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domingo, 31 de julio de 2022

Una Policía para la vida y la paz

Mario González Vargas
Vivimos situaciones inéditas en nuestra historia reciente en las que se conjugan las incertidumbres resultantes de la elección presidencial con el crecimiento de los poderes de las organizaciones criminales del narcotráfico, que se suman al control que estas ejercen en algunos territorios con la perpetración de un tenebroso plan pistola contra los miembros de la Policía Nacional, y que extendieron este jueves al presidente Duque y al ministro Molano. Nadie puede soslayar el poder alcanzado por la ilegalidad criminal y el consiguiente peligro que implica para la paz y seguridad en no pocas regiones del país.

El mito del éxito de la paz convenida ha debilitado la posibilidad de acuerdos para combatir la criminalidad y paradójicamente estimulado a sectores radicales del pacto histórico para propugnar por la descalificación de la Policía Nacional, a pesar de los avances continuos en su formación y doctrina y en los logros abundantes de su legítimo accionar. La vengativa matanza de servidores policiales indefensos, que hoy ejecuta la criminalidad por agentes propios o por sicarios debidamente remunerados con las rentas del narcotráfico, debe inquietar también al gobierno entrante que no debería soslayar las dificultades que le esperan en la recuperación de la esquiva seguridad ciudadana. Las desabridas manifestaciones del presidente electo y su designado ministro de defensa no reconfortan a las víctimas y llenan de inquietud respecto a una reforma policial alentada más por la sospecha de un revanchismo injustificado que por el fortalecimiento de la legitimidad de la institución encargada de proveer auxilio y seguridad contra el delito. La solidaridad compungida de la ciudadanía debería inspirar las reformas a una Policía que nunca ha resistido los cambios que mejoren el cumplimiento de su misión constitucional.

Así lo demuestran las sucesivas actualizaciones a la misión policial y a sus procedimientos adelantadas desde las administraciones Samper, Pastrana, Uribe, Santos y Duque, que han permitido que nuestra Policía sea hoy un referente inspirador para muchas de las instituciones policiales en distintas naciones de diferentes continentes. Es ejemplo a seguir en el avance y mejoramiento continuo de todas las doctrinas, métodos y herramientas para el desempeño policial, lejano del espíritu adánico que por sectarismos ideológicos solo ha conseguido reproducir rotundos fracasos en otras latitudes. Estos antecedentes deben inspirar la tarea del designado ministro de defensa frente a los retos que suponen las organizaciones armadas criminales con sus abundantes recursos, su presencia y preeminencia en variados territorios y su amenaza para la institucionalidad democrática. Garantizar y mantener el orden, la seguridad y la convivencia es la primera tarea para garantizar la vida, las libertades y la confianza en las instituciones indispensables para la supervivencia de toda sociedad organizada. Serán sin duda inquietudes principales en los diferentes diálogos regionales que el nuevo gobierno quiere emprender, y que le convendría atender si lo que realmente pretende es un mandato por la vida. Las situaciones que empiezan a manifestarse en el Cauca, la situación de abandono del Chocó y los reclamos de seguridad en el país, pondrán a prueba la capacidad del designado ministro y la dimensión del nuevo gobierno.

Editorial tomado de, El Espectador

El vil asesinato de policías es una tragedia nacional

Foto EFE Ernesto Guzmán Jr
Están asesinando de la manera más vil a jóvenes bachilleres de la Policía, en medio del terrible “plan pistola” del Clan del Golfo. Colombia está bajo ataque a punta de bombas, francotiradores y sicarios que cobran unos $2 millones por policía muerto, sin fin aparente. En la violencia irracional no puede existir cálculo político alguno ni posicionamiento de un grupo criminal como el Clan del Golfo de cara a anunciados diálogos de sometimiento con el nuevo gobierno: estos son actos atroces que están rompiendo familias, generando terror, causando zozobra y que ameritan el rechazo contundente por parte de todo el país.

Las cifras cambian cada día, pero al cierre de esta edición llevábamos 36 miembros de la Fuerza Pública asesinados en 2022. De esos, solo 11 fueron en el último mes. Como le explicó Leonardo González, codirector de Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, a El Espectador: “El blanco de la violencia siempre terminan siendo oficiales bachilleres o uniformados de los rangos más bajos de las fuerzas. Esto casi siempre es por facilidad, es decir, es mucho más fácil atacarlos a ellos que a oficiales de más alto rango, que además están en otras zonas y haciendo otras tareas. Los de bajo rango son los que están en la calle patrullando”. Es inconcebible esta tragedia. Jóvenes que vieron en el servicio público una opción de vida, una carrera para ayudar a sus familias usualmente en condiciones vulnerables, están siendo aniquilados y todo... ¿para qué? ¿Qué prueba esto en un país con más de un siglo de historia de violencia? ¿De qué sirven, además, los discursos airados desde Bogotá si en la práctica no hacemos mucho por proteger a los policías?


En 54 ciudades se hicieron homenajes a los policías caídos. 27 escuelas de formación llevaron a cabo solmenes y sobrios homenajes. Dijo el presidente Iván Duque: “Estos bandidos han siempre tratado de asesinar a la Fuerza Pública: el año pasado fueron más de 80 policías (...) el país quiere a su Fuerza Pública, la admira, la lleva en el corazón y nosotros a la policía la seguimos defendiendo a ultranza”. Roy Barreras, líder del Pacto Histórico y presidente del Congreso, dijo que “la Policía está siendo sacrificada de manera vil y cobarde por el Clan del Golfo, lo que merece una contundente respuesta del Ejército. El Clan se equivoca si cree que la intención de hacer la paz completa los autoriza para asesinar cobardemente a los policías de Colombia”. Así debe ser. Ante la violencia irracional, las autoridades tienen que hacerse sentir. Ya han aumentado las recompensas, ya se han enviado más operativos a las zonas de conflicto.

Aun así, queda el sinsabor de que los eslabones más débiles de la cadena siempre son colombianos de escasos recursos cuyas muertes son tomadas como bajas en combate. Nos ha insensibilizado a tal punto la violencia, que la muerte sistemática de miembros de la Fuerza Pública no se asume como una tragedia nacional. Escuchamos el eco del plan pistola de Pablo Escobar, cuando durante un año mandó a matar a más de 400 policías, y la atención del país parece estar en otra parte. No hay paz sin los policías y militares que están en las calles jugándose la vida por la democracia colombiana. Merecen respeto, merecen protección, merecen acompañamiento.

Nos unimos al duelo de las familias de los policías caídos. También abrazamos a todos aquellos miembros de la Fuerza Pública que insisten en su labor a pesar del temor, de las amenazas. Ellos son, no podemos olvidarlo, la línea de contención de la violencia irracional, la pesadilla de quienes creen que pueden hacer con el país lo que se les antoje. Hoy los honramos.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras
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sábado, 23 de julio de 2022

En el umbral de un cambio incierto

Mario González Vargas
La instalación del Congreso resalta las debilidades de nuestra democracia y las complejidades que marcarán los nuevos rumbos del país y debería entenderse como el primer eslabón del proceso político que se inicia. La elección del senador Roy Barreras a la presidencia del Senado encarna una concepción del cambio difícil de digerir hasta por muchos de los que abogan por su radical cometimiento, no solo por su avezado recorrido en el laberinto de las componendas clientelistas, sino también por su voluntad de practicarlas a su conveniencia. Atareado en la consecución de una aplanadora para la aprobación de toda reforma presentada por el presidente electo, supo atraer a su redil a quienes hoy atropelladamente adhieren, sin conocer sus contenidos, a las reformas que ayer combatieron. Los partidos históricos, y los más recientes, con la aún tímida excepción del centro democrático, aportan su apoyo simulando creer que se trata de la aplicación del axioma gatopardista “del cambio para que todo siga igual”. Pacto simoniaco que descalifica a quienes unilateralmente lo adoptaron y que los convertirán en el vagón trasero de los cambios que se avecinan, cualesquiera que sean sus orientaciones y objetivos.

Un escenario distinto asoma en el ejercicio de la política en Colombia. Seguramente, el 7 agosto conoceremos los textos de las primeras reformas que se quieren aprobar en el menor tiempo posible. Contendrán la visión y los instrumentos de los cambios que se persiguen en la vida nacional, que se estiman estructurales para elevar su importancia de conformidad con la jerga en boga y que, de ser resistidos, exigirán participación de la sociedad distinta al congreso, sus cámaras, comisiones y actores. Las reformas agraria, política, tributaria, junto con las leyes de presupuesto y el Plan Nacional de Desarrollo, desbrozarán la hoja de ruta del nuevo gobierno, fijarán los principios, herramientas y metas del nuevo régimen, y determinarán apoyos y oposiciones que seguramente se expresarán por fuera del Capitolio. De ellos dependen las dimensiones del cambio y de la oposición, y por lo mismo inaugurarían nuevas visiones que se expresarían por medio de espacios, acciones y procedimientos diferentes a los conocidos, muy disimiles al folclor que acompañó la instalación del Congreso.

El cambio en sí mismo es fenómeno propio de la vida. Lo que importa son sus principios y valores que determinan su direccionamiento, sus instrumentos y sus alcances y establecen su anclaje en la conciencia individual de los ciudadanos y en la colectiva de la nación. Bajo la premisa del cambio como resultado de la modernidad, la filosofía hoy más consultada tiene por sustrato el concepto de deconstrucción que propugnara Derrida y que inspira una tendencia de revolución cultural que se pretende hegemónica y universal. Es la expresión de la utopía más reciente que se expresa en un revisionismo sin límites de todas las estructuras sociales y políticas de tiempos pasados y presentes, pero que paradójicamente confina a los que juzga diferentes en compartimentos estancos. Rompe con los valores y principios que configuran la democracia y sus libertades.

El 7 de agosto aportará claridad sobre las opciones disponibles.

sábado, 9 de julio de 2022

Anestesia para el cambio

Mario González Vargas
Los ministros anunciados por el presidente electo han asumido sus destinos con variadas actitudes que corresponden, no sólo a la naturaleza de las responsabilidades que les son confiadas, sino también a sus peculiares experiencias y capacidades. El canciller, curtido en desafíos tras bastidores, cuidará que el príncipe no termine despojado de sus relumbrantes vestimentas en escenarios proclives al engaño, cuando de preeminencias se trata. El de hacienda, aún se escuda detrás del desconocimiento de las cifras requeridas para decisiones que le esperan, mientras se conocen sus asesorías a Boric en Chile y a Fernández en Argentina, cuyos resultados empiezan a inquietar. Cecilia López desempolva los recuerdos de sus desempeños en tiempos pasados que juzga útiles para enfrentar el presente. La ministra de Cultura guarda silenciosa mesura, mientras se entera de sus competencias y de los instrumentos para ejecutarlas. La ministra de ambiente nos dio a conocer sus enseñanzas en una firma internacional petrolera y su desempeño en el Distrito durante la controvertida alcaldía del hoy presidente. La ministra de salud apuntó a las EPS con el tino que le procura su desvinculación del gabinete de entonces. Del ministro de educación cabe esperar que no reincida en las conductas que marcaron su estreno en la faena electoral. Todos cobijados por el período de gracia que se le suele dispensar a los nuevos gobernantes.

El tema esperado, porque marcará el rumbo del nuevo gobierno, es la designación del ministro de defensa. Se hará en el contexto de las recomendaciones de la denominada Comisión de la Verdad que resultaron idénticas a las consignadas en el programa del candidato Petro. En ambas, se propone un drástico cambio de doctrina para las Fuerzas Militares y de Policía fundado en la errónea comprensión del concepto de seguridad, supuestamente “pensado para la defensa del poder y la riqueza” y alimentado “por el falso prestigio de los militares”. Introduce una narrativa de odio que distingue entre buenos y malos y que se sitúa en las antípodas de lo que hoy representan nuestras Fuerzas Militares y de Policía, que se han modernizado y profesionalizado en las últimas décadas, tarea que ha merecido justo reconocimiento internacional. Huele a retaliación y apunta a la politización.

La seguridad nacional comprende el reto de erradicación del narcotráfico, así como la defensa de la soberanía e integridad territorial. Sostener que los cultivos ilícitos y su procesamiento no la afectan, constituye desatino falaz porque contrario a la realidad que padecemos, así como no entender que los peligros de confrontaciones orbitales tienen efectos continentales es ceguera mortífera para la soberanía territorial que nos convertiría a todos, sin percatarnos, en el “enemigo interno” tan mentado por la izquierda. La paz es el bien más deseado, pero la experiencia enseña que el ELN no renunciará a la Convención Nacional como herramienta del pacto. Esa paz, abriría la puerta para sellar un acuerdo, cuyas disposiciones serán normas constitucionales que solo necesitarán la aprobación del Congreso, vía fast track, como ya sabemos. Allí cabría todo lo que el régimen quiera, incluida la reelección. Es el cambio con anestesia.

domingo, 3 de julio de 2022

Por un gobierno y una oposición en democracia

Mario González Vargas
Colombia es inédita. Días después de una elección que arrojó un país polarizado hasta el extremo de reconocerse en dos mitades irremediablemente opuestas, las fuerzas políticas que pisaron los umbrales del poder decidieron abortar, sin traumatismos aparentes, el ejercicio de una legitima oposición a un gobierno sorprendido ante la ocurrencia de lo inesperado. El acuerdo nacional que se avizoraba precario en sus alcances concluyó en adhesiones instantáneas de todos los partidos, con la excepción del centro democrático que abogó por una contradicción razonable. Se le otorgó al gobierno la graciosa concesión de gobernar a sus anchas, definiendo en solitario sus rumbos y procurando la materialización de sus programas sin constreñimientos significativos. No importó que todo ello representara la continuidad del espíritu y de las prácticas que los colombianos quisieron erradicar. Se permitió una luna de miel indefinida para un ejercicio de gobierno de igual naturaleza.

