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miércoles, 5 de septiembre de 2012

¿Se cambiarán balas por palabras?

Por Luis Eduardo Jaimes Bautista (J.B.) 
Muchos se preguntarán ¿cómo será este nuevo diálogo de paz para Colombia, si parar una guerra fratricida de más de cincuenta años con los alzados en armas y hoy diezmados y con un grupo chauvinista por el pensamiento marxista-leninista que quieren salir al ruedo de la política, cambiando las balas, los cilindros bombas, por las palabras? 
Lo que escuchamos desde la casa de Nariño en su discurso el presidente Santos y desde un lugar escondido en la selva de Colombia a “Timochenko”, el martes 3 de septiembre, marcarán el acuerdo marco de los diálogos; con unas expectativas, como pesimismo dentro de los bemoles de los contradictores, (la extrema derecha) para que la paz se maneje frente a una realidad y no en un sueño. 
La Columna de Hernando Gómez Buendía, tiene parte de ese dilema, que muchos o pocos colombianos piensan que sí, y que no se puede dar la paz aceptando las reglas para este diálogo dentro de un “marco jurídico ¿para cuál paz”? 
Y como lo dice el columnista en la Revista el Malpensante, en la edición actual No. 131: “Puede ser que en un país serio los formalistas tengan mucha razón, pero en Colombia no hay sino realismo: las leyes –y muy en especial las de perdón- se han hecho decena de veces, y cada vez a la medida de los interesados. Entre 1820 y 2010 se pactaron o expidieron por lo menos 26 amnistías (que borran el delito) y 65 indultos (que borran la pena) en beneficios de los “ejércitos patriotas” de la Independencia, de caudillos y soldadescas en las 41 guerras o mini guerras civiles del siglo XIX, de militares golpistas o protogolpistas, de delincuentes comunes por impotencia o para demostrar que somos un país cristiano, de bandoleros en los años cincuenta o –en tiempos más recientes- de ex guerrilleros, ex paramilitares y (tal vez ex)narcotraficantes que han decidido “colaborar con la justicia”. 
Lo que observamos por Televisión: la teleconferencia, desde la selva colombiana con el comandante de las FARC y en Cuba, con los integrantes del secretariado, ojalá se pueda decir en silencio que no sea un show más de los medios de comunicación, ante un problema tan serio como es negociar la paz o la guerra. Base de una descomposición social que se ha arraigado en la pobreza y violación a los derechos humanos. 
El Presidente Juan Manuel Santos, -como dicen los viejos- está jugando con fuego, mientras los 46 millones de colombianos, sin seleccionar entre ricos y pobres, los más pobres que viven con una expectativa inverosímil de llegar a un equilibrio social o compartir este país con equidad. 
A través de la historia colombiana, el problema que no se ha resuelto y ha sido “el jaque mate de todos los gobiernos”: La tierra. Ante este dilema y con la globalización de la economía, ese primer punto del Presidente Santos, sobre el desarrollo rural y el acceso a la tierra para sacar a los campesinos del ostracismo y abandono en infraestructura, la prosperidad y los servicios del Estado, es uno de los temas prioritarios y no promesas, porque debido a ello es que se incubó esta guerra que lleva medio siglo. Sin que alguien se haga responsable. 
Son cinco puntos que tendrán que analizar y discutir en bien de los 46 millones de colombianos los delegados del Gobierno y la guerrilla. Siendo Humberto de la Calle la cabeza de estas negociaciones con los países facilitadores del diálogo a partir del mes de octubre, no sin antes que se cumplan por voluntad propia de la guerrilla la no instigación y terrorismo contra la población civil. 
Este nueva etapa de los diálogos para la paz que clama el pueblo colombiano, algunos serán optimistas y otros pesimistas, pero tenemos que tener en cuenta la cultura del civismo y escuchar al contradictor como al que tiene la razón, sin los odios y las venganzas que han sido los que han llenado de sangre y de dolor a millares de familias colombianas.
*Poeta y Escritor

