sábado, 18 de septiembre de 2010

TRAFUGARIO

------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

DELIRIUN TREMENS COLECTIVO
Cuando yo era un pelado de bachillerato ya me gustaba leer, a la lata, de cuantas carajadas cayeran a mis manos. Pero claro que con sumo agrado, a Emilio Salgary, a Jack London, a Julio Verne y las columnas de Alfonso Castillo Gómez de EL ESPECTADOR, entre otros. Y biografías de grandes personajes. Yo le aconsejo a todos los pelados de ambos sexos, para que Florence Thomas no se me enverraque, que lean muchas biografías porque ahí es donde uno aprende cómo se forjó el acero. Recuerdo que me causó profunda preocupación, por mi corta edad, cuando leí que Edgar Alan Poe, uno de los grandes escritores de todos los tiempos, había muerto casualmente de Delirium Tremens. Después supe que de esa enfermedad morían grandes intelectuales, científicos, hombres de negocios, gobernantes y deportistas. El fin de semana anterior cuando en plenos albores de la feria de Bucaramanga se presentaron esos desmanes de la gente con más de 600 bonches callejeros, 8 muertos y sesenta y pico de heridos, hice un diagnóstico sano para mis adentros: es Delirium Tremens colectivo.

Y estoy seguro de no poder equivocarme porque un análisis de profundidad arroja ese resultado. Lo primero que voy a hacer para enrrostrar el asunto es sacar del cuento a los gobernantes y a las autoridades policivas y religiosas porque de eso nadie tiene la culpa. O sí, en última instancia el mismo “Estado borrachín” tendría la culpa pero eso ya es harina de otro costal. Porque en ese caso tenemos que admitir que se trata de un proceso dialéctico materialista con componentes culturales a través del cual la sociedad se ha ido desmembrando y “gomorrizando” mediante el uso y el abuso de las drogas y el alcohol. Por eso aclaro que no se trata de la irresponsabilidad de un alcalde, de un gobernador, o de un comandante de policía. Es la implosión social resultado del “progreso”.

Empecemos porque en los campos de Colombia, el guarapo, una legítima bebida alcohólica, hace parte del menú alimenticio de la comunidad campesina y por eso gran parte de los campesinos de Colombia, son un foco de alcoholismo en el país al que no se le ha puesto ni la más mínima atención. En los sectores donde se cultiva la caña de azúcar y hay producción panelera, el guarapo es parte de la “alimentación” del obrero dedicado a la recolección de la caña como de la molienda y la producción de panela. Además, por razones de herencia cultural y por antiguas costumbres ancestrales de nuestros primeros pobladores, sobre todo los santandereanos tenemos un antecedente de “guarapofilia” desde temprana edad, que termina finalmente en el alcoholismo de algunos sectores de la población. Para completar, Colombia es quizá el país con el mayor número de fiestas y reinados en el mundo. Esa puede ser una explicación de que Colombia figure como uno de los países en el que, según investigaciones de orden estadístico, se califica como el cuarto país donde la gente vive más feliz, a pesar de sus pobrezas, miserias y vicisitudes.

Por eso lo que se presentó en Bucaramanga no es un asunto casual y pasajero sino por el contrario, la punta del iceberg que sirve para calcular la temperatura real de, cómo es que está yendo el agua al molino. Como el río que crece, el torrente social se está desmadrando y nadie le está poniendo atención. Y se trata no solamente de Bucaramanga sino de Bogotá, Cali, Medellín, Barbosa, Vélez, Balívar, Sucre, La Venta, Matemora y El Polvero. De Uruguay y Paraguay y todo lo que hay por “ay”. Dentro de mis conceptos personales está, que fue el alcoholismo uno de los componentes sociales y culturales que participó en el colapso gravitatorio social de la Unión Soviética y que, siendo tan rico “el santo sorbo”, para allá van los Estados Unidos y otras potencias económicas del mundo moderno. Y lo que también es cierto es que, “La sarna con gusto no pica y si pica no mortifica”.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

GLORIA A DIOS

-------------------------Por Gerardo Delgado Silva

Lo que caracteriza el Estado de Derecho – al que aspira toda organización política de tipo constitucional, y muy especialmente la republicanodemocrática - , es la sujeción de toda actividad gubernativa al imperio inexcusable de un determinado orden jurídico.

