución. Por ello no se puede menoscabar elevando el estatus de responsables de delitos de lesa humanidad y de crímenes atroces cometidos en provecho exclusivo de los dividendos que procuran los delitos comunes. La reforma a la ley de orden público olvidó ese elemental deber, no solo en relación con el Eln, sino también, en lo que atañe a las organizaciones narcotraficantes. Insistir en la naturaleza política del Eln, hoy totalmente sumergido en el narcotráfico y el terrorismo, y otorgarle el beneficio de ejecución inmediata de acuerdos parciales, le concede derechos sin un improbable acuerdo final que los legitime, y constituye una especie de rendición anticipada y un antecedente inadmisible para el acogimiento de los carteles de la droga. Sumar al relanzamiento del comercio con la Venezuela de Maduro, la ingenua pretensión de combatir a las mafias, de cuya actividad se lucran las autoridades venezolanas, corresponde a un improvisado arranque de hermandad ideológica que extendió Petro con la inaudita invitación a que el sátrapa se reincorpore al sistema hemisférico de DDHH.

Este fin de semana en Egipto asistiremos a la reedición del discurso del presidente ante la Asamblea General de Naciones Unidas, pletórico de postverdades, en el que sentenció que el petróleo es más dañino que la cocaína y que la coca es la responsable de la deforestación del Amazonas. Moisés Naím sostiene que vivimos en un tiempo socialmente convulso, alimentado por conductas cuyos nombres empiezan por la letra P: Populismo, Polarización y Postverdad, a las que los colombianos agregaremos la P de Petro.

sábado, 29 de octubre de 2022

¿Quo vadis Petro?

Mario González Vargas
Los ochenta días de la presidencia de Petro suscitan incertidumbre sobre el rumbo del país, El presidente no logra orden ni consensos entre las varias tendencias de los partidos de gobierno y de su izquierda, lo que lo obliga a mostrar, unas veces condescendencia, y otras, agresividad mal contenida. Esa ambivalencia cohíbe a sus más pausados colaboradores y otorga franquicia a los iluminados de su gabinete, provocando que sus ministros casi siempre ejecuten partituras diferentes, cuando no incompatibles, mientras él, que se considera navegante avezado, se confiere la libertad de mostrarse indiferente o ajeno a las diferencias que suscita. Formado en la cantera de la izquierda del siglo pasado, da señales confusas sobre sus preferencias entre las diversas tendencias que hoy se expresan en ella, herederos entusiastas o tímidos revisionistas del vetusto marxismo leninismo.

Deng Xiaoping entendió que la dictadura del proletariado era incompatible con las realidades de un mundo posindustrial que trajo consigo cambios sustanciales en las fuerzas de producción, y elevaron el conocimiento, la información y la innovación al rango de elementos determinantes de la sociedad contemporánea. Su reflexión lo condujo a la versión del capitalismo totalitario que hoy encarna Xi Jingping, que permite estimular riquezas siempre que ellas no generen libertades. Encarna la necesidad de mudar de regímenes como el cubano o el norcoreano, al de la China, de riquezas permitidas, pero sin derechos.

La versión progresista, no menos disruptiva, es aquella que pretende destruir para crear, en la consideración de que nada nuevo puede emerger de cimientos viejos. Procura edificar un mundo sobre las ideas de los arquitectos de mundos ideales. En su versión radical, adversa los valores hoy predominantes en las sociedades de Occidente, combate al capitalismo y a la democracia, y desconoce el valor aleccionador de la historia en la creación de nuevos arquetipos en las sociedades humanas. Su bandera más común es el igualitarismo, nueva y potente utopía que obliga a constreñir a los seres humanos al más bajo denominador común, a pesar de la diversidad natural que caracteriza a la especie.