La inexistencia o debilidad de la oposición sugiere el posible derrumbe de la democracia. El hecho mismo de que se allane el camino para la libre ejecución de un programa cuestionado, combatido y resistido por quienes hoy se prestan a su ejecución, merece el repudio de los burlados ciudadanos que prefirieron la alternativa opuesta a la que se les pretende convocar. La democracia agoniza sin la existencia de la oposición política, evidencia que no trasnocha a los que se invitan al banquete contractual y presupuestal que apetecen. Irónica situación en la historia de las naciones, pero fuente de males impredecibles para las libertades. El Pacto histórico está en libertad de llevar a cabo todos sus programas. Las primeras designaciones ministeriales así lo indican. El nuevo canciller tendrá la tarea de favorecer y aclimatar el liderazgo hemisférico del presidente electo en un escenario que gira hacia la izquierda, pero aquejado por liderazgos autoritarios y proclives a la violación brutal de los más elementales derechos y libertades democráticas. Al Minhacienda no le será difícil el cumplimiento de su tarea de aportar tranquilidad a los mercados y a los agentes económicos, porque la dimensión de los temores ahuyenta toda expresión de inconformidad y desacuerdo. El que se escoja como Mininteriror, gozará de la tranquilidad que otorga la satisfacción de las gabelas y privilegios que han carcomido las conciencias de los sumisos congresistas. Solo falta superar el escollo que supone la reforma de la Fuerza Pública que, de adelantarse de conformidad con los sentimientos que despierta la calificación de enemigo, afectarán profundamente su organización, su visión, su doctrina, y por consiguiente su acciones y tareas. A ello, habrá que sumar la configuración de un poder judicial con la provisión de la mayoría de las vacantes en los próximos cuatro años que fortalecerá su militancia progresista. El país necesita con urgencia la conformación de una oposición democrática. No se hará con los agonizantes partidos históricos, ni con los desprendimientos de ellos, que liberaron al nuevo gobierno de acuerdos y entendimientos. Será la oportunidad de congregar diversos y plurales sectores de la sociedad civil para dotar al país de los elementos consustanciales a la democracia que procure la alternancia como dique al totalitarismo y garantice el derecho al disenso. La necesitamos todos, comprendido el gobierno Petro, que debe su ascenso al cultivo de esas virtudes.

viernes, 1 de julio de 2022

Inesperada cuenta de cobro para algunos motociclistas

Por: Bernardo Socha Acosta
Será el precio más costoso que motociclista alguno haya pagado en Colombia por la osadía de adulterar los sistemas de escape, sumado a la incapacidad de las autoridades para ejercer controles y asumir la prevención de graves enfermedades.

Sendas investigaciones de neurocientíficos, dejan al descubierto, los efectos mortales que causan las altas oscilaciones mecanizadas de algunos velocípedos y en algunos equipos estacionarios de trabajo.

El estudio advierte que esos daños son irreversibles por las secuencias mutantes que causan altas vibraciones y que buena parte van originando deterioro del genoma mitocondrial por la atrofia de las células.

Dentro de las investigaciones se indica sobre el riesgo que corren las personas como, algunos motociclistas y otras personas que son sometidas a altas vibraciones y sonidos que superan los decibelios permitidos al sentido humano, factor que puede llevar al extremo de sufrir el “Síndrome de Sensibilidad Selectiva al Sonido (SSS)” una de las enfermedades causadas como respuestas desproporcionadas del sistema nervioso.

Los diversos estudios sobre las vibraciones que cubren el cuerpo completo como el que generan las motocicletas o taladros, con altos sonidos, pueden producir efectos en oído interno, retardo en tiempo de reacción, efectos cardiovasculares, efectos sobre el sistema nervioso, sobre el sistema circulatorio o sobre el sistema digestivo.

Las investigaciones comprobaron que el excesivo sonido junto con las vibraciones cuando son recurrentes y prolongadas se incorpora a los órganos internos, así se trate de bloquear el orificio auditivo, cuando las exageradas oscilaciones y sonidos como el tránsito en motocicletas que tienen aditamentos fuera de lo normal para aumentar el sonido de escape.

Los motociclistas sometidos a estos periódicos excesos de sonidos y vibraciones traumatizan severamente el conjunto de órganos vitales del cuerpo, capaz de convertirlo en un objeto sin capacidades motoras.

Los daños que causan esos factores de ruido vibracional son múltiples que se manifiestan en diferentes etapas y grados de intensidad.

A propósito de los elevados ruidos, en un artículo de la investigadora y periodista Lucía Blasco publicado por la BBC mundo, se relata sobre los misófonos, que les disgusta enormemente sonidos de la vida cotidiana y les generan ansiedad y ataques de pánico, el tema fue básico para otras investigaciones sobre los graves efectos de los sonidos que superan los decibelios.

Los neurocientíficos estadounidenses Pawel y Margaret Jastreboff han elaborado diversas investigaciones con las cuales lograron que en 2013 se clasificara el término misófono como un desorden psiquiátrico.

Lo peor de estos desordenes siquiátricos -según los investigadores- es que personas con Transtorno Obsesivo Compulsivo (TOC), no pueden ser diagnosticados para adelantar un tratamiento definido.

En esta materia los investigadores resumen los graves efectos de las vibraciones y alto volumen de sonidos sintetizándolos en la producción de trastornos respiratorios, músculo-esqueléticos, sensoriales, cardiovasculares, efectos sobre el sistema nervioso, sobre el sistema circulatorio o sobre el sistema digestivo.

Pero lo peor es que los generadores de su propio suplicio que viven consumidos en ese mundo tormentoso, (los motociclistas ruidosos) están también creando un cuadro externo de misófonos, de riesgo contra si mismos, porque éstos son capaces de reaccionar violentamente contra esos sujetos causantes de elevados decibelios.

Los motociclistas causantes de altos niveles de ruido están creando una nueva epidemia, gracias a la incapacidad de las autoridades de tránsito de hacer cumplir normatividad vigente sobre estos factores que destruyen la calidad ambiental.

El ruido de las motocicletas adulteradores de sus vehículos (que son contados) son tan agudo que a su paso por las vías activan los sistemas de alarma de oficinas y de otros vehículos.

Esos ruidos con decibeles fuera de lo normal son calificados como peligrosos por los expertos, y sin embargo para las autoridades pasan inadvertidos en una demostración de abandono frente al interés general. 

Y hay que destacar sí, el gran señorío de la mayoría de motociclistas que hace buen uso de estos velocípedos de transporte y de trabajo, porque son unos contados los que hacen mal uso y atropellan la vida de los demás y su propia vida, con el exceso de ruido. (bersoa@hotmail.com)

domingo, 26 de junio de 2022

De cambios y utopías

Mario González Vargas
El cambio es consustancial al ser humano porque corresponde a la transformación permanente e ineludible que lo acompaña desde el nacimiento hasta la muerte. Por ello, busca afanosamente expresarse con la búsqueda de dimensiones superiores de comprensión e inteligencia, con la ilusión de alcanzar estadios de superación y ambicionar metas elevadas en el desenvolvimiento de la especie humana, que apunten a la construcción de sociedades solidarias, organizadas en Estado diseñados para la convivencia pacífica, el bienestar físico, la elevación moral y el disfrute igualitario de todos los bienes que la naturaleza provea y el espíritu dispense. Son las utopías las que direccionan los cambios y determinan sus bondades o sus fracasos, en ejercicios que suelen terminar en replicar las labores que marcaron la condena de Sísifo.

El proceso electoral estuvo marcado por un afán de cambio que se vino acumulando a medida que el ejercicio de la política se fue degradando sin consideración a los crecientes retos y amenazas para todos los colombianos. Se produjo así la acumulación de diversos desafíos políticos, sociales, económicos, ambientales y de seguridad ciudadana y nacional, que no podrán resolverse con terapias extraídas de utopía que ha malgastado su halo redentor en fracasos sucesivos, con costos inauditos para la legitimidad institucional y la vida misma. Los 23 millones de colombianos que votaron confirmaron ese insoportable cansancio con usanzas y comportamientos que hicieron de la política un ejercicio reprobable, a veces inmerso en el código penal, que ahuyentaron todo sentimiento de esperanza y con ello toda posibilidad de recuperación. El acuerdo nacional no puede revivir las reparticiones del poder que generaron la rabia y el repudio ciudadano. La política es el arte de lo posible, no la práctica de lo imposible a los ojos de los ciudadanos. Un acuerdo sobre lo fundamental no se logra simplemente con la simple aritmética para asegurar mayorías en el Congreso o elegir sus presidentes, ni puede despacharse con la sola afirmación de desarrollar el capitalismo en Colombia, sin ahondar en las acciones que lo hagan posible y estimulen la recuperación de la confianza en el fortalecimiento de la democracia y de sus libertades, en el respeto de los derechos que de ellas se desprenden y en el control del territorio por el estado que permita el goce pacifico de los mismos, fortalezca la seguridad ciudadana y preserve la seguridad nacional. Por ello, la primera y más convincente señal del rumbo del gobierno y de la definición de sus metas dependerá principalmente de la configuración de su gabinete y de la designación del Canciller y de los ministros de Hacienda, Defensa e Interior. El primero debe encarnar la diversidad cultural y étnica de la nación en un hemisferio diverso, y cuidar en un mundo globalizado las relaciones con las potencias orbitales. El segundo, despertar confianza en todos las agencias y agentes nacionales y extranjeros de la economía. El tercero, velar por la seguridad nacional y ciudadana, y el cuarto procurar que la política recupere sus más altos estándares. Ello para que el cambio no sea una utopía fallida.

domingo, 19 de junio de 2022

Se cumplieron los deseos de muchos colombianos

Por: Bernardo Socha Acosta 
Los colombianos aceptaron el ramo de olivo ofrecido por el electo presidente de la república, Gustavo Petro Urrego, ramo inmerso en la convocatoria nacional para que el país comience a retomar los cauces que había perdido por la mano cruel de la politiquería que reiteradamente hizo engaño a sus electores.

La mayoría de colombianos tuvo la oportunidad de expresar su apoyo a quien puede comenzar a introducir un cambio sustancial que venía reclamando el país.

Los electores lograron captar muy inteligentemente los mensajes de, qué es lo que realmente quiere un país como Colombia que lo tiene todo para poderle ofrecer algún día mejores oportunidades de vida a sus habitantes.

Hoy gracias a esos pensamientos claros y manos generosas de cada uno de quienes depositaron su voto, guiados por esa convicción de, que sí se puede cambiar hacia una Colombia mejor, se alcanzó el triunfo tan anhelado por muchos.

