Colombia, miércoles 28 de enero de 2009HORACIO SERPA
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Colombia y Venezuela están de amores. Los presidentes de ambos países, Álvaro Uribe y Hugo Chávez, se reunieron el sábado pasado en Cartagena, para sanar viejas heridas, darse un abrazo, echarse unos cuantos chistes y contarle al mundo que, como buenos hermanos, están de reconciliación. Atrás han quedado los portazos y las descalificaciones.
Es una buena noticia para ambas naciones, necesitadas hoy más que nunca de amistad y demostraciones prácticas de entendimiento. En momentos en que el mundo vive una de las épocas más turbulentas en el campo económico y los estragos están dejando sin puesto a millones de ciudadanos a lo largo del planeta, mal harían las dos naciones hermanas, hijas del genio de Bolívar, con una frontera común de más de dos mil kilómetros, con problemas comunes y muchas amenazas latentes, seguir enfrascados en una disputa que a todos afecta.
El nombramiento y próxima posesión de los embajadores en Caracas y Bogotá, es una muestra de que va en serio la reanudación, en los mejores términos, de esa maltrecha relación. Ambos diplomáticos tienen una excelente hoja de vida académica y profesional, son conocedores de las dinámicas comerciales y políticas bilaterales y tienen toda la confianza de sus presidentes. Su reto es hacer olvidar las épocas de enfrentamiento.
El presidente Chávez ratificó ante las cámaras que nunca ha apoyado, ni apoyará, a ningún movimiento subversivo en Colombia, así como su voluntad de contribuir a la paz en nuestro país. Es claro que así respondió a quienes malinterpretaron su colaboración con la liberación de los secuestrados por las FARC, con una alianza incondicional con esa guerrilla. Cosas de la coyuntura política y la polarización internacional que regía en los tiempos de Bush y crearon una imagen que Chávez está dispuesto a rectificar. Máxime cuando el presidente Obama se ha referido a él para rechazar esa supuesta cercanía con las Farc. Acercarse a Colombia y rechazar las Farc es la estrategia correcta.
El encuentro dejó claro que lo importante es blindarse mutuamente contra la turbulencia económica mundial. La apertura del mercado a los automóviles colombianos, los avances en el estudio de un acuerdo de complementación económica, son buenas noticias. Pero sobre todo, el distensionamiento político, que demuestra que la diplomacia siempre será mejor que las agresiones verbales.
Por supuesto, no deja de preocupar, que al contrario de Chávez, el Presidente Correa de Ecuador, insista en mantener cerrada la frontera. Su animadversión personal al Presidente Uribe, sumado a los errores de nuestra Cancillería y de uno que otro funcionario oficial, tienen trancado con doble cerrojo el camino de la integración.
Los afectados son los pueblos de los dos países, pero el fantasma de la muerte en territorio fronterizo de Raúl Reyes tiene más poder del que muchos creyeron. Se necesita más imaginación y muchos más esfuerzos. Unas son de sal y otras son de azúcar en las relaciones internacionales. Ecuador debería imitar a Chávez y comenzar a arreglar las cargas.
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