Y es que los principios constitucionales son, ante todo, contornos éticos dentro de los cuales deben encausarse los poderes ordinarios del Estado. ¿No fue acaso fraudulenta e inconstitucional la reelección de Uribe?

Con la “Seguridad Democrática” creó un vicioso ambiente de apaciguamiento, encaminado a hacer creer en la conciencia pública artificiosamente, que se estaba cumpliendo con el reencuentro de la paz total, las formas civilizadas de vida y el desarrollo del pueblo. Como el problema lo consideró personal, extinguió la institucionalidad y olvidó escandalosamente, que el Estado debe asegurar la intangibilidad de la vida y la dignidad humana consagradas como un fin y valor supremo por la Constitución Nacional.

Ahora bien. El mecanismo inconstitucional del pago de recompensas por el resultado, implicó los crímenes de lesa humanidad, insólitamente señalados como “falsos positivos”, en más de dos mil humildes jóvenes inocentes de la patria.

Uribe, paralelamente, sacó a la luz sus marcados rasgos policiales, e instauró por medio del DAS, la modalidad malsana y criminal de interceptar a un sinnúmero de personajes, entre ellos nada menos que a los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Y persistió en vilipendiarla, con el sabor de enojo, por administrar justicia a los “parapolíticos”, sus electores, comprometidos en genocidios que representan los más inhumanos actos, similares a los de la guerrilla, que se hayan cometido en la patria, a la cual dizque querían “refundar”, en acuerdo con los paramilitares.

No le importó al presidente, cuánto representa y significa la justicia en la vida social de una nación.

En esta sentina del gobierno de Uribe, el campo se vio más desprotegido que nunca, ante la apropiación ilegítima, de más de cinco millones de hectáreas, ganadas a sangre y fuego por los paramilitares, que convirtieron masivamente a millones de campesinos honestos y trabajadores en parias desplazados, cuando no asesinados o desaparecidos. Comportamientos de cuya exacta dimensión no tiene pleno conocimiento el país, por estar sumergido de repente en el averno de la ceguera colectiva.

La fementida “Ley de justicia y paz”, no es un símbolo de ésta, sino de escarnio y befa al orden jurídico y a la verdad, con el impacto tenebroso que ha cortado en dos la historia nacional.

Los paramilitares sabían a ciencia cierta que no serían sujetos de sentencias ejemplarizantes, que seguirían en su vasto imperio criminal, edificado en concierto con los narcotraficantes. Se les forjó la gran ola de impunidad, para la gravedad de sus crímenes. Las extradiciones fungen como privilegios para los jefes paramilitares que diluye la reparación justísima de las víctimas. Es decir, apeló Uribe a la filosofía de Tariq Alí, citado en otro escrito mío: “vamos a castigar los crímenes de nuestros enemigos y recompensar los crímenes de nuestros amigos” (El país, 20-9-01).

Desmovilizados y legitimados, llegaron a tal punto de incrustarse dentro del Estado, pues se sepultaron en ese gobierno los atributos y virtudes que creíamos imperecederos. Podemos afirmar que es una nueva forma de insultar a las víctimas silenciadas en su desolación, y por tanto, una manera absurda y cobarde de colaborar con los verdugos.

Entre tanto, se consolidaron los paramilitares como empresarios de plantaciones de palma africana, verbi gratia en Cuvaradó y Jiguamiandó, con ostensible violación de los derechos fundamentales de los territorios afrocolombianos.

Y, ¿Qué decir de los oprobiosos hechos punibles llevados a cabo por el facineroso exministro Arias, en el gran valse de “Agro Ingreso Seguro”; del depravado atropello a las víctimas desplazadas cometido en Carimagua; de la impúdica “Zona Franca”, montada por los hijos del presidente, con desafecto a la ley y a la moral; del olvido completo de que el Estado tiene que velar incansablemente, insomnemente, para que haya trabajo para todos, pues la dignidad de la persona lo requiere; del desconocimiento de las precarias perspectivas de acceso a la educación, las asimetrías acentuadas, la exacerbación de desigualdades, el fomento de marginaciones; de la inmisericordia con los millones de seres que se confunden con la basura; de la concentración escandalosa de la riqueza; del alud del clientelismo corrompido, como en algunas notarias; de la violación de la soberanía hincada en el acuerdo de las bases con Estados Unidos, naturalmente inconstitucional.

El poder ha demostrado siempre su podredumbre, pero nunca como en los ocho años de gobierno de Uribe, había revelado con tanto cinismo su perversión. Desposeyó en fin a Colombia, del solio de “potencia moral”, con que tantas generaciones virtuosas la honraron durante muchos años.

Ante esta honda dislocación que sufre la sociedad colombiana, ante las sentidas razones de queja, ¿Cómo no darle gracias a Dios por permitirnos un estado espiritual nuevo, con un gobernante que se rodeó de esclarecidos ministros, exceptuando al undívago de defensa; que nos muestra horizontes distintos; que se ha comprometido ante la patria y el mundo entero a desempeñar eficazmente su función dirigida al bien común de todo el pueblo? Aun cuando Santos proviene de las huestes de Uribe, -que nos permite experimentar reservas-, la diferencia alucinante ya se nota. Nos encontramos ante la asunción consciente del inmenso reto que le han planteado los ocho años de oprobioso olvido y desprecio del Estado de Derecho.

Ha llegado el momento de combatir el mal, y nadie con buena voluntad pueden negarse a colaborar, sea cual sea el sitio en la comunidad. Es el instante preciso de iniciar esa gran cruzada, para cumplir la enorme tarea de reconstruir a Colombia, moral y materialmente.

Cuenta el Presidente, con el faro de dignidad de su tío abuelo Eduardo Santos, que se confunde con la imagen de la patria, por sus virtudes que representan el gobierno más completo, benéfico y creador que se registra desde el general Santander.

Nuestra esperanza, que no cejamos en alimentar, es la de que el nuevo gobierno no resulte inferior a la inmensa misión que le ha señalado la historia. Solo de brazo con los principios éticos y jurídicos, viejos de siglos, milenarios mejor se puede lograr una sociedad prospera. Ya probamos lo contrario y sus desastrosas consecuencias están a la vista.

sábado, 11 de septiembre de 2010

TRAFUGARIO

----------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

LOS NIÑOS ASESINOS

“Sobre una cerca de alambre de púas, desnuda, con el cuerpo ensangrentado, la cara magullada por los golpes y temblando de frío, encontraron sus familiares a Kareen Manuela, de dos de edad, quien había desaparecido la noche anterior. En medio del llanto, la niña sólo tuvo alientos para pedirle un tetero a su mamá. Un adolescente de 15 años, capturado dos días después, la había raptado la noche anterior. La pequeña no resistió las heridas causadas por la violación, los golpes y varios cortes de navaja y murió”.

 La preciosa porcelana de muchacho, el próximo 14 de septiembre, cuando se cumplen dos años del crimen, quedará a tiro de as de recobrar la libertad, ya que sólo fue condenado a tres años de retención en un “centro de protección especial para su resocialización”. De allí saldrá muerto de la risa a hacer un posgrado en “sicariato de alto nivel” en cualquiera de los muchos Institutos Tecnológicos que para tales efectos se han creado en las principales ciudades del país. Pero léanse esta cifra tan rimbonbante: 20.104 adolescentes, entre los 14 y los 17, años entregó la Policía a la Justicia entre marzo del 2007 y junio del 2010. Todos ellos por delitos que van desde el asesinato con sofisticadas armas automáticas, a las violaciones de niñas de brazos, hurto calificado, atraco, uso y expendio de drogas, y así hasta el infinito. Y quién me lo va a creer, yo veo más peligroso a un jibaro menor de edad, que a un sicario mayor de edad con una docena de metralletas. ¿Pueden ustedes amigos lectores, calcular la capacidad de penetración, o más bien el radio de acción, de un “sardino” de esta estirpe, bien churro, por ejemplo en los colegios de secundaria de una ciudad como Bucaramanga?

Entonces mirando la cosa así, acá es donde yo me pongo totalmente de acuerdo con la senadora Gilma Jiménez, del Partido Verde, de crear mecanismos de ley para contrarrestar los efectos de este tipo de comportamientos de los menores de edad. Es que yo me intoxico de la risa cuando dicen o hablan de un niño de 16 ó de 17 años. Alguna vez leía yo en un periódico de Medellín, “la menor de 11 años portaba en su morral de colegiala, una ametralladora MP5, dos proveedores de carga para la misma, y dos granadas de fragmentación”. Y luego pensaba entre risas: Esa inocente sardinita cuando tenga 14 ó 15 años se da plomo con una docena de elefantes. Rosario Tijeras es una encantadora porcelana china al pie de esta doncellita. Y pensar que no es un capítulo más del seriado de Gustavo Bolívar, Pandillas, Guerra y Paz, a la cual tienen acceso todos los niños de Colombia, sino un triste capítulo más de la sociedad.

Por eso le capté el mensaje a la senadora Gilma Jiménez, de bajar la edad, cosa que todavía no tengo suficientemente clara, a los menores a 14 años de edad para su juzgamiento legal, por lo menos por los delitos más atroces. ¿Qué dice la sicología, el psicoanálisis o la psiquiatría modernas? Sencillo. Que un individuo de cualquier sexo, con desarrollo mental normal, ha atravesado todas las etapas de la formación de su personalidad (Oral, Anal, Fálica, De Latencia y Genital, en Psicoanálisis) y que por lo tanto distingue perfectamente el bien y el mal. Es decir, que el Estado tiene que adecuar las leyes para proceder, pero también responsabilizarse, como política de Estado, de crear mecanismos de educación y culturización desde la niñez para evitar futuros delincuentes. Eso se hace combatiendo la pobreza económica que es la que genera la miseria ética y moral. Pues cuando un niño viola una niña y luego la asesina, o un tipo mata a otro porque le dijo un apodo, a una mamá envenena a sus tres hijas y luego se suicida, entre tantas otras escenas increíbles y no de ficción, no se trata de Sófocles o de Esquilo en el antiguo teatro griego, sino de una sociedad cuyo cultura tiene cáncer terminal.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Adelante contra la corrupción

Colombia, miércoles 8 de septiembre de 2010

HORACIO SERPA
El nuevo gobierno nacional comenzó bien. Lo señala la gente. Lo dicen las encuestas. Se nota en el ambiente, mas tranquilo, sin pugnacidades innecesarias, marcado por el signo del optimismo. A un mes del comienzo se puede asegurar que el país está contento con el doctor Santos y su importante equipo de colaboradores.

El lunes pasado se presentó la política pública contra la corrupción. Una propuesta de importantes figuras que buscan cerrar los espacios a los defraudadores de los presupuestos oficiales, tan asediados por toda clase de pillos. La iniciativa fue bien recibida, porque nada hay mas inconveniente, ni mas odiado por la gente, que las actividades cumplidas en la función pública para quedarse con los recursos económicos que el Estado en sus diferentes niveles e instancias asigna para atender los requerimientos ciudadanos y las necesidades comunitarias.

Bien, entonces, que se vigile el comportamiento de los funcionarios públicos, especialmente en materia de contratación. Y que vengan inhabilidades y condignas sanciones. Hay que extender la severidad de los reproches a los particulares que con sus asedios y ofrecimientos logran quedarse con los contratos y las licitaciones. Recordemos el famoso verso de Sor Juana Inés de la Cruz: “Y quien es mas de pecar, aun cualquiera mal haga; la que peca por la paga, o el que paga por pecar”.

Importante es que actúe la Administración de Justicia. La impunidad estimula el crimen. Sin desatender las garantías propias de los procesos judiciales, respetando la presunción de inocencia, pues somos un Estado Social de Derecho, ha de cumplirse el adagio según el cual, “quien la hace, la paga”.

Actualmente se adelanta un importante debate sobre el tema de las regalías del petróleo y los minerales. Un recurrente argumento en contra de los territorios, es la corrupción. “Se están robando las regalías”, se argumenta con estridencia. Pero cuando se miran las estadísticas del año 2.000 al 2.009, según la Fiscalía, se han dictado 25 Resoluciones de Acusación contra Alcaldes y funcionarios departamentales. Y en sus oficinas están registradas 6 sentencias por mal uso de regalías. No hay razones para tanta algarabía.

Duro, pues, con los corruptos, pero con razones y sentencias en la mano.

Los políticos debemos hacer mucho en la lucha por la transparencia. Principalmente, dando buen ejemplo. Algunas veces con fundamento, muchas otras sin razón, los políticos tenemos fama de corruptos. Pero no es cierto que política sea sinónimo de corrupción. Por eso cada actuación de un político, debe ser limpia, pública, contundentemente seria y transparente. Y cuando tengamos la oportunidad del servicio gubernamental, realizar una gestión pulcra, sin mácula. Reivindicar ante los ojos de la ciudadanía la función política, es tarea de los políticos. Para que la gente vuelva a creer.

Demos todo el apoyo al gobierno nacional en esta importante cruzada ética que favorece el interés social. Desde las gobernaciones y las alcaldías es bastante lo que podemos hacer. Lo requiere el país. Lo exige la gente. ¡Adelante!

lunes, 6 de septiembre de 2010

TRAFUGARIO

-------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

EL ÉXITO DE ULIBRO

Hace tiempo tomando tinto con un buen amigo y también columnista de este periódico, perorábamos de por qué yo casi nunca le daba garrote a personaje alguno en mis columnas. Y pude darme cuenta de que él, mi amigo, tenía el concepto, muy personal lógicamente, y lo ponía en práctica con enconada frecuencia, de que las columnas eran para dar garrote. Mas nunca para admirar o para felicitar. Yo no hago eso, o casi nunca lo hago. Claro que cuando lo hago, es porque tengo la certeza científica de que a quien va dirigido el misil, no hay posibilidad de duda, se lo merece. Al fin y al cabo eso es parte del oficio de los columnistas: producir y generar opinión. Como para la muestra siempre hay un botón, tengo ubicado un político que desde hace tiempo se viene ganando un “suculento garrotazo”, que el día que se lo pegue, va a quedar más torcido que el jorobado de nuestra señora de París. Se gasta una prepotencia y un cinismo sólo comparable a la del mismísimo Nicolacito Maquiavelo. Su nombre, obvio, es reserva del sumario.

Pero siguiendo con nuestro tema inicial, esta vez Ulibro se gana mis aplausos y los de la comunidad progresista de Bucaramanga, puesto que para mí el evento fue todo un éxito. No porque se hayan tranzado 100 o 200 millones de dólares en libros, por decir algo, sino con lo que se ganó tratando de imponer la cultura de los libros y el culto a la lectura. Mil millones de felicitaciones porque, “dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Yo diría a lo griego: “Provocad progresos culturales en la sociedad y desaparecerá la violencia”. Muchos sabemos que Santander es uno de los Departamentos con más bajo índice de lecturabilidad en todo el país y, con todo el respeto, eso de por sí ya es una vergüenza. Porque dizque los santandereanos somos unos verracos. Después de cien años de soledad, en verdad que me quedan bastantes dudas. Aclaro que el anterior dato, el de la lecturabilidad, no es ningún invento del columnista, sino que por el contrario, es un dato totalmente oficial y verídico.

 El hecho de que ya la gente, aunque sea un pequeño sector social relativamente, incluya dentro de la canasta familiar, libros, eso ya es un éxito cultural. Y hay algo más verraco todavía: el hecho de que la gente vaya a hacer cola, así sea solamente universitarios, para entrar al auditorio a escuchar las palabras y los conceptos de Héctor Abad Facio Lince o de Fernando Savater, ambos pesos pesados uno de la literatura nacional, Facio Lince, y Savater ya del ranking mundial, es cosa de ponerse uno a botar ramos de olivos por los aires de legítima felicidad. ¿Por qué? Ya lo dije atrás. Porque si cambiamos nuestros parámetros culturales y les damos un rumbo hacia el… no salvagismo, estamos dando un salto equiparable al que dio Neil Armsntrong pisándole la cara a la Luna para el bien de la humanidad. Y una razón todavía más verraca. Que en Colombia la Cultura depende de la Política cuando en los países civilizados es al revés. La Política es un apéndice la Cultura.

 Por todo ello colijo que la feria del libro va más allá que una simple feria de vanidades de esas que se hacen a diario con el fin de embrutecer más a la gente. Y sin ser yo San Martín de Porres y muchísimo menos sor Teresa de Calcuta, los libros pueden ser la panacea. Porque en las sociedades donde se lee, se facilita el diálogo. Porque el hombre que lee, fortalece su personalidad y se vuelve un faro para competir desde el punto de vista de la racionalidad, y sea cual sea su profesión. La fuerza de las ideas está en las capacidades intelectuales. Y en la fuerza de las ideas, señores políticos y gobernantes, está la verdadera Democracia. Lo demás es engaño, autoritarismo despótico y violencia.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

¿Para qué más elecciones?

Colombia, miércoles 1 de septiembre de 2010

---------------------------HORACIO SERPA

Cuando el país no cesa de recibir noticias de los despachos judiciales y de los organismos de control por los desafueros cometidos en el fallido proceso de aprobación de la segunda reelección del ex Presidente Uribe, se ha vuelto a poner en la agenda pública el tema de la reelección de Alcaldes y Gobernadores. Un viejo anhelo que ha sido derrotado muchas veces en el Congreso de la República.

La reelección de las autoridades locales y regionales y del Primer Mandatario, fue uno de los temas tratados por la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, que la prohibió por el desbarajuste institucional que significaría, pero sobre todo porque rompería el sistema de pesos y contrapesos, pondría todo el poder estatal al servicio de una causa individual, significaría una enorme desigualdad para los partidos de oposición, y convertiría a Colombia en una republiqueta bananera.

Todo ello sucedió cuando la Corte Constitucional decidió darle vía libre, en 2006, a la primera reelección presidencial, sin conocer, por supuesto, todo el escándalo de la yidispolítica, que tiene en la cárcel a varios ex congresistas y significó la destitución del ex ministro Sabas Pretelt. Por ello, ya con razón se habla de la muerte de la reelección presidencial.

De haberse aprobado la segunda reelección, estaríamos transitando el camino incierto de la perpetuidad y la desinstitucionalización total, el enfrentamiento de las Cortes con el Ejecutivo, la interinidad en la Fiscalía, el agotamiento de la democracia, el fin de los pesos y contrapesos. La elección del presidente Santos ha demostrado que no era cierto que en Colombia no había quien reemplazara al Presidente Uribe, ni que sin él la nación se hundiría en el caos. Ha ocurrido exactamente todo lo contrario.

Santos ha logrado en tan solo una semana recomponer las relaciones con las Cortes, restablecer la diplomacia y espantar el fantasma de la guerra con Venezuela, nombrar un gabinete de unidad nacional y demostrar que aquí hay muchos liderazgos a la espera de una oportunidad para asumir el poder.

Ese es, precisamente, mi mayor argumento para estar en contra de la reelección. Hay que permitir que surjan nuevos gobernantes, que la política se renueve y que la democracia se oxigene. E impedir que el dinero del Estado y el poder político que este genera no se conviertan en motor de aspiraciones personalistas, que en muchos casos desprecian el espíritu de la Constitución.

Por lo que a mí respecta no voy a reelegirme como Gobernador de Santander. Le deseo suerte a quienes lo desean, pero no estoy seguro de que el Congreso apruebe el nuevo intento por pasar ese proyecto de ley, hundido antes, aún en circunstancia de enorme fervor reeleccionista. Hoy no veo razones de peso para creer que la reelección contribuya en la lucha contra la corrupción y la politiquería.

Hay que ampliar la democracia y fortalecer la participación ciudadana. Perpetuar en el poder a unos pocos es, además, un portazo a la paz.

lunes, 30 de agosto de 2010

La renovación política

ÁLVARO BELTRÁN PINZÓN

Ha exhibido el Partido Verde manifiesta falencia en la definición de su rumbo futuro. Al parecer, cuenta con una deficiente dirección en la que, además de ser excesivamente numerosa, sus integrantes no han podido superar la razón inicial de su presencia allí, representando la figura de los ilustres ex Alcaldes ó las antiguas estructuras de una organización que nunca se pensó como alternativa política nacional. También, han encontrado las ataduras de unos estatutos que para nada interpretan la espontaneidad y frescura del movimiento ciudadano que se agrupó bajo sus banderas, en las pasadas elecciones presidenciales.

¿Qué va a pasar con los 3.5 millones de votantes ó, mejor, con esa gran fuerza que por momentos se percibió mayoritaria durante el pasado debate electoral, y que tiene como denominador común su rechazo a las viciadas formas de hacer política?

Cierto es que este importante sector ciudadano no se manifestó como resultado de un coordinado trabajo proselitista, sino que se agrupó gracias a la figura de Antanas Mockus, que motivó adhesiones sin reservas a este movimiento, dada su reconocida solvencia moral, y ahora, ante la falta de convocatoria y de organización, podría dispersarse.

También es cierto que el presidente Santos ha tomado buena parte de las banderas desplegadas por la propuesta Verde, tales como la recomposición de relaciones con los países vecinos sobre la base del respeto mutuo; el reconocimiento de la independencia de las Altas Cortes y el pleno acatamiento a sus fallos; las anunciadas y profundas reformas al régimen político, al sistema de salud y a la Justicia, y la adopción de un efectivo estatuto anticorrupción.

El reto está en persistir. Esa importante fuerza ciudadana está llamada a hacerle juicioso seguimiento al trámite de las ambiciosas reformas planteadas, para que la ilusión que hoy acompaña al 84% de los colombianos se convierta en realidad y no pase a engrosar el inventario de las decepciones. Así mismo, a constituir instancias de estudio en sus localidades y regiones, para identificar problemas y formular propuestas políticas que ofrezcan soluciones a sus comunidades.

La pasada contienda electoral dejó un legado vital para la reanimación de las fuerzas cívicas. Ahí se pudo vislumbrar una real posibilidad para que se erijan como alternativa de renovación de nuestra vida política.

sábado, 28 de agosto de 2010

TRAFUGARIO


-----------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

LA GUERRA Y LA PAZ

Preciosa novela de la escuela rusa. León Tolstoi. Traigo ése referente al cuento es porque el jueves anterior se hizo una manifestación por las principales calles de la ciudad capital del Departamento, con una concentración final en la plaza Luis Carlos Galán y sus alrededores, que fue muy poco lo que hubo para envidiar las que provocaba el mahatma Gandhi en Nueva Delhi. De pronto suena como un poco exagerado pero todo lo que se haga y se diga en aras de la Paz, tan esquiva en nuestro país, es válido. Los 44 millones de malcontados colombianos debemos decir todos al tiempo, no al terrorismo. Los gobernantes, los industriales, los pintores, los escritores, los poetas, los periodistas, e incluso los políticos y los intelectuales, si no les es una molestia, deben decir no rotundo al terrorismo. Todos en su totalidad. Porque es que uno se descachimba de la nostalgia y de la soledad, y descachimbar es perder la cachimba, cuando en los noticieros se oye decir y en los periódicos puede leer, por ejemplo, que una niña de 15 años se dio de románticas puñaladas con una compañera suya de 17, donde la menor resulta muerta y los móviles no son otra cosa que un crimen pasional. Y también se circunflautiza uno al oír la noticia de que 35 mil niñas menores de edad, hago esa aclaración es porque a las reinas de belleza y las modelos también les dicen niñas, se prostituyen a diario y con cualquier postor para levantarse lo de una yuca para llevar a la casa algo de comer. Y todo por miseria física. En Bogotá, con corte al 30 de junio, iban 798 muertos por violencia callejera producida por alcoholismo, drogadicción, comercio de drogas ilícitas, prostitución callejera, robos, atracos, y un etcétera más hacia el infinito.

Y si a eso le sumamos que Colombia es uno de los países con mayor tasa de desempleo en América Latina y uno de los más inequitativos económicamente de la región, que el sistema de salud y seguridad social dan ganas de llorar, entonces estamos hablando de los albores de un colapso gravitatorio social en este país del sagrado corazón, que ojalá el mismo sagrado corazón se apiade de nosotros y no lo vaya a permitir porque ahí sí va a volar por toneladas, “de los que sabemos”, al zarzo. Y “de lo que sabemos” no es exactamente oro y piedras preciosas. Yo le aclaro a todos mis lectores que no es que esté hoy escatológico ni mucho menos paranoico, sino lo que pasó fue que mientras se llevaba a cabo “tan suculenta manifestación” antiterrosista, en la calle 35 crecía la audiencia como en El Sueño de las Escalinatas, de la hermosa lírica de Jorge Zalamea, y una familia visiblemente arrancada compuesta por el marido, el guitarrista; la señora, la guacharaquera; una niña como de unos seis años, la cajista; y un niño de brazos que los acompañaba a punta de gritos tal vez muerto de hambre, supongamos que era el cantante de una ópera callejera, también digamos que de realismo mágico. Más adelante una señora de unos 80 años, ciega ella, se acompañaba con su descuadrilada guitarra y en ritmo de ranchera cantaba, “Ayayayayyy, dónde andará… esos ojitos que me hicieron suspirar…”. Y entonces le da a uno por pensar, por qué esa violencia, por qué ese terrorismo, por qué esa gran miseria humana si Colombia es un país grandotote donde casi el 80 por ciento del territorio está desocupado, y tiene demasiadas riquezas como para que los hijos legítimos nos merezcamos esa guerra. Y entonces, para completar, le comenté eso a un político muy conocido pero no digo quién es para que no vaya a perder su clientela y pierda el tiempo y la plata si es que se lanza de concejal, y me contestó con la frescura de una nave espacial esta frase lapidaria: “Eso no se ponga a matarse la cabeza que el pueblo está acostumbrado a eso”. Yo apenas dije, ¡chamfle!

miércoles, 25 de agosto de 2010

Un Nuevo Amanecer en Irak

Miércoles, 25 de Agosto de 2010

Horacio Serpa
Gobernador
---------------------------Por HORACIO SERPA

EL presidente Barack Obama cumplió su promesa de campaña: retiró de Irak las tropas de ataque, luego de más de siete años de invasión para derrocar a Sadam Hussein, bajo la mentira de que tenía armas de destrucción masiva. El presidente Bush inspiró esa guerra en el marco de su política de lucha contra el terrorismo.

Obama fue elegido gracias a su promesa de acabar ese desastre. Dio marcha atrás a semejante error político y militar, y por supuesto económico, que aumentó el déficit de Estados Unidos, en plena crisis mundial. Esa aventura militar costó a los contribuyentes más de un billón de dólares. Y desmoronó la imagen interna y externa de Estados Unidos, esencialmente como una nación defensora de la libertad y los derechos humanos. Las imágenes de Abu Grahib aún son frescas en la memoria colectiva.

La invasión significó, además, la muerte de más de cuatro mil soldados norteamericanos, heridas a un número muchísimo mayor, la destrucción del aparato productivo iraquí, uno de los mayores exportadores de petróleo del mundo, y la muerte de decenas de miles de ciudadanos de ese país, víctimas de bombardeos indiscriminados y actos demenciales de soldados que veían terroristas en todas partes.

Semejante caos sólo tiene dos calificativos: derrota y vergüenza. Derrota porque la superpotencia fue incapaz de doblegar a los guerrilleros de Al Qaeda, que son hoy más fuertes, y no pudo restablecer la calma y la seguridad en la zona, que es hoy más insegura.

Y vergüenza porque esa invasión fue un acto criminal contra un Estado soberano. Irak no es hoy una democracia, ni sus ciudadanos consideran a Estados Unidos sus liberadores.

Son muchas las lecciones que ha dejado Irak. La principal, que es imposible establecer la democracia apelando a la guerra y la destrucción de un pueblo. La segunda, que la paz no se gana a bala, por más poderoso que sea el agente externo.

Obama bautizó la operación de retiro de Irak con el sugestivo nombre de “Nuevo Amanecer”. Suena paradójico que así, precisamente, haya cerrado su discurso de posesión el presidente Santos. “En este nuevo amanecer tenemos la oportunidad histórica para transformar a Colombia”, dijo. El principal hecho para lograr ese objetivo, es la paz. Aprendiendo de las guerras fallidas, de los procesos esquivos, de los pueblos que conviven en armonía. Ahora que corren nuevos vientos democráticos en Colombia es mucho lo que tenemos que aprender de la confrontación iraquí.

Porque aquí también necesitamos un nuevo amanecer de la reconciliación, para que las guerrillas dejen de atravesarse al futuro de prosperidad y democracia que todos esperamos.

Las Farc y el Eln deberían escuchar al presidente Chávez, que les viene diciendo, de tiempo atrás, que la lucha armada no tiene posibilidades en Colombia. Pero sobre todo, deberían escuchar a los colombianos que no las queremos más en nuestro horizonte como actores de destrucción, sino como hombres y mujeres capaces de luchar por sus ideas sin la ayuda de un fusil. El nuevo amanecer los está esperando.

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