Colombia lo tiene todo de lo que nos ha regalado la naturaleza y donde puede haber producción en todos los niveles (agrícola, industrial y comercial) para abastecer la demanda nacional y que haya remanente para exportar, de tal manera que comience a renacer la tranquilidad de tantos colombianos que despiertan cada día pensando en una fuente de trabajo y de cómo van a proveer el diario sustento para su familia.

Hoy en Colombia se respira un ambiente de confianza porque muy seguramente quedaron atrás los exterminadores de las esperanzas de tantas familias.

Ya no es necesario recordar los reiterados intentos por traficar con el odio y sacrificar sueños, prácticas que se ejercieron durante las dos vueltas presidenciales, porque los ciudadanos con una claridad cristalina supieron defender sus derechos y hasta los de los demás, para que con esos mismos propósitos se inicie una transición de cambio, desviando esa alocada carrera que lleva Colombia hacia la guerra, incluso con países vecinos donde ya las relaciones diplomáticas se encuentran totalmente deterioradas.

La campaña política que finaliza así, nos dejó muchas enseñanzas y las principales son que, los insultos y la maledicencia son en estas alturas de la civilización los peores enemigos de quien adelante una campaña por el primer cargo de la nación.

Hoy cuando el deseo de la mayoría de colombianos se halla cumplido, con un presidente del que habíamos estado huérfanos en la historia, solo nos resta elevar los mejores deseos al poder Universal que todo lo puede, para que el nuevo gobierno encuentre fórmulas que logren aclimatar los caminos de la concordia y la paz sobre la base de la justicia social.

Y que la convocatoria nacional a todos los sectores, hecha en campaña por el hoy electo presidente de la república, Gustavo Petro, sea una buena fórmula para unir al país en pro del desarrollo nacional.

(bersoa@hotmail.com)

sábado, 18 de junio de 2022

Castiguemos la degradación de la política

Mario González Vargas
Petro y los dirigentes del Pacto Histórico nunca imaginaron que Rodolfo Hernández pudiera ser su rival en la segunda vuelta de la elección presidencial. Concentraron toda su artillería y perversidad en destruir el buen nombre de Fico Gutiérrez, Sergio Fajardo y Alejandro Gaviria, a quienes consideraron las amenazas más probables y peligrosas. Así, dieron curso a los dictados de sus condiciones humanas y se esforzaron en valerse de todas las trapisondas posibles para alcanzar sus objetivos. Sorprendidos por la intromisión de Rodolfo, favorecida por la exigencia de cambiar la practica envilecida de la política, terminaron presas de confusión y temores por la inatajable derrota que avizoraban. No tardaron en urdir planes que pudieran reversar lo que anticipaban irreversible. Con ello, enlodaron el ejercicio de la política en magnitudes desconocidas en la convulsionada historia del país.

Los petrovideos publicados por la revista Semana develaron la perfidia que muchos de ellos han cultivado con esmero en sus actividades políticas y revelaron los planes siniestros que bajo la dirección de Roy Barreras habrían de colmar la partitura oculta que se propusieron ejecutar. No se contentaron con acudir a todas las formas de lucha en las que varios de ellos se formaron para recabar los apoyos de los sectores éticamente más deleznables, sino que tramaron acciones encaminadas al desprestigio del rival inesperado, dirigidas por la escoria que hasta ahora había permanecido oculta en los recovecos del Pacto Histórico, y que se ha expresado en la estrategia diseñada por su jefe de comunicaciones consistente en la necesidad de correr la frontera de la ética para dar libre curso al objetivo de demoler y destruir a su temido adversario.

No contentos con ese despliegue de falacia acudieron a la justicia, que saben politizada en muchos de sus altos estamentos, para obtener sentencia que obliga a un debate que Rodolfo no teme, y que infiere derechos que las normas constitucionales y legales no establecen, pero si desnudan la parcialidad política del fallador, como si el derecho a la información debida no se hubiere satisfecho con los innumerables debates previos, la difusión de los programas de gobierno, las entrevistas en los medios de comunicación, los comunicados, discursos y conferencias sucedidos a lo ancho y largo del debate. Afrontamos los efectos de la imposición que se nos quiere hacer del gobierno de los jueces, que haría trizas los pilares de la separación de poderes, y en especial los atributos de independencia e imparcialidad de la justicia, consustanciales al régimen democrático. No son de poca monta los objetivos que se han trazado, si a ello agregamos la ligereza con la que algunos medios de comunicación se parcializan, sin respeto y consideración a la veracidad y confiablidad de la información que difunden. La última prueba es la de la ignominia de un columnista de El Espectador que, sin pruebas al canto, disparó al corazón de Rodolfo Hernández con la letalidad que supone la tragedia que como padre tuvo que afrontar. Esperamos que el periódico sepa preservar el legado del inmolado Guillermo Cano. Castiguemos la degradación de la política.

sábado, 11 de junio de 2022

El cambio vs el Petrogate

Mario González Vargas
Una campaña construida sobre el engaño y alimentada por el uso sistemático de la mentira tenía forzosamente que explosionar con los daños irremediables para quienes torvamente apostaron al todo vale y a la destrucción de sus rivales. Los “petrovideos” difundidos por la Revista Semana, desenmascaran la existencia de una organización criminal, con procedimientos semejantes en sus efectos, pero disimiles en su forma de letalidad, con que los que los carteles del narcotráfico de todo pelambre han intentado someter al Estado y a la sociedad colombiana a su imperio delictual.

Las conversaciones entre los miembros de la cúpula del Pacto Histórico no dejan duda sobre su despiadada estrategia de acudir a todas las formas de lucha que les permita destruir moralmente a sus contendores para pavimentar su ruta hacia el poder. No contentos con mentir y calumniar, han optado por tejer vínculos con miembros de carteles de corrupción y narcotráfico recluidos en los centros carcelarios del país, en trueque de sus apoyos financiero y electoral, por el mentado perdón social para unos, y la garantía de no extradición para los reos por narcotráfico. Lo que se denominó el Pacto de la Picota, cuando surgieron los primeros indicios de su realización, sus ardides se vieron confirmados en los videos de las reuniones divulgados por la revista Semana, que dan cuenta de su sus estulticia, en presencia del propio candidato a la presidencia de la república. Petro infiltró la campaña de Fico creyéndolo su rival en segunda vuelta y hoy, en trance de desesperación busca confinar a Rodolfo. La financiación los atormenta, después del desliz de Piedad en Honduras, y pretenden nuevos apoyos que implicarían beneficios que aún no conocemos. Son las formas cambiantes del “Petrogate” con las que busca impactar los últimos días de la campana electoral. Todas ellas sugieren el peligro de reeditar mafias que no hemos terminado de erradicar

Nunca en la convulsionada historia de Colombia se había llegado a los extremos que hoy vivimos. Jamás el engaño, manipulación, entrampamiento y desfachatez de sus autores había logrado ese manto de impunidad, que se ha venido extendiendo sobre la vida nacional al amparo de la crisis institucional que ha estimulado una sensación de acomodamiento permisivo que pretende derruir los muros de contención de la moral pública y de la ética personal en la vida nacional. El país reclama el cambio en el ejercicio de la política que Petro está lejos de satisfacer. Acude ahora con desesperación a la promoción del voto en blanco como último subterfugio para evitar su derrota, pero se estrella con la libertad de Rodolfo para constituir un gobierno sin las ataduras del pasado, compuesto por nuevas gentes para un nuevo país que respondan a la necesidad de una reingeniería profunda en la forma de gobernar. Los colombianos debemos centrar nuestra preocupación y vigilancia en las sospechas de fraude por compra de votos que, al parecer, se estaría intentando en el Caribe y que supuestamente involucraría a dirigentes de Cambio Radical. Todos los colombianos estamos esperando que Germán Vargas responda al presunto acuerdo que se le endilga en los videos del “Petrogate”.

martes, 7 de junio de 2022

¿Volverán a gobernarnos los gamonales de la vieja política?

Por: Bernardo Socha Acosta
Desde el pasado 13 de marzo cuando los gamonales de la política colombiana comenzaron a descender en sus apetitosos juegos de campaña por conquistar más y más adeptos, los colombianos sentimos una luz de esperanza de cambio.

Y con los halagadores resultados del 29 de mayo esa esperanza creció hasta convertirse en una ilusión casi real, pero a medida que fueron pasando los días una de las campañas por la presidencia de la república comenzó a recibir el respaldo de esos amos y señores de la política que no se resistieron a ser perdedores ni a quedar por fuera del banquete que representa el poder presidencial. Fue aquí donde comenzó el reagrupamiento de los gamonales representados principalmente en algunos expresidentes que no han dejado el mejor recuerdo para los colombianos por sus cuestionadas acciones.

Y por mensajes que recibimos a diario, la clase popular comenzó a sentir un sinsabor y una desesperanza de ver cómo ilustres dirigentes que posaban como verdaderos defensores del bien nacional comenzaron un proceso de alineación por la búsqueda del reparto burocrático que, de ser los ganadores el 19 de junio, la CASA DE NARIÑO quedará pequeña para albergar tanto burócrata que reclamará su partecita de la torta del próximo gobierno.

Dicen algunos observadores que, hacía mucho no se veía tanto ingenio cáustico para tratar de ilusionar ciudadanos con falsas esperanzas acerca de una mejor Colombia donde todos podamos convivir sin la inquietante zozobra que en la actualidad causan, la violencia, las amenazas de hambre y muchos oscuros nubarrones que se pronostican.

El ilusionismo al que los colombianos estamos expuestos, parece pasar de un estado real a un plano hipnótico y peligroso, porque cuando pasemos al nuevo gobierno después del 7 de agosto, y si por infortunio volvemos a ser gobernados con las mañas de la viejas política que parece sobreponerse, las cosas no pintarían bien para el inmediato futuro.

Algunos lectores dicen que se siente desilusionados porque lo que se preveía era una luz de cambio, pero al parecer lo que vendría sería, pero un cambio a la inversa y Colombia estaría en peores dificultades que la suerte que le ha tocado en los últimos años.

Algunos otros aseguran que, lo peor es que ya hay millones de colombianos muy convencidos erróneamente de haber encontrado el genio de la lámpara de Aladino, capaz de llegar a la Casa de Nariño a salvar al país de las manos de los voraces y cuantos mal habidos se han gestado en este país, principalmente los ladrones de cuello blanco que son los responsables de todos los males que está padeciendo Colombia. La Leyenda de los falsos dioses y héroes.

Un amigo me sostenía que, nadie puede desmentir que la campaña que agrupa a los expresidentes de marras con el pla B. para llevar a un santandereano a la presidencia de la república, busca desquitarse con los electores que han intentado sacarlos del paseo, poque de esa manera volverán a manejar al país, así sea por interpuestas personas.

Como el Plan A. les falló, que era elegir a FICO como candidato para que se enfrentara con Petro, pero como no fue así, ellos ya tenían el plan B. listo con el santandereano, para ponerlo en ejecución y fue un plan y estrategia que comenzó a aplicarse desde antes de la primera vuelta para impresionar a los colombianos.

En un mensaje reciente decía el remitente: Si lo que conocemos como democracia tiene a los colombianos para que nos vuelvan a engañar quienes nos han vilipendiado por años, pues bienvenido sea ese superhombre que tienen listo para la Casa de Nariño, y que cada uno conforme sufraguemos este 19 de junio, que tengamos el valor de asumir nuestras propias responsabilidades y soportar con resignación lo que sobrevenga a Colombia. La única esperanza es esperar, que como los ilustres dirigentes no son el pueblo, que el día de elecciones los ciudadanos se muestre como verdaderos héroes y voten por el bien de su país, omitiendo las órdenes de sus dirigentes. (bersoa@hotmail.com)

domingo, 5 de junio de 2022

El Cambio se llama Rodolfo

Mario González Vargas

El mensaje del domingo fue contundente y no da espacio para interpretaciones acomodaticias. Los colombianos están hastiados de una clase política cada vez más mediocre, pero simultáneamente más voraz, que ha logrado degradar el sistema político hasta convertirlo en un remedo de democracia. Consumida en el frenético reparto de prebendas y privilegios, no reparó en la creciente deslegitimación de las instituciones, ni percibió las señales del desapego e inconformidad de los ciudadanos, ni se enteró del empobrecimiento de vastos sectores de la población. Vanas fueron las advertencias de los que alzaron su voz, sujetos a toda clase de estigmatizaciones. Hoy, nadie puede extrañarse por el afán de cambio que anima a los colombianos y que exige respuesta inmediata y creíble, que nos devuelva confianza y esperanza en nuestro futuro.

Los dos candidatos triunfantes en la primera vuelta se presentan naturalmente como los arquitectos del cambio, distantes entre sí, no solamente por sus historias de vida, sino también por los arquetipos que caracterizan sus visiones para una sociedad libre de ataduras pasadas y expectante de nuevos pilares del cambio prometido. Petro se formó en el evangelio de la lucha de clases, en los manuales de la dictadura del proletariado y del centralismo burocrático que legitimaron la combinación de todas las formas de lucha, y que hoy presenta preñada de futuro, sin reparar en la carga sistemática de esperanzas fallidas a lo largo del siglo pasado y de lo que va corrido del presente. Es el adalid del Estado proveedor de todos los bienes y servicios, administrador de sueños incumplibles, pero también rector vigilante de toda actividad del ciudadano, compelido al silencioso obedecimiento a riesgo de perder hasta la vida, lo que explica su sinuosa retórica en la que aflora la sospecha del engaño. En este siglo, la aceptación de semejante servidumbre debe más a la ignorancia que al halo promisorio que pretende toda utopía por incierta que sea. Prohíbe hasta los ensueños y la esperanza que constituyen los nutrientes indispensables de la vida.

Rodolfo se forjó en la dura disciplina del esfuerzo que le permitió superar cada uno de los obstáculos que las rigideces de todas las épocas sembraron en su camino. Se dotó de una voluntad inquebrantable y de un espíritu luchador que le permitieron elevarse a la cima de una sociedad que hoy reclama por ejemplos como el suyo, para transitar por iguales senderos y hacer cierta y real la promesa de un país de oportunidades, accesible a todos los que se hallen dispuestos a construirlo y resguardarlo. Ello explica su vertiginoso ascenso en la consideración de los colombianos que perciben las potencialidades de su patria, la riqueza de su diversidad y de sus culturas, los dones que le prodiga su exuberante naturaleza y las promesas que ofrece una democracia renovada y conducida por quien conoce mejor que nadie como alcanzar los premios que el esfuerzo permite en una sociedad que sepa ofrecer las mismas herramientas a todos sus miembros.

Si se trata de cambio, Rodolfo lo encarna mejor que nadie. Confirmémoslo el 19 de junio. 

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