sábado, 18 de febrero de 2012

TIENE GÜEVO EL EXCOMISIONADO DE PAZ


                                         TRAFUGARIO

--------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO
                            
                               
Hay argumentos que lo dejan a uno lelo por lo imbéciles, que de lo puro imbéciles  a veces queda uno paralelo. En una ocasión un caquito de alta tensión logró robarse un elefante de un circo y luego argumentaba con prepotencia que lo habían descubierto era porque los tenían contados. Eso es exactamente lo que está haciendo el ex-comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo: “Es que Santos me está persiguiendo”, arguye. Yo creo que cuando ese hombre era bien muchacho se la pasaba cantando, “Las muchachas a mí no me quieren porque yo no tengo plata…”.  Uno colige por simple inspección  que un psicólogo, un psiquiatra, o un psicoanalista por la mera esencia de su profesión saben mucho del desarrollo de la personalidad de los individuos, y en efecto de la de ellos mismos. ¿O no? Yo lo admiraba mucho no solamente por ser un médico psiquiatra muy respetable, sino porque además era o es un escritor que fue capaz de escribir un hermoso libro con un título más lírico que cualquiera de Pablo Neruda o de Rimbaud: “El derecho a la ternura”, y que es un excelente texto. Entonces uno se pregunta por qué un hombre de la estatura intelectual del ex-comisionado de Paz, capaz de escribir un libro de alto coturno dado que eso no lo hace cualquiera a la bulla de los tarros, amén de una economía familiar blindada, poderosa y en perfectas condiciones de bienestar, se deja tentar así de fácil por Satanás. Y el argumento deletéreo y sofocante es que el presidente Santos lo está persiguiendo. Pero desafortunado para el ex-comisionado, “todos los caminos conducen a Roma”. 
Todas las pruebas se le van encima. Entonces si es hijo de mamá gallina y frito se come ¿Por qué ese disparate de huir? Si no debe nada, es decir que es totalmente inocente, ¿Por qué huyó? Y ahora desde la clandestinidad, que es un vocablo que no denota nada de abolengo o de prestigio, no se le da sino por mandar un comunicado en el que en su primer punto pide con vehemencia y desde ya, empezar una campaña para “impedir la reelección del doctor Santos para el próximo período presidencial”. Pero qué está pasando en Macondo. Qué carajos nos pasa, por dios. “Decálogo para retomar el rumbo”,  se llama el susodicho comunicado, y es exigiéndole al uribismo desde ya darle garrote al presidente Santos hasta dejarlo cuadraplégico políticamente con eso no va a la reelección. Yo creo que esos nervios y esa depresión sicótica que lo costriñen, fue lo que lo empujó exigir que “se vaya armando una constituyente para así salvar al país”. 
Un viejo adagio dice que los médicos también se mueren. Y yo propongo que a los psiquiatras también se les avería el techo. Y no contento con semejantes antojos de tigre enguayabado, el de la retoma de la Presidencia según él, el Congreso Nacional y la Constituyente, apetito voraz el de este muchacho entre otras, también arremete “orateizado” contra el primer mandatario gritando a los cuatro vientos que es un “traidor”.  Pero claro está y eso lo sabe todo el mundo, es que Luis Carlos Restrepo no actúa sólo desde la clandestinidad. Cualquiera se da cuenta que este hombre es la caja de resonancia, los parlantes y los bafles de un combo enorme que quiere volver al poder y perpetuarse en él como lo hicieron los zares, los césares y los faraones. Mejor dicho, tiene güevo el ex-comisionado de Paz. 
Ya por lo menos el ex-presidente del senado, Armando Benedetti le pidió a Juan Lozano, presidente de la U, que se pronunciara de alguna manera y dizque el doctor Lozano le dijo: “Yo mi preciosa y erótica nariz por allá no la meto”. Y Efraín Cepeda, presidente del partido de los goditos, dizque también se arrechó y les dijo: “Rechazamos las afirmaciones de Restrepo; apoyamos a Santos y nos sentimos satisfechos de haber votado por él”.  Claro porque es que lechona mata tocino. Y yo como comentarista político sigo diciendo que el doctor Juan Manuel Santos es el hombre adecuado para enderezar, así como lo dejaron, éste torcido país.                                   

miércoles, 18 de enero de 2012

LA PAZ Y LAS ALUSIONES DE TIMOCHENKO


Horacio Serpa
Colombia es un País bastante raro. Contradictorio, incoherente, incomprensible, pero al mismo tiempo de una enorme dinámica y de definiciones inesperadas. Lo que ayer era imposible hoy es el pan del día, el motivo de discusión, el primer tema de la agenda nacional. Me refiero al asunto de la paz. ¡Quien lo creyera!
Lo de la paz se vivió intensamente durante el gobierno del Presidente Pastrana. Se le desterró sin contemplaciones a lo largo del doble mandato del doctor Uribe. Al asumir la presidencia, el doctor Santos despertó explicables expectativas cuando dijo que no lanzaría al mar la llave del entendimiento. Agregó, eso sí, que su gobierno seguiría en la estrategia de la acción armada si la guerrilla no daba señales sinceras, sin vacilaciones ni tramoyas, de querer buscar una verdadera y perdurable reconciliación. Lo ha cumplido. La prueba son las muertes de Jojoy, el tan mencionado coordinador militar de la FARC, y de Alfonso Cano, el comandante mayor.
Nada hacía pensar que las cosas iban a cambiar. Ni gestos de paz, ni disposición al diálogo, ni consideraciones de ninguna especie. Solo la confrontación. Pero un par de cartas de Timoleón Jiménez, el nuevo y enigmático jefe general de las huestes farianas, cambió el rumbo, al menos, de las conversaciones. Hoy el tema es la paz. Para bien o para mal, a favor o en contra, con esta agenda o con la otra, aquí o por fuera, en público o en privado. Como sea o lo que sea, en esta semana solo se habla de la paz.
Timochenko le dijo al Presidente Santos que retomaran la agenda del Caguán, pero en la carta al profesor Medina lo señala como agente del continuismo, responsable de muchos de los males nacionales y de representar a un establecimiento que solo desea continuar en la guerra. A su vez el gobierno asegura que no hay acercamientos y que nada cambiará hasta que se haga evidente que no se trata de un nuevo engaño.
Al respecto algo está sucediendo y lo cierto es que se prendieron las alarmas. Es una situación importante, sin duda, sobre la base de no hacerse ilusiones, pensar y examinar mucho antes de actuar, no cometer las ligerezas, las improvisaciones ni los errores del pasado, crear amplios márgenes de confianza, saber a ciencia cierta que la paz le cuesta a todos pero saber también que no se puede lograr a cualquier precio.
Sobre las alusiones personales de Timochenko en su carta al Profesor Medina, digo: hubiera buscado la paz con enorme compromiso pero con agenda y definiciones distintas y concretas, sin los extremos que ahogaron el proceso; habría procurado estrategias de cooperación más a la colombiana con los Estados Unidos y no hubiera negociado ni firmado el TLC como se hizo.
Pero lo que pasó, ya pasó. Ahora nos toca estar muy atentos y serios con lo que puede venir en materia de paz. Parafraseando a Cano, ¿cuántos muertos faltan para lograrla?

Bogotà D.C., 17 de Enero, 2012

miércoles, 21 de septiembre de 2011

LA PUERTA DE LA PAZ SIGUE ABIERTA

Por Horacio Serpa Uribe

El Presidente Juan Manuel Santos ha sido coherente con su anuncio en el acto de posesión: ha abierto la puerta de la paz y actuado con seriedad para que los grupos armados ilegales pasen por ella y el país entre en una nueva  era de reconciliación.
Su anuncio de darle luz verde al proyecto de acto legislativo de justicia transicional, que tiene como fin superar las falencias de la Ley de Justicia y Paz, es un nuevo paso hacia la construcción de una institucionalidad para la convivencia.
Según el ponente de la ley, el senador Roy Barreras, “se inicia la construcción del marco constitucional de la justicia transicional en Colombia, que permitirá corregir errores de desmovilizaciones pasadas y abrirá la puerta para que sean posibles nuevas desmovilizaciones masivas futuras que permitan terminar el conflicto en Colombia”.
Según los promotores se trata de enmendar las fallas de las desmovilizaciones pasadas, presentes y futuras a favor de la verdad, pensando en las víctimas. Desmovilizaciones como las de miles de paramilitares en la administración Uribe y las que se esperan en el actual mandato.
Hace bien el Presidente Santos en poner al país a pensar nuevamente en el tema de la reconciliación, que pasa por la justicia transicional, que ha permitido avanzar en la verdad de graves hechos de violaciones de derechos humanos, como masacres, asesinatos, ejecuciones extrajudiciales, pero no ha conseguido aún avanzar en la aplicación de la justicia, pues solo ha habido cuatro sentencias en seis años, como lo denunció la Fiscal General de la Nación.
Y no ha habido justicia por las trabas que se han encontrado en el camino. Lo importante es que el primer mandatario tendrá nuevos instrumentos jurídicos y legales para seguir apostándole a la paz.
Luego de los contundentes golpes militares que han recibido las Farc en los últimos años, en los que perdieron la mayoría de su cúpula militar y política, y tras el repudio generalizado a sus métodos de guerra, es hora de que esa organización escuche el clamor nacional por la reconciliación.
Ha pasado más de un año desde que el Presidente le abrió la puerta y ellos siguen reacios a cruzarla amparados en un discurso que ya nadie entiende porque suena anacrónico. Su respuesta a la acción oficial ha sido el retorno a la guerra de guerrillas, utilizando armas no convencionales, afectando a la población civil, destruyendo la riqueza nacional y la tranquilidad de un país que quiere más acciones de paz y el fin de la barbarie.
Las Farc y el ELN tienen una nueva oportunidad para la paz. El país sigue esperándolos en una mesa de negociaciones, para que se comprometan con el derecho internacional humanitario, digan que quieren para su desmovilización y asuman un compromiso con la democracia y un nuevo futuro para Colombia. Nada está escrito para ese momento. Todo está por construirse. Las guerrillas deben entender que a la paz se le apareció un Santos y que es hora de negociar

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Aún nos duele el 11S, pero también la guerra

Por Horacio Serpa Uribe
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El 11 de septiembre de 2001 el terrorismo se apoderó del mundo. Aún duelen las imágenes dantescas de las Torres Gemelas de Nueva York ardiendo, luego de ser estrellados contra ellas dos gigantescos aviones civiles. Aún lamentamos tantas vidas perdidas, tanto horror.
Desde ese día el mundo no ha vuelto a ser el mismo. El orden internacional sufrió un brusco cambio. Los organismos internacionales parecieron estorbar a quienes tenían sed de venganza exprés. El mundo árabe se volvió sospechoso. Hablar de paz una afrenta. Creer en la solución negociada de los conflictos una estupidez. La paz mundial se vio amenazada por los halcones del Pentágono, liderados por el presidente Bush, que salieron en busca del enemigo extranjero e invadieron Irak y Afganistán, que ha sido el peor error en muchos años, con sus altos costos en vidas humanas, perdida de riqueza, poder y estabilidad global.
Los resultados de esa cruzada no han sido los esperados. Estados Unidos es hoy una superpotencia amenazada, en crisis económica e inestabilidad política. Ha pagado caro su apuesta por la guerra. El enorme déficit fiscal de la otrora superpotencia,  solo se explica por haberse embarcado en dos guerras perdidas, que se han chupado el presupuesto del desarrollo y le han costado la vida a miles de soldados americanos.
El 11 de septiembre representa un punto de quiebre en la lucha contra el terrorismo. La histeria vengativa que generó atravesó el globo y entronizo a una derecha extremista, envalentonada y guerrerista, que convirtió en enemigo a todo aquel que no comulgara con su credo, ni con su cruzada.
En Colombia fuimos víctimas de ese virus. Durante los últimos años vivimos bajo la política del exterminio del adversario. Palabras como diálogo, negociación, disenso, paz, fueron proscritas en un propósito que convirtió la derrota militar del adversario y el aplastamiento de la oposición en un objetivo vital de supervivencia.
El presupuesto militar se duplicó, se asedió a  la oposición, se chuzó desde el DAS a los defensores de derechos humanos; se estigmatizaron las ONG y se persiguió a la prensa independiente; se negoció con los paramilitares, pero se atacó a los promotores del acuerdo humanitario. Nunca hubo espacio para hablar de reconciliación.
Colombia fue el aliado carnal de Bush y adversario del vecindario. Se ataco en Ecuador, se amenazó a Venezuela. La lucha contra el terrorismo casi mas vista del mundo.
Diez años después de esos terribles hechos el mundo es igual de inseguro y no se ha derrotado al terrorismo. Aunque Bin Laden está muerto y han caído los jefes de las Farc, hablar de lucha contra el terrorismo como eje de la política internacional suena caduco. Hoy todos hablan de prosperidad, progreso, entendimiento, diálogo, integración, lucha contra la pobreza y la exclusión, y medio ambiente.
El 11 de septiembre arde en la memoria. Pero siguen sin resolverse las preguntas centrales de la humanidad: ¿cómo derrotamos el hambre? ¿Cómo alcanzamos la paz global?

miércoles, 17 de agosto de 2011

Alfonso Cano, hágale a la paz


Por Horacio Serpa Uribe

El país debe estudiar la propuesta de Alfonso Cano, el comandante de las Farc, cuando manifiesta la disposición de ese grupo de iniciar acercamientos en búsqueda de la esquiva paz en Colombia.
A través de un video enviado al Encuentro por la paz de Barrancabermeja, realizado el pasado fin de semana, el dirigente guerrillero planteó que el “diálogo es la ruta” y que sigue creyendo que la solución política es la alternativa más expedita para cesar el enfrentamiento armado con el Estado colombiano.
Cano dijo que espera encontrar las condiciones necesarias para sentarse a negociar con la institucionalidad colombiana y abandonar, de manera definitiva, el camino de la violencia.
Pareciera que las Farc están entendiendo que su lucha armada no tiene futuro, no solo porque el Estado está en capacidad de cerrarles todos los espacios y golpearlos con fuerza hasta obligarlos a dialogar, sino también porque las condiciones del país y del mundo han cambiado dramáticamente. Nadie hoy cree, sinceramente, en el triunfo de la lucha armada, en la vigencia de sus ideas, ni en la justicia de sus luchas. La guerra de guerrillas es un esquema valetudinario al que nadie le rinde tributo.
Los últimos años dejaron la huella de la guerra en Colombia. Ahora se ha vuelto a hablar de paz. La puerta de la reconciliación no está cerrada, como anunció en su posesión el mandatario, sino que además se está abriendo y un nuevo aire de entendimiento ha ido entrando a la nación, trayendo la esperanza de la pronta liberación de los secuestrados, la eliminación del reclutamiento de menores, el compromiso de la guerrilla de no seguir sembrando minas antipersonales ni usar el plagio de personas como arma de guerra.
Alfonso Cano tiene que pasar de los anuncios a la concreción de sus promesas. Si deja pasar el impulso que está tomando la nación para apoyar la decisión del Presidente Santos, podríamos perder este momento histórico. Cano debe pensar en escuchar al Presidente cuando pide la libertad de los secuestrados. Los halcones acechan.
En 1992, en Tlaxcala, se perdió una oportunidad. Pasaron seis años para volverse a sentar a hablar de paz, en el gobierno Pastrana, y las Farc cometieron el peor error de su historia: burlarse del país, aprovechar el Caguán para envalentonarse y fortalecerse militarmente. De esa frustración colectiva nació la victoria electoral de Uribe, quien durante ocho años, con evidentes éxitos, hizo lo posible para derrotarlos militarmente.
Han pasado 19 años desde Tlaxcala. Cada día se pierden más vidas, se apagan más esperanzas. Los paramilitares se multiplican. No sé cuántas muertes han ocurrido. Ojala el jefe guerrillero avance en su decisión de negociar la paz. De parar cincuenta años de inútil sacrificio de vidas. Los demócratas haremos cuánto esté a nuestro alcance para que en una mesa escribamos la más bella página de nuestra historia. Y al final nos abracemos como compatriotas.
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Cortesía: Mónika María Leal Abril
Directora de Comunicaciones
GOBERNACIÓN DE SANTANDER

miércoles, 16 de febrero de 2011

El costo de la paz

Miércoles, 16 de febrero de 2011

Por: Horacio Serpa

“La paz no será gratis para nadie…Habrá reformas fundamentales, o nanay cucas”, dicen las Farc en una acalorada respuesta a una columna de opinión que escribí hace quince días en este diario, titulada “El regreso de la paz”, mediante la cual le decía a esa organización que le manifestaran sí a la propuesta del Presidente Santos de sentarse a negociar, previa liberación de todos los secuestrados y el respeto a la población civil.

A través de Anncol, su agencia de noticias en Internet, esa organización guerrillera reconoce su repliegue estratégico ante la ofensiva militar de los últimos ocho años, comandada por los Presidentes Uribe y Santos. Y consideran que si el gobierno está proponiendo negociar no es por la derrota de las Farc, sino por las nuevas realidades nacionales e internacionales que, según ellos, llevan al Estado a pensar que “después de 11 años perdidos sin lograr la tan cacareada derrota de las “fart”, es mejor llegar a acuerdos con ellos”. (sic)

Alcanzar la solución política del conflicto armado interno es un anhelo nacional. El país ha intentado esa vía en varias oportunidades, durante las administraciones de Betancur, Barco, Gaviria y Pastrana. En unas ocasiones se ha tenido éxito y en otras se ha fracasado. Barco y Gaviria lograron la desmovilización de seis mil hombres y la convocatoria a la Constituyente de 1991, que fue un tratado de paz y sigue siendo el camino esencial para hallar la convivencia.

Las Farc, por desgracia, se burlaron del país y desaprovecharon el proceso del Caguán. Fueron tres años de esfuerzos fallidos. Todo el mundo puso los ojos en Colombia y hasta los hombres de Wall Street visitaron el Caguán para palpar la voluntad de paz de los insurgentes. Todos sabíamos que había que pagar un precio, pero no cualquier precio.

Y ese precio, que en los tiempos de Pastrana parecía subir con el paso del tiempo, se fue al suelo cuando esa organización decidió replegarse y volver a la guerra de guerrillas antes que firmar un acuerdo sobre derecho internacional humanitario. El país entró en la era de la seguridad democrática y las Farc en un pantano existencial, que las condujo a perder sus líderes históricos, que parecían intocables, a padecer deserciones masivas y el repudio general. Y sin embargo, las Farc no se han extinguido, siguen teniendo presencia en muchos municipios y son un factor de desestabilización. También se les sigue reconociendo una intencionalidad política, a pesar de que se les acusa de mantener vínculos con el narcotráfico.

Aún hay posibilidad de negociar. La puerta está abierta. No importa qué tan ácidos son sus comunicados o sus declaraciones, ni qué tan envalentonados estén sus comandantes. El país sigue esperándolos en una mesa de negociaciones. Y sigue dispuesto a pagar un precio por la reconciliación. Pero las Farc tienen que decir cuál es, porque en el Caguán nunca lo dijeron. Solo quedó en la memoria de los colombianos el portazo a la paz y la frustración que aún no se supera.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

En 2011: reconstrucción, transparencia y paz

Miércoles, 29 de diciembre de 2010

-----------------------------Por: Horacio Serpa

2010 termina como uno de los años más movidos de las últimas décadas. Son tantos los acontecimientos que es imposible enumerarlos todos en una sola página. Basta decir que en la lista de cosas positivas esta la liberación de varios secuestrados en poder de la guerrilla, la muerte en combate de los más sanguinarios jefes militares de las Farc, la enérgica defensa de la Constitución realizada por la Corte Constitucional, la elección del Presidente Santos, el renacimiento del Partido Liberal, el restablecimiento de las relaciones con los países vecinos, el destape de las chuzadas, el castigo a los parapolíticos, la grandeza de la Corte Suprema de Justicia, la elección de la nueva Fiscal General y la aprobación de una nueva ley de víctimas.

Nuestra democracia termina fortalecida y se consolida como una de las más maduras y sólidas del continente. Aquí nunca habrá espacio para aventuras populistas ni mandatos eternos. Aquí la tiranía no tiene cabida. La Corte Constitucional y la Corte Suprema de Justicia defendieron la institucionalidad y salvaron la democracia.

A pesar de esos logros, al mismo tiempo, se vivieron los más oscuros capítulos que una democracia puede vivir: las chuzadas del Das, las acciones ilegales contra políticos, líderes de la oposición, periodistas y magistrados de las Altas Cortes son una vergüenza nacional. A pesar de que ya se conoce gran parte de los hechos, aún el país espera que se castiguen a los verdaderos culpables, no a las señoras de los tintos de la Corte Suprema de Justicia, ni a los escoltas de bajo rango del Das.

El caso de las chuzadas es mil veces más grave que el Watergate, que significó la renuncia del Presidente Nixón en Estados Unidos. Las averiguaciones ya llegaron a los entonces asesores y el secretario General de la Casa de Nariño. Los falsos positivos nos avergüenzan como sociedad y como Estado. El país pide que no haya impunidad

2011 será un año lleno de noticias. En el campo judicial se esperan fallos decisivos en el caso de las chuzadas, AIS, Fondelibertad, la Dirección Nacional de Estupefacientes, Incoder, las contrataciones corrompidas, y tantos otros escándalos de corrupción que han revelado la conspiración de altos funcionarios y empresarios para saquear el erario, entregar el Estado a los paramilitares y lastimar la democracia. En campo político habrá elecciones y tendremos que elegir a los mejores. Habrá un nuevo mapa político.
2011 tiene que ser el año de la lucha contra la corrupción, la reconstrucción de Colombia y la búsqueda de la paz.

A esa labor tenemos que entregarnos todos. Por mi parte, seguiré luchando porque Santander siga contribuyendo al mejoramiento de Colombia, con pulcritud y criterio social y para que entre todos reconstruyamos las vías, los pueblos y la infraestructura arrasada por el invierno. Ese es mi propósito como Gobernador y ciudadano. Feliz año nuevo para todos.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Salida negociada o la paz de los sepulcros

 Miércoles, 28 de Septiembre de 2010

Golpe a golpe se van desmoronando las Farc. Las últimas acciones de la Fuerza Pública han sido tan contundentes y limpias que no queda duda de que a esa organización armada le llegó la hora de decidir si prefiere una tumba en las montañas o una paz digna con las Instituciones. La muerte del Mono Jojoy es la prueba reina de que también perdieron la guerra en el campo militar. Y no parece que puedan recuperarse de tan demoledora acción.
Los golpes contra esa guerrilla han demostrado tal superioridad militar y estratégica del Estado que nadie puede suponer que se trata de buena suerte. Detrás del abatimiento del Mono Jojoy se aprecia un trabajo de filigrana de una fuerza pública decidida a destruir una estructura militar que se creía imbatible.

El conflicto colombiano avanza hacia un desenlace esquivo durante los últimos 50 años, que debiera ser el de la salida política. Las guerras internas de El Salvador y Guatemala terminaron cuando la insurgencia comprendió que no tenían capacidad para derrotar al Estado y que les era más rentable la paz que la guerra. Igual sucedió en Colombia con los grupos desmovilizados del M-19, EPL, Quintín Lame, CRS y PRT.

La diferencia en este caso es que después de burlar la confianza nacional e internacional en El Caguán, las Farc se han desvertebrado en medio de la esquizofrenia, situación agravada por la ausencia de liderazgos ciertos y de espacios políticos.
Las Farc han perdido más de la mitad de su tropa, el apoyo popular y la credibilidad. Están aisladas internacionalmente y sus aliados les han volteado la espalda. Y como los malos de las películas, cuando caen en desgracia ya no asustan a nadie.

A pesar de los significativos avances de las tropas, que bajo la dirección del Presidente Santos avanzan hacia la victoria, no es humano desear que todo se resuelva en un mar de sangre, en un espectáculo de exhibición de cabezas humanas aplastadas. Ojalá se pueda alcanzar un fin civilizado, un novedoso proceso de terminación del conflicto armado que nos ahorre el mayor número de muertos y de terror.
¿Cómo lograrlo? ¿Tendrán poder los jefes de las Farc para dar el paso y enviar señales contundentes de que son capaces de privilegiar la razón a la fuerza?

El Presidente ha sido generoso en la victoria. Esta golpeando al enemigo y al mismo tiempo le esta abriendo la puerta del diálogo, que a estas alturas no puede ser incondicional. La palabra la tienen las Farc. Todos esperamos que sean valientes para entender que están aislados y que solo les queda buscar entendimientos. Para demostrarlo, pueden comenzar con acciones concretas, como liberar a los secuestrados y acogerse al DIH.

No es mucho pedir. Si las Farc no dan el primer paso, quizás la única paz que puedan alcanzar sea la de los sepulcros. Es una desgracia, pero es la ley de la guerra.

sábado, 28 de agosto de 2010

TRAFUGARIO


-----------------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

LA GUERRA Y LA PAZ

Preciosa novela de la escuela rusa. León Tolstoi. Traigo ése referente al cuento es porque el jueves anterior se hizo una manifestación por las principales calles de la ciudad capital del Departamento, con una concentración final en la plaza Luis Carlos Galán y sus alrededores, que fue muy poco lo que hubo para envidiar las que provocaba el mahatma Gandhi en Nueva Delhi. De pronto suena como un poco exagerado pero todo lo que se haga y se diga en aras de la Paz, tan esquiva en nuestro país, es válido. Los 44 millones de malcontados colombianos debemos decir todos al tiempo, no al terrorismo. Los gobernantes, los industriales, los pintores, los escritores, los poetas, los periodistas, e incluso los políticos y los intelectuales, si no les es una molestia, deben decir no rotundo al terrorismo. Todos en su totalidad. Porque es que uno se descachimba de la nostalgia y de la soledad, y descachimbar es perder la cachimba, cuando en los noticieros se oye decir y en los periódicos puede leer, por ejemplo, que una niña de 15 años se dio de románticas puñaladas con una compañera suya de 17, donde la menor resulta muerta y los móviles no son otra cosa que un crimen pasional. Y también se circunflautiza uno al oír la noticia de que 35 mil niñas menores de edad, hago esa aclaración es porque a las reinas de belleza y las modelos también les dicen niñas, se prostituyen a diario y con cualquier postor para levantarse lo de una yuca para llevar a la casa algo de comer. Y todo por miseria física. En Bogotá, con corte al 30 de junio, iban 798 muertos por violencia callejera producida por alcoholismo, drogadicción, comercio de drogas ilícitas, prostitución callejera, robos, atracos, y un etcétera más hacia el infinito.

Y si a eso le sumamos que Colombia es uno de los países con mayor tasa de desempleo en América Latina y uno de los más inequitativos económicamente de la región, que el sistema de salud y seguridad social dan ganas de llorar, entonces estamos hablando de los albores de un colapso gravitatorio social en este país del sagrado corazón, que ojalá el mismo sagrado corazón se apiade de nosotros y no lo vaya a permitir porque ahí sí va a volar por toneladas, “de los que sabemos”, al zarzo. Y “de lo que sabemos” no es exactamente oro y piedras preciosas. Yo le aclaro a todos mis lectores que no es que esté hoy escatológico ni mucho menos paranoico, sino lo que pasó fue que mientras se llevaba a cabo “tan suculenta manifestación” antiterrosista, en la calle 35 crecía la audiencia como en El Sueño de las Escalinatas, de la hermosa lírica de Jorge Zalamea, y una familia visiblemente arrancada compuesta por el marido, el guitarrista; la señora, la guacharaquera; una niña como de unos seis años, la cajista; y un niño de brazos que los acompañaba a punta de gritos tal vez muerto de hambre, supongamos que era el cantante de una ópera callejera, también digamos que de realismo mágico. Más adelante una señora de unos 80 años, ciega ella, se acompañaba con su descuadrilada guitarra y en ritmo de ranchera cantaba, “Ayayayayyy, dónde andará… esos ojitos que me hicieron suspirar…”. Y entonces le da a uno por pensar, por qué esa violencia, por qué ese terrorismo, por qué esa gran miseria humana si Colombia es un país grandotote donde casi el 80 por ciento del territorio está desocupado, y tiene demasiadas riquezas como para que los hijos legítimos nos merezcamos esa guerra. Y entonces, para completar, le comenté eso a un político muy conocido pero no digo quién es para que no vaya a perder su clientela y pierda el tiempo y la plata si es que se lanza de concejal, y me contestó con la frescura de una nave espacial esta frase lapidaria: “Eso no se ponga a matarse la cabeza que el pueblo está acostumbrado a eso”. Yo apenas dije, ¡chamfle!

lunes, 23 de agosto de 2010

TRAFUGARIO

----------------------------Por: JOSE OSCAR FAJARDO

ADIOS A LA PROFE HAMIRA

La profesora Blanca Hamira Fajardo Sánchez, descansó en la paz del Señor. Una de las últimas veces que hablamos nos dijo que contra cualquier fuerza de la naturaleza ella nos exigía que su cuerpo fuera cremado. Y tal como ella lo diseñó, en una mañana no tan llena de sol, en las aguas mansas de una quebrada que seguramente hace miles de años viene trayendo y llevando retazos de naturaleza por entre aquellos pastizales, Laura, su única hija, sacó del copón de color de plata una chuspita de pana morada y empezó a vaciar su contenido a manotadas como lanzándole arroz a las palomas de la paz en todas las plazas del mundo. Consuelo y Angela, hermanas, no pudieron contener sus lágrimas y en un silencio mustio lanzaban pétalos de flores de todos los colores, lo que a los pocos instantes de empezado el ritual que ella se inventó, todos sus hermanos estábamos haciendo lo mismo. Mandándole flores desarmadas con sus estambres y sus pistilos y sus tallos y sus cogollos con el fin de que ella en las noches de luna llena las aprenda a armar de nuevo para que los siglos no se le vayan a hacer tan eternos. Allí estuvimos el tiempo suficiente mientras la tía Eugenia rezaba algo así como unos responsos, o el equivalente a unos responsos, porque, estoy seguro, no se trataba de una misa de las que rezan o cantan los curas en la iglesia.

La profe Hamira, como le decíamos todos cariñosamente, se hizo bachiller normalista en la Escuela Normal de Oiba y luego se licenció en Idiomas, área mayor Filología española, en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Unos años después y en esta misma universidad cursó un posgrado en Semiótica y Lingüística. Pero muchos años antes, con el profesor Simón Cornejo y otros docentes de los años setentas, contra viento y marea lograron fundar el Colegio Cooperativo de Barbosa, hoy una de las instituciones más cotizadas de la región por sus buenos resultados. Pero acá hay un hito tan contradictorio como inédito porque pocas veces se dan cosas así, sobre todo en un país con unos presidentes y unos dirigentes adictos a la guerra y enviciados a la bala, y con las gentes acostumbradas a la cotidianidad de la muerte: que las instalaciones de un batallón del ejército se conviertieran en un claustro para la enseñanza. Aunque ustedes no lo crean, así fue. Pues en las décadas de los cincuentas y los sesentas, ésas casas antiguas servían para enjaular y adiestrar soldados. Años después, allí fue instaurado un colegio que hoy es un argullo para Barbosa y para la región. Es decir, ese puñado de modestos profesores le hizo caer en la cuenta a los dirigentes colombianos que la guerra es el fracaso de la inteligencia.

Pero como la profe Hamira era una lectora de tiempo completo, sus agallas intelectuales le sirvieron para, como docente y desde la rectoría del claustro, crear e impulsar concursos literarios de cuento, de poesía, de danza y de otras disciplinas que le dieron un enorme prestigio a la institución. Y aún así, eso a la hora de la verdad no es lo más importante porque nosotros sus hermanos tenemos otros referentes. Pues la profe como amiga y como hermana, me perdonan mis lectores pero tengo que decirlo porque de lo contrario me quedaría un torniquete incurable en mi espíritu, fue enorme, avasalladora, eterna. Su bondad no tenía nudos gordianos aunque era de temperamento fuerte y rectilíneo. Eso le sirvió para ejercer los cargos oficiales con la frente en alto, y para llevar su carga de madre y hermana con la ternura necesaria para recordarla con amor hasta el final de los siglos. A la profe siempre le gustó pasear. Y sus paseos por Ciudad de México, París, Barcelona, Madrid, Roma y otras, los terminamos buscando durante varias horas su última morada para esparcir sus restos, porque ninguno sabíamos el sitio exacto que ella había escogido desde que se dio cuenta que una maldita enfermedad le iba a matar su alegría cuando aún no era la hora.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Una reforma política para la paz

Colombia, miércoles 18 de agosto de 2010
--------------------------------HORACIO SERPA

El Presidente Juan Manuel Santos está imponiendo su sello personal a la política. Conciliador, sereno, pausado, reformador. Es dueño de un nuevo estilo que le conviene a la nación para reconciliarse con los vecinos y abrir las compuertas a la concordia nacional. A la par con el entendimiento con la comunidad internacional, las altas Cortes y los partidos, el mandatario debe avanzar en sus primeros cien días de gobierno en la implementación de una profunda reforma política que vigorice la democracia y nos conduzca a la convivencia.

En su discurso de posesión, el Presidente habló del tema con convicción democrática, trazándole un nuevo rumbo a la nación. Su propuesta de Unidad Nacional, busca “…un acuerdo en torno a la necesidad de tener una democracia vigorosa; una economía estable y próspera; una patria justa en lo económico y lo social; una nación segura y en paz”. Dejó en claro que “no quiero un país sin partidos ni sin controversias ideológicas. Colombia necesita partidos sólidos, serios y de vocación permanente, con posiciones diferentes sobre la sociedad y el Estado”.

Para lograrlo es urgente que convoque al país, a las colectividades, universidades y centros de pensamiento, a una reflexión profunda sobre la reforma política que necesitamos para dejar atrás los vergonzosos capítulos de nuestra historia reciente como la parapolítica; las chuzadas del DAS, que vulneraron los derechos de la oposición y las organizaciones sociales; la financiación de las campañas por grupos de poder y contratistas; la persecución a los medios de comunicación críticos del gobierno y las amenazas a la libertad de prensa; la banalización de los partidos políticos y la política.

Si queremos ser una democracia moderna y vigorosa debemos asegurarnos que serán investigados quienes hicieron pactos con el diablo para tomarse el poder político local, regional y nacional, saquear el erario, eliminar a sus rivales y llevarