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jueves, 13 de junio de 2013

¿El alcalde de Bogotá incumplió programa de gobierno?

Revocatoria: ¿todo está claro?
                                                Horacio Serpa
La Revocatoria del Mandato es consecuencia de una institución constitucional: el voto programático. El aspirante a la Alcaldía inscribe su propuesta de gobierno y se compromete a ejecutarla si gana las elecciones. Si no lo hace, el pueblo, mediante votación democrática, lo sanciona con la pérdida de sus funciones. En otras palabras, vota para sacarlo de la alcaldía, por mentiroso e incumplido.
Nadie sabe si en el caso Petro se hizo un análisis serio, responsable, al término del cual se concluyó que el Alcalde de Bogotá incumplió su programa. ¿Ese examen se puede hacer con objetividad y realismo cuando aún no se lleva siquiera la cuarta parte del mandato? Recuerdo que antes  de que se terminara el primer año de gobierno se anunció la revocatoria. ¿Odios personales? ¿Revanchismo político? Alguien debe aclarar las razones por las cuales se pide la revocatoria y por qué razón, cuando faltan dos terceras partes del periódo.
Sobre las firmas también hay que aclarar varias situaciones. ¿Es cierto que su verificación la hicieron las mismas personas que aparecieron involucradas en el chanchullo de Cali? Por otra parte, es claro que si un Partido Político, unas Organizaciones No Gubernamentales o un grupo de personas plantean la revocatoria mediante firmas, ellas y sus afines deben recoger las firmas. ¿Cómo es eso de que se contratan empresas  que nada tienen que ver con el caso, para que hagan el trabajo a cambio de un pago? ¿Es eso honesto? Además, ¿Cuánto costaron? ¿Quién pagó? ¿Cómo? ¿Por qué?
También tiene que aclararse jurídicamente cuales son las normas que se van a aplicar al caso que se controvierte. Recientemente se aprobó una reforma sobre las condiciones que deben llenarse para que operen los mecanismos de participación ciudadana, mediante una ley estatutaria que debe ser aprobada por la Corte Constitucional para que se pueda aplicar.  Habiendo sido expedida y aprobada después de la elección del actual Alcalde, ¿opera para el Alcalde Petro? ¿Desde cuándo las leyes tienen efecto retroactivo?
Todos los días inventan planes truculentos para perjudicar a Bogotá. No tienen con la cantidad de inconvenientes, escándalos y desastres  que se acaban de presentar. Surgen críticas y reparos por todo y en todas partes. Se cuestionan las políticas oficiales.   No se aprueban los  proyectos del Alcalde. Se denuncian sus actuaciones. Ni siquiera se le permite cambiar un cuadro y rendir homenaje al Libertador. ¿Así, qué resultados de amplia satisfacción se pueden exigir? El que no ayuda puede criticar, pero no reclamar ni mostrarse hipócritamente como salvador de la ciudad. Al contrario, le hace daño.
Los amigos de la revocatoria deben saber que si se llegare a aprobar, digamos, en Septiembre, la elección de nuevo Alcalde sería  en noviembre o diciembre, y al elegido solo le quedarían dos años de gestión. El primero para organizarse, revisar lo que recibe y planear su administración. El otro se irá en las elecciones del nuevo Burgomaestre. Es decir, 8 años perdidos. ¿Lo merece Bogotá?
Bogotá D.C., 11 de Junio del 2013 (Columna semanal del Nuevo Siglo)

sábado, 16 de febrero de 2013

Tenían razón los Mayas

                                                Trafugario
Por: JOSE OSCAR FAJARDO
“Yo creo que sí tenían razón los Mayas pero lo que pasó fue que se equivocaron de fecha”, sentenció vehementemente un parasicólogo mentalista oriundo y graduado en el CEPEVAR (Centro para el Estudio de Vainas Raras) en el Manicomio más grande del mundo, con motivo de la abrupta llegada de un meteorito en algún sector lejano de los Montes Urales en la antigua Rusia.
Y qué coincidencia tan verraca porque ocurre el mismo día en que los científicos encargados de mirar el cielo esperaban el paso, a eso del medio día del último viernes, del asteroide 2012DA14, con el fin de observar y estudiar las consecuencias de su pasajera visita. Dijeron ellos mismos, de la que cayó, que se trató de una piedra metálica de unos tres o cuatro metros de diámetro aproximadamente, con un peso de unas 30 a 50 toneladas de las de nosotros.
Lo que yo estuve perorando con otros periodistas del manicomio, es que, hablando muy enserio esta vez y aprovechando de la ingenuidad de la gente del común, volvieron a revivir el cuento de que los Mayas sí tenían razón porque el mundo tiene que acabarse así se enverraquen los godos o los cachiporros o las segregaciones políticas de estos, que por ahora ya están preparándose y entrenando todas las triquiñuelas para las elecciones del año entrante. Estoy en la obligación de aclarar que eso de los asteroides es una cosa que ocurre en la tierra todos los días y sin sacarle punta. Lo que pasa es que el planeta Tierra es tan grande, que casi nadie se da cuenta de ello. Y que el 70% de esta belleza de paraíso está cubierto de agua y peor por ahí. Así es que no se asusten que esas no son cosas ni de dios ni del diablo sino simplemente leyes de la naturaleza, entiéndase “fuerza gravitaría”, descubierta por el matemático Isaac Newton, y que en el caso de nuestro planeta es de 9.8 metros /seg2. Un asteroide es demasiado peligroso cuando su diámetro es de un kilómetro en adelante. El último de ellos, del ranking de los peligrosos, cayó hace unos 65 millones de años y tenía, dicen, 10 km de diámetro aproximadamente. 
Entre otras pilatunas, no acabó sino con casi todos los seres vivientes de entonces, incluida la totalidad de los dinosaurios, y ocurrió por allá en el Terciario-cretácico, que evolutivamente fue un verdadero periodo de extinciones. Todo esto para que quede claro que se trata de fenómenos que no tienen nada que ver con las fantasías del fin del mundo sino que por el contrario, que son hechos elementalmente explicables por cualquier muchacho que haya leído teorías del universo en una zapatería barata. Porque lo que pasa es que, desgraciadamente de ello se aprovechan los abejorros con el fin de quitarle a los ingenuos e ignorantes la platica que tienen ahorrada para una eventual enfermedad, y en el peor de los casos lo del arriendo o lo del mercado del mes. A los fenómenos geofísicos como a los atmosféricos y otros de igual pelambre, no se les debe tener miedo sencillamente, quién va a concebirlo, sino conocer mucho de ellos para poder salir corriendo o saber tomar medidas para evitar daños catastróficos e incluso un aplastamiento.
Por ejemplo, no duerma encerrado herméticamente ni con tres chapas con doble llave porque si ocurre un terremoto, usted no tendrá tiempo de salir y salvar su vida. O si en un recipiente hay una sustancia y usted intuye inteligentemente que se trata de un sorbo de cianuro de hidrógeno, procure no probarlo con la lengua a ver si coincide con su hipótesis dado que puede resultarle supremamente oneroso.

domingo, 8 de noviembre de 2009

La anexión de Colombia a Estados Unidos


Noviembre 06, 2009 -Colaboración reenviada por Jorge Castellanos Pulido

Cualquier persona medianamente informada comprende de inmediato que el edulcorado “Acuerdo complementario para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos”, firmado el 30 de octubre y publicado en la tarde del 2 de noviembre, equivale a la anexión de Colombia a Estados Unidos.

El acuerdo pone en aprietos a teóricos y políticos. No es honesto guardar silencio ahora y hablar después sobre soberanía, democracia, derechos humanos, libertad de opinión y otras delicias, cuando un país es devorado por el imperio con la misma facilidad con que un lagarto captura una mosca. Se trata del pueblo colombiano, abnegado, trabajador y luchador. Busqué en el largo mamotreto una justificación digerible, y no vi razón alguna.

En 48 páginas de 21 líneas, cinco se dedican a filosofar sobre los antecedentes de la vergonzosa absorción que convierte a Colombia en territorio de ultramar. Todas se basan en los acuerdos suscritos con Estados Unidos después del asesinato del prestigioso líder progresista Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, y la creación de la Organización de Estados Americanos, el 30 de abril de 1948, discutida por los Cancilleres del hemisferio, reunidos en Bogotá bajo la batuta de Estados Unidos los días trágicos en que la oligarquía colombiana tronchó la vida de aquel dirigente y desató la lucha armada en ese país.

El Acuerdo de Asistencia Militar entre la República de Colombia y los Estados Unidos, en abril de 1952; el relacionado con “una Misión del Ejército, una Misión Naval y una Misión Aérea de las Fuerzas Militares de los Estados Unidos”, suscrito el 7 de octubre de 1974; la Convención de Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas, de 1988; la Convención de Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, de 2000; la Resolución 1373 del Consejo de Seguridad, de 2001, y la Carta Democrática Interamericana; la de Política de Defensa y Seguridad Democrática, y otras que se invocan en el citado documento. Ninguna justifica convertir un país de 1 141 748 kilómetros cuadrados, ubicado en el corazón de Suramérica, en base militar de Estados Unidos. Colombia posee 1,6 veces el territorio de Texas, segundo Estado de la Unión en extensión territorial, arrebatado a México, que después sirvió de base para conquistar a sangre y fuego más de la mitad de ese hermano país.

Por otro lado, han transcurrido ya 59 años desde que soldados colombianos fueron enviados a la distante Asia para combatir junto a las tropas yankis contra chinos y coreanos en octubre de 1950. Lo que el imperio pretende ahora es enviarlos a luchar contra sus hermanos venezolanos, ecuatorianos y otros pueblos bolivarianos y del ALBA, para aplastar la Revolución Venezolana, como trataron de hacer con la Revolución Cubana en abril de 1961.

Durante más de un año y medio, antes de la invasión, el gobierno yanki promovió, armó y utilizó las bandas contrarrevolucionarias del Escambray, como hoy utiliza a los paramilitares colombianos contra Venezuela.

Cuando el ataque de Girón, los B-26 yankis tripulados por mercenarios operaron desde Nicaragua, sus aviones de combate eran transportados hacia la zona de operaciones en un portaaviones, y los invasores de origen cubano que desembarcaron en aquel punto venían escoltados por buques de guerra y la infantería de marina de Estados Unidos. Hoy sus medios de guerra y sus tropas estarán en Colombia, no sólo como una amenaza para Venezuela sino para todos los Estados de Centro y Suramérica.

Es realmente cínico proclamar que el infame acuerdo es una necesidad de la lucha contra el tráfico de drogas y el terrorismo internacional. Cuba ha demostrado que no se necesitan tropas extranjeras para evitar el cultivo y el tráfico de drogas y mantener el orden interno, a pesar de que Estados Unidos, la potencia más poderosa de la tierra, promovió, financió y armó durante decenas de años las acciones terroristas contra la Revolución Cubana.

La paz interna es prerrogativa elemental de cada Estado; la presencia de tropas yankis en cualquier país de América Latina con ese propósito es una descarada intervención extranjera en sus asuntos internos, que inevitablemente provocará el rechazo de su población.

La lectura del documento demuestra que no sólo las bases aéreas colombianas se ponen en manos de los yankis, sino también los aeropuertos civiles y en definitiva cualquier instalación útil a sus fuerzas armadas. El espacio radioeléctrico queda también a disposición de ese país portador de otra cultura y otros intereses que nada tienen que ver con los de la población colombiana.

Las Fuerzas Armadas norteamericanas disfrutarán de prerrogativas excepcionales.

En cualquier parte de Colombia los ocupantes pueden cometer delitos contra las familias, los bienes y las leyes colombianas, sin tener que responder ante las autoridades del país; a no pocos lugares llevaron los escándalos y las enfermedades, como hicieron con la base militar de Palmerola, en Honduras. En Cuba, cuando visitaban la neocolonia, se sentaron a horcajadas sobre el cuello de la estatua de José Martí, en el Parque Central de la Capital. La limitación relacionada con el número total de soldados puede ser modificada por solicitud de Estados Unidos, sin restricción alguna. Los portaaviones y barcos de guerra que visiten las bases navales concedidas llevarán cuantos tripulantes requieran, y pueden ser miles en uno solo de sus grandes portaaviones.
El Acuerdo se extenderá por períodos sucesivos de 10 años, y nadie puede modificarlo sino al final de cada período, advirtiéndolo un año antes. ¿Qué hará Estados Unidos si un gobierno como el de Johnson, Nixon, Reagan, Bush padre o Bush hijo y otros similares, recibe la solicitud de abandonar Colombia? Los yankis fueron capaces de derrocar decenas de gobiernos en nuestro hemisferio. ¿Cuánto duraría un gobierno en Colombia si anunciara tales propósitos?

Los políticos de América Latina tienen ahora ante sí un delicado problema: el deber elemental de explicar sus puntos de vista sobre el documento de anexión. Comprendo que lo que ocurre en este instante decisivo de Honduras ocupe la atención de los medios de divulgación y los Ministros de Relaciones Exteriores de este hemisferio, pero el gravísimo y trascendente problema que tiene lugar en Colombia no puede pasar inadvertido por los gobiernos latinoamericanos.

No albergo la menor duda sobre la reacción de los pueblos; sentirán el puñal que se clava en lo más profundo de sus sentimientos, en especial el de Colombia: ¡se opondrán, jamás se resignarán a tal infamia!

El mundo enfrenta hoy graves y urgentes problemas. El cambio climático amenaza a toda la humanidad. Líderes de Europa casi imploran de rodillas algún acuerdo en Copenhague que evite la catástrofe. Presentan como realidad que en la Cumbre no se alcanzará el objetivo de un convenio que reduzca drásticamente la emisión de gases de efecto invernadero. Prometen proseguir la lucha por alcanzarlo antes de 2012; existe riesgo real de que no pueda lograrse antes de que sea demasiado tarde.

Los países del Tercer Mundo reclaman con razón a los más desarrollados y ricos cientos de miles de millones de dólares anuales para costear los gastos de la batalla climática.

¿Tiene algún sentido que el gobierno de Estados Unidos invierta tiempo y dinero en construir bases militares en Colombia para imponer a nuestros pueblos su odiosa tiranía? Por ese camino, si un desastre amenaza al mundo, un desastre mayor y más rápido amenaza al imperio, y todo sería consecuencia del mismo sistema de explotación y saqueo del planeta.

Fidel Castro Ruz
Noviembre 06 de 2009
10 y 39 a.m.

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