Recientemente, ha emergido una concepción ecléctica que pretende distanciarse de los predicadores de apocalipsis y aboga por un nuevo “contrato social” que atempere el poder absoluto del estado y permita la acción conjunta de los sectores públicos y privado para enfrentar los desafíos del presente, en la consideración de que redistribuir exige primero producir, cualquiera que sea la convicción que se profese. Petro navega a la deriva en medio de tormentas que se esfuerza por potenciar. Su apego al “decrecimiento”, su paz total con impunidad general, la transición energética a toda costa y todo costo, la discriminación del empresariado y del emprendimiento, y la cortesana cercanía a los sátrapas del hemisferio, parecen señalar una ruta más cercana a los postulados de Lenin o a las premisas de Deng Xiaoping que a las recomendaciones de Mariana Mazzucato. Mala opción, que podría hacer cierta la predicción de que al régimen naciente lo tumbará su propia izquierda, en ejercicio de antropofagia bien conocida en sus filas.

sábado, 22 de octubre de 2022

En el sendero del desastre

Mario González Vargas
El presidente Petro conjuga con inusual frecuencia la prudencia exigida al gobernante con la retórica agresiva y discriminatoria cuando procede a comunicar sus visiones y medidas de gobierno. En reuniones con autoridades extranjeras, en conversaciones privadas con opositores, con dirigentes gremiales, o con medios de comunicación nacionales y extranjeros, ha optado por cierta contención que dificulta desentrañar la naturaleza de sus propósitos y la dimensión real de la voluntad política que lo anima. Por el contrario, con sus mensajes por las redes sociales y especialmente con sus elucubraciones en manifestaciones y eventos públicos, ha dado rienda suelta al torrente verbal con el que notifica su decálogo ideológico y las políticas que de ese pretendido catecismo serán ejecutadas. A los primeros, conforta o confunde y a los demás entusiasma o aterra, según sea su aproximación al presidente o su inclinación política y preferencia ideológica.

Su emoción oratoria prevalece en medio de las incertidumbres que se multiplican en el país y en un mundo convulsionado por la crisis que acecha, y que no aminorará con el expediente de señalar enemigos internos a los pocos ministros que mantienen cordura, ni menos aún con la manida acusación de imputar a los Estados Unidos de “prácticamente estar arruinando todas las economías del mundo” y endilgarle el oprobio de saquear a la América Latina, como si semejante desatino pudiera permitirle convocarnos a todos a paliar los efectos de las dificultades que nos esperan.

No contento con ello, el presidente ha tomado el atajo de introducir en el proyecto de ley de reforma del orden público tres orangutanes indigeribles. El primero, imbuido de ese afán enfermizo de perdonar a cuanto criminal pueda, sin importar los secuestros, asesinatos, y el vandalismo generalizados, y en aras de una paz total fundada en el perdón al victimario y el olvido de la víctima, faculta al presidente de la república “para otorgar indultos a aquellas personas que hayan sido condenadas por conductas desplegadas en contextos relacionados con el ejercicio del derecho a la protesta social”. Pretensión contraria a la norma constitucional que dispone que el Congreso no puede conceder indultos por delitos comunes, porque carecen de la motivación altruista que se configura en los delitos políticos. El segundo, faculta al presidente para designar como promotores de convivencia a quienes ejecutaron esas acciones terroristas, sin mediar siquiera propósito de enmienda. El tercero permite la ejecución inmediata de acuerdos parciales en las negociaciones con todas las organizaciones criminales, sin importar que no se hayan suscrito acuerdos finales. Todo ello sugiere la posible reedición en Colombia de tenebrosos colectivos, como los de Maduro, que dictarán las condiciones de seguridad de los desamparados ciudadanos. Esas persistentes conductas se reflejaron en la reciente encuesta de Invamer que registra el desplome de la favorabilidad del presidente y la duplicación de su desaprobación, e impactarán al cotarro político. Esas cifras inesperadas para la vanidad del gobernante, pero ajustadas a las realidades de dos meses de gestión, indican la evaporación de la ilusión del cambio, como también el probable descenso al averno de un proyecto fallido de nación.

jueves, 20 de octubre de 2022

Las viejas prácticas para saquear el erario colombiano

Camufladas y viejas prácticas que algunos sectores quieren defender desde el congreso de la república y los poderes económicos

Por Bernardo Socha Acosta
Los colombianos nos habíamos acostumbrado, o nos habían orientado, para que los 'chanchullos' que los hábiles dueños de lo ajeno de cuello blanco se embolsillaban, lo pagaran los trabajadores y familias de clase media alta y media baja y hasta los pobres pobres.

Por los intentos del gobierno actual en buscar un equilibrio entre la riqueza y la pobreza, se ha levantado una ola de guerra sucia y de infamias, propiciadas por los poderes políticos y económicos, hechos que no podrían terminar nada bien.

Como un ejemplo del pasado reciente, cuando se intentó gravar exajeradamente a los pobres con más impuestos (la reforma del entonces presidente DUQUE) el pueblo ya cansado declaró protestas que llevaron a un estallido social. Cuando el pueblo se cansa de abusos, por algún lado se revientan las cadenas del abuso.

Y hablando del entonces estallido social, ahora se está viendo una peligrosa, desafiante y provocadora actitud de los poderes políticos y económicos, como tratando de impedir la gobernabilidad, con el falso y mentiroso afán de proteger al país, pero en la realidad se están es autoblindando para continuar pagando irrisorios impuestos y como si fuera poco, además gozar de las MILLONARIAS exenciones tributarias que representan una inveterada forma de falsa legalidad para esquilmar el erario, porque esa era la estrategia en la que los gobiernos saqueaban al país en favor de los ricos. Esa camuflada práctica es la que ha llevado a Colombia a la catastrófica situación en la que estamos y que están reflejando las amañadas encuestas de favorabilidad. Esos resultados no son efectos del presente; son solamente los frutos de lo que han sembrado los gobiernos convertidos en TÍTERES de los poderes políticos y económicos. Todas estas malsanas maniobras que se han venido anquilosando como que, fueran fenómenos naturales, son las generadoras de las guerrillas, paramilitares, grupos de justicia privada, hambre, y otros factores de violencia que tienen a Colombia en el desespero.

Y ahondando más en las peligrosas prácticas, ahora con el fin de sabotear al gobierno, porque no han saciado sus voraces apetitos, esos mismos, pero aún más poderosos, están acaparando los dólares que se hallaban en las casas de cambio para hacer que este tome precios inesperados. Y claro con los pretextos de las medidas norteamericanas y otras expectativas externas, se acaba de hacer más tensa la situación que no puede terminar en nada bueno. A los acaparadores de dólares hay que decirles que con arrumes de billetes no podrán alimentarse… Algunos han aguantado hambre con los bolsillos llenos de dinero… Cuando el país, por esta guerra sucia del capitalismo, no produzca suficientes alimentos, estos protagonistas se arrepentirán y será demasiado tarde.

Eso es sencillamente lo que está ocurriendo en Colombia con los grupos políticos y económicos porque no han podido superar su fracaso con la caída del andamio que preparaban para que Colombia o los colombianos, siguiéramos trabajando para enriquecerlos,  mientras ellos felices creando más factores de dependencia y mendicidad.

Pero, ahora que se presenta una coyuntura para buscar un equilibrio de equidad entre los más RICOS y los pobres, ya hasta unos congresistas de movimientos en decadencia se están atravesando en contra de la equidad. Está bien que se busque ajustar algunas incongruencias del proyecto de Reforma Tributaria, pero no atravesarse como muros de la infamia para hacer fracasar la iniciativa. Esto demuestra que hay unos representantes a la cámara y senadores que ya es hora de sustituirlos poque se oponen a todo lo bueno para congraciarse con los potentados económicos. Ellos no lo hacen por el país. Buscan es la comodidad para ellos y su familia, pero no para propiciar una equidad nacional. De seguir así no hay futuro mejor, y el país buscará romper estas ataduras impuestas por el salvaje capitalismo y los voraces políticos.

sábado, 15 de octubre de 2022

Petro y la amenaza de un Armagedón

 
Mario González Vargas
Dos meses después de la posesión del presidente Petro se siente en el país una inquietante incertidumbre sobre el futuro que nos espera. Un gobierno cuyos ministros divagan entre lo imposible y lo impracticable, y suscita, no solo divergencias en su seno que lo llevan a pensar en el enemigo interno, sino también naturales temores e interrogantes sobre sus capacidades de formulación y conducción de políticas y soluciones acertadas. Y al frente, una oposición que aún no encuentra el tono ni sustancia para contener la avalancha de improvisaciones que nos pretenden recetar, y pareciera olvidar a los electores que sumaron casi igual suma de los votos que el candidato vencedor. Situación de un nudo gordiano que nadie se sentía capaz de desatar, hasta el discurso del presidente en la clausura de la minga política y cultural el miércoles en Condoto (Cauca).

Allí, absolvió a sus ministros de sus incapacidades y desarreglos para atribuir a las normativas del pasado, supuestamente escritas desde “los tiempos de la esclavitud” por “privilegiados y codiciosos” y “sus “herederos”, todos los imaginarios negativos acumulados en siglos, y que hoy pretende deshacer con la definitiva ruptura con ese novelesco pasado responsable de todas nuestras desventuras como nación. Y lo primero será desenmascarar a los enemigos internos del cambio, porque teme que el tiempo se esfume y no le permita asentar su liderazgo en una América Latina que concibe debatiéndose aún entre “la conquista y la resistencia”.

Semejante invectiva debe preocupar, no solamente a miembros del gabinete que pudiesen ser considerados herederos del pasado, o a los regalados congresistas que militan en partidos históricos y en sus derivados, sino también a todos los colombianos por el odio de clases y racial que destila su concepción, radicalmente contraria al mestizaje que nos caracteriza y a la riqueza de la diversidad cultural que nos distingue y que contribuyen al fortalecimiento de la identidad nacional. Gobernar delirando es la mejor fórmula para el desastre como ya se percibe con la inatención a los estragos climáticos, con convertir a Indumil en fabricante de puentes, con la repartición de tierras donde prevalecen los minifundios o con su adquisición con deuda pública, con la suspensión de la exploración y explotación de hidrocarburos, y con una paz total con narcotraficantes que amenazaría la seguridad nacional y la paz hemisférica, entre otros enredos de similar naturaleza. Para ese efecto, el presidente, acosado por el tiempo, quiere convertir su gestión en “un gobierno de multitudes” que le permita obviar el estado de derecho y contrarrestar las marchas que anuncia la oposición y que pretende neutralizar con iguales movilizaciones. Sutil amenaza de violencia. Una oposición responsable, además de incisiva, deber ser inteligente y persistente en el Congreso, pero multitudinaria y pacífica en las calles para que la democracia no perezca en manos de la violencia y del totalitarismo que ésta engendra. Las pretensiones del progresismo de “desconstrucción creativa”, nos indican que la batalla es cultural y orbital y no debe librarse con parroquialismo, porque podría condenarnos al caos de un Armagedón que no supimos evitar.

sábado, 8 de octubre de 2022

Invitación a negociar en arenas movedizas

Mario González Vargas
El acuerdo de reanudar los diálogos de paz con el Eln trae de nuevo a la memoria los numerosos intentos, siempre infructuosos, de concluir exitosamente tratativas de paz con esa sangrienta organización. Alfonso López, César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque, se vieron frustrados por la constante perfidia del ELN y por la masacre en la Escuela de Cadetes General Santander.

Lo anunciado en Caracas constituiría el primer eslabón de la promesa de una “paz total”, bandera con la que el gobierno engalana su propuesta de cambio. Para conseguirla, convoca a los de siempre; Cuba y Venezuela, con identidades ideológicas con el gobierno de Colombia, Noruega, siempre listo como codiciado Boy Scout, y la ONU, invariablemente desdichada para dar cumplimiento a la tarea de paz para cuya consecución fue creada.

Se dice que la agenda será también la de antaño, sin reparar en que las realidades de hoy son bien diferentes a las que prevalecieron en el pasado. Cuba ha acentuado su carácter de violador de DDHH y de incitador al terrorismo y la Venezuela de Maduro, acusada por la ONU de crímenes de lesa humanidad, ofrece refugio al Eln y a otras organizaciones criminales colombianas, a las que ha convertido en alfiles para la inseguridad fronteriza y en socios de los réditos que procuran el narcotráfico y la explotación y comercialización de metales preciosos. La presencia militar y de inteligencia de Rusia, de Irán proveedora de armamento, y de China, Turquía y Hezbollah en el vecino país, son factores desestabilizadores de la geopolítica hemisférica y de la conservación de la paz.

Tampoco son menores los desafíos políticos al régimen democrático. El Eln se ve a sí mismo como el representante del pueblo colombiano y no simplemente como un grupo armado insurgente, aunque narcotraficante confeso y activo, lo que lo induce a sostener que la paz ha sido esquiva “no por negligencia del Eln, sino por los tiempos que han impuesto los gobiernos”. Ello explica su insistencia en la “Convención Nacional” que aspiran convertir en Constituyente. Preocupa que el Comisionado Danilo Rueda implore a los elenos a cesar en el uso de las armas y afirme que “Entendemos que están en armas, entendemos sus motivaciones, pero por favor paren el uso de las mismas porque están afectando a la población”. Pero inquieta aún más que se acepte como principio que “lo que se va acordando, se va cumpliendo”, porque convertiría la negociación en capitulaciones sucesivas vinculantes, sin certeza de llegar al final de la negociación. Concepción que no puede inspirar la conducta de representantes del gobierno, si no se quiere que terminemos ingenuamente de victimas en las arenas movedizas que descaradamente nos proponen. Los enfrentamientos del Eln con la Segunda Marquetalia y de éstos con las disidencias de las Farc de Iván Mordisco en Venezuela y Colombia, demuestran hasta la saciedad que Maduro es impotente y a la vez cómplice y rehén de sus incomodos visitantes. Él, Cuba y la ONU podrían condenarnos a nunca ser potencia para la vida.

miércoles, 5 de octubre de 2022

Quiénes son los opositores de la paz en Colombia

Por Bernardo Socha Acosta
Si el derecho de vivir en sana convivencia, entre los seres humanos, se convierte también en un deber, nadie entiende por qué algunos llamados dirigentes políticos que viven del estado, se empeñan en seguir haciendo la guerra en Colombia.

Ahora que, de nuevo, hay deseos de un gobierno de buscar de diferentes maneras que algún día este país viva en paz, sin esa zozobra que amedranta a la sociedad por tantos hechos de violencia, algunos que se ufanan de trabajar por Colombia desde las corporaciones públicas como el Congreso de la república, no hallan cómo atravesársele al proyecto que pretende buscar fórmulas que acerquen a esos grupos al margen de la ley, para que trabajemos todos por el bien común. Y es que quienes se han extraviado o escariado y cometen hechos ilícitos en contra de la sociedad, algunos lo han hecho precisamente por la irresponsabilidad diabólica de esos pseudo dirigentes que siempre han propiciado la violencia de diferentes formas, como si eso les generara reítos.

Está bien que esas personas desde los escenarios donde se hacen las leyes, se opongan a cosas que verdaderamente lesionen los intereses de los más débiles, pero, oponerse a la paz de los colombianos, eso no lo hacen sino los cortos de espíritu que no ven más allá de la punta de su nariz. Oponerse a que haya paz en una sociedad es tener espíritu MEZQUINO y no pensar ni mirar con futuro en favor de las próximas generaciones.

O, es que esos dirigentes, erróneamente, creen atraer adeptos con salir a los medios de comunicación y utilizar las Redes sociales para enfrentar a la sociedad con el estado, ¿eso es algo patriótico? Ahí sí, qué ignorancia tan baja. Demuestran que necesitan un tratamiento de exorcismo para que les saquen esos espíritus diabólicos para que no causen más daño social.

Esos referidos dirigentes, es que no se dan cuenta que, propiciar estas maniobras, desde cualquier medio, es generar violencia y traficar con los mismos bienes nacionales. Porque si son congresistas los que hacen esto, ellos están haciendo mal uso de los emolumentos que reciben del estado mensualmente (más de 34 millones de pesos) que son del erario de los colombianos, para que con ellos se le ponga zancadilla al sistema y se fracase en los intentos por el bien de la sociedad.

Y hablando de quienes le ponen palos a la rueda desde los escenarios del estado, también hay que decir que algunos importantes intelectuales que habitualmente expresan públicamente sus brillantes pensamientos en columnas editoriales o similares, hacen lo mismo (ya desde el sector privado) al pretender que con sus comentarios se le haga mal ambiente al proceso de paz. Será que se oponen a las cosas buenas para que los admiren, o será que son miopes a la grave realidad que atraviesa Colombia. O mejor, como muchos de estos intelectuales opositores son pensionados, les parece que todo mundo disfruta de esos emolumentos para sobrevivir y no se acuerdan que muchas familias solo pueden disfrutar de una comida diaria. Hay hambre…

Es hora de que esas personas que expresas su contrasentido, mejor no hagan nada. No perjudiquen al país ya que no tienen un minuto para pensar en el bien general. Que hermoso gesto sería que estas personas se sumaran a una causa común: la convivencia nacional.

Si grandes personajes de la vida internacional se han sumado a esa propuesta de paz para Colombia, por qué demostrar más el hambre por la guerra y no demostrar mejor amor por la convivencia. O, ¿será acaso repito, que esas personas necesitan de un tratamiento de exorcismo?

Si los procesos de paz se han llevado a cabo en muchos países del mundo y algunos con excelentes resultados, ¿por qué en Colombia hay tanta resistencia por parte de algunos llamados dirigentes? Y esto es lo que deben pensar muchos ciudadanos con capacidad de decisión para futuras confrontaciones políticas de elección popular…y, aprobar o desaprobar a esos opositores que no le aportan nada bueno a Colombia, diferente al mal que le causan cuando de hacer leyes sociales se trata.

sábado, 1 de octubre de 2022

El 26 de septiembre vencimos el miedo

Mario González Vargas
El 26 de septiembre asistimos a un hecho sin precedentes en la historia reciente de Colombia. Mes y medio después de la posesión del presidente Petro millones de colombianos desfilaron pacíficamente por la calles y plazas de Colombia, por decisión propia, para significarle al nuevo gobierno los límites que no debe trasgredir en la guarda de la democracia y de sus de instituciones. Es la respuesta ciudadana, esperanzadora ante la veloz sucesión de narrativas, directrices y comportamientos del presidente, sus ministros y altos funcionarios, que señalan sin lugar a dudas los protervos objetivos que todos ellos se han trazado y adelantan presurosos, que permitan su irreversibilidad y constreñida aceptación.

Al desmantelamiento vengativo de las Fuerzas Militares y de Policía se sumaron, no solamente los proyectos de reforma tributaria, rural, pensional, electoral, de salud y política que apuntan a la suplantación de la libertad ciudadana y de la libre empresa por la supremacía del estado, sino también los actos vandálicos y consentidos de múltiples e incesantes invasiones a la propiedad legalmente adquirida, complementados con el perdón social para todos los delincuentes del narcotráfico y de los carteles de la contratación, responsables unos de la violencia que ha hecho trizas toda esperanza de paz, y otros del saqueo de los recursos destinados al mejoramiento de las condiciones de vida de los colombianos. Todo ello, al amparo de la avidez de prebendas de la mayoría de los partidos políticos y de la complicidad del poder judicial y de la mayoría de los medios de comunicación. Todos a una como en Fuenteovejuna.

Sutil, el presidente invitó el día de las marchas al expresidente Uribe a Palacio para permitirse el lujo de adornarse con el ropaje del gobernante tranquilo, sosegado y conciliador, como sugiriendo que actúa como jefe de estado, pero no de gobierno, lo que obliga a sus ministros a la adivinanza de sus propósitos. Imagen de la que se desembarazó él mismo, sin reato alguno prontamente, en declaraciones con las que recobró su ánimo pendenciero y su retórica incendiaria, no sin antes insinuar que la polarización es responsabilidad de su afanado y denodado invitado.

La movilización ciudadana deja en claro que la oposición no se expresará en el Congreso, amaestrado por los recursos del erario, sino en las calles para ser oída, acompañada y alcanzar su objetivo de procurar reformas esperadas sin imposición de la violencia. El 26 de septiembre la ciudadanía venció el miedo con la que pretendieron silenciarla, y se expresará tantas veces como sea necesario para salvaguardar la democracia y sus libertades. Allí se jugará el porvenir de Colombia y permitirá que sea el pueblo el actor principal de su destino. La oposición debe abandonar su parroquialismo, porque en un mundo globalizado es imperativo cultivar las solidaridades ideológicas y democráticas. Idénticas luchas sacuden a los regímenes democráticos en el mundo. La izquierda lo practica con la internacional socialista, cuyo activismo le ha permitido hacerse a la burocracia de las organizaciones internacionales para tratar de imponer su narrativa y objetivos. Debemos estar unidos en el interior y solidarios en el exterior si queremos evitar la catástrofe que se nos quiere recetar.

domingo, 25 de septiembre de 2022

Un discurso revelador de un futuro indeseado

Mario González Vargas
El discurso del presidente Petro ante la Asamblea General de las Naciones Unidas revela, no solamente su menguada comprensión de los cambios que vivimos, sino también su desatinada agenda política y la de sus escondidas intenciones. El presidente no alcanza a distinguir y entender los nuevos fenómenos que en este mundo posmoderno vienen suscitando la aparición de paradigmas que irrumpen en la cultura, el trabajo y las herramientas de la productividad. Anclado en la traducción leninista de los postulados de Marx y Engels, no se percata de que los permanentes avances tecnológicos hacen del conocimiento, de la información y de la innovación los elementos de la productividad, del crecimiento económico y de la prosperidad social que emancipan a las sociedades de las ataduras de la lucha de clases que inexplicablemente aún se pregona.

Esas falencias estimulan discursos delirantes que no han sido extraños en ese escenario onusiano, generalmente prodigados por personajes semejantes, como Fidel Castro, Gadafi, Yaser Arafat, Mahmoud Ahmadinejad y Hugo Chávez, entre otros, caracterizados por su naturaleza circense, pero revestidos de ardiente agresividad, y que siempre se tradujeron en aislamientos que, para algunos, determinaron su desaparición y olvido en el escenario internacional. Si el propósito del presidente era el de proveer un nuevo liderazgo a la izquierda continental que sucediera al interrumpido intento de Chávez, lo único que logro mejorar fue la composición literaria.

Fueron muchas y variadas las licencias a la verdad y a los intereses estratégicos de Colombia que el presidente se permitió a lo largo de su discurso. Ni la coca es originaria del Amazonas, ni la deforestación que esta padece es producto del cultivo de la hoja de coca. Atribuir los efectos negativos del cambio climático únicamente al consumismo aparentemente sin límites en las economías caracterizadas por el uso de energías fósiles, supuestamente pródigas en explotaciones indebidas sociales y laborales y culpables de la escasez de los recursos naturales, se convierte en ejercicio engañoso sin señalar los peligros reales de la conversión de la coca en cocaína, las descomunales rentas que de ella se obtienen y, por ende, sus impactos sobre la seguridad hemisférica. Para el presidente el capital es la causa del desastre climático y genera muerte porque la productividad y el consumo enriquecen a unos adictos a las ganancias y al dinero, que según él proliferan en los estados del hemisferio norte. Descomunal diatriba que destapa la imagen de un presidente radical, representante de una izquierda paleolítica que solo encuentra eco en regímenes parias, y que nos puede condenar a un aislacionismo degradante y subalterno contrario a las exigencias de los intereses nacionales.

Esa desafortunada intervención acrecienta las incertidumbres de un inicio errático, de perfiles vengativos y de improvisaciones inesperadas del mandato presidencial, que se amalgaman desordena y caprichosamente bajo la bandera de la paz total, cuyos contenidos difusos parecen obedecer a una impunidad general para los autores de delitos de muy variadas configuraciones, como resultado del mentado acuerdo de la Picota días antes de las elecciones. Un escenario dantesco en el que se puede perder hasta la esperanza.

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