Por Luis Eduardo Jaimes
Bautista*
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Como
delincuentes de la peor 'calaña' calificó el ministro de la Defensa, Rodrigo
Rivera, a los integrantes de la Fuerza Pública que se alían con las bandas
criminales. (Colprensa)
En Bucaramanga, policías acosan a familiar y abogado de
niña abusada por uniformados. (Vanguardia
Liberal)
Pero también piensen que hay
buenos y excelentes policías que dan la vida por los ciudadanos y son un
ejemplo para la institución. (General
Oscar Naranjo, Director General de la Policía Nacional.)
Nunca una persona se puede imaginar quién es su
vecino, hasta que no lo conozca, porque se puede distinguir al individuo por
sus rasgos y costumbres, pero no en el fondo que piensa, que hace, si está
dentro de los parámetros de un ser social que respeta a los demás.
Conocí a un personaje que su vida era de muchos
amigos, la mayor parte muchachos menores de edad que nunca trabajaban, pero
tenían para darse sus lujos, tener novia, comprar unos tenis de marca, buena
ropa, pero sin trabajar. Esto empezaba a crearse una sospecha no para bien sino
para mal, en el barrio donde vivía.
Dicho personaje era conflictivo, quería imponer su
línea de mando, hasta que las sospechas supuestamente eran ciertas, era un
expendedor de estupefacientes al menudeo y los muchachos que tenía a su
alrededor eran sus lacayos de la distribución.
Los habitantes del barrio empezaban a mirarlo con
recelo y a tenerle cierto temor, si lo denunciaban había implicaciones de
venganza, el instinto de la culebra alborotada y ciega estaba lista para atacar
a la víctima. Todo rondaba ya en un manto de silencio por las amenazas, y el
personaje crecía con poder y respeto. Hacía bailes, campeonatos y todos eran
ñeros, ñero para allí y gonorrea para allá. Sus cabezas rapadas, la pantaloneta
ancha de color, camisas, camisetas de equipos de fútbol anchas, chancletas,
tenis y cachucha de 150 mil pesos y el escapulario al tobillo. Mientras los más
listos portaban la patacabra o el fierro.
Los días pasaban y el problema crecía. Si alguien
llamaba a la Policía para denunciar o que se hiciera un posible seguimiento,
sentía la sombra del miedo y de zozobra que implicaba a su misma familia. El
123 algunas veces funcionaba otras no. Pero lo real era que muchas veces entre
las grandes parrandas que hacía, molestaba con el estridente ruido discotequero
de las cumbias y corridos prohibidos, el trago era por doquier. Él se sentía el
patrón, el capo, el duro, el líder del barrio, siempre acompañado por la
escolta de muchachos que van detrás de la silla de ruedas. Un premio a sus
desgraciada vida por estar metido en el negocio, y en una batida, -dos murieron-
y una bala lo dejó parapléjico. Pero el hombre nunca cambió, siguió con su
ejemplo para los hijos y los niños que ya empezaban a seguirlo.
-¿Y qué hacía la policía en este caso?- Muchas veces
ni atendía el llamado y si lo atendía, daban su acostumbrada ronda, miraban el
personaje y sus compinches con cierta complacencia y se marchaban. Esto
levantaba sospechas porque para algunos, él compraba policías. La Seguridad no
existía para los buenos, sino para los malos.
El Tiempo pasaba y la escuela de la delincuencia con
muchos jóvenes alrededor empezaba a tener sus frutos, se presentaban robos,
peleas, consumo de estupefacientes y como dicen los abogados supuestamente
extorsión y contrabando.
Comenzaban aparecer carros de alta gama o engallados
como dicen los mecánicos o igualmente motos para algún harlista. Las mujeres ni
esperar porque también eran las allegadas a esta sociedad del crimen
organizado.
Lo bueno de esta narración es que todavía no aparecía
un muerto y si lo estaban planeando dentro de su película de suspenso, podría
llegar, o ya tenían varios dentro de esas venganzas, de sapos y parches, pero su
vida era legal dentro de la ilegalidad. Los expedientes, -precluídos-
investigaciones archivados por vencimiento de términos.
El tiempo pasaba y no pasaba nada, los cuerpos
investigativos y de seguridad seguían en su silencio cómplice, -aún cuando allí
también vivían policías- alguno que otro parroquiano miraba con desdén, y
muchos por el miedo eran complacientes de que ese barrio tranquilo con calidad
de vida, sano, poco a poco se lo fueran tomando dentro del camuflado negocio de
minutos. Porque este era otro parapeto para resguardarse con la comunicación
sin despertar sospecha y soterradamente manejar los negocios.
En conclusión lo que sucede alrededor de este cuento,
lo vive mucho la ciudad y muchas ciudades colombianas, como si le realidad
fuera una ficción. Ante la voz de la gente que grita, con voz en cuello ahogado, General investigue y
castigue a sus subalternos, traidores de la seguridad y cancerberos de la
delincuencia. Porque cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.
*Poeta
y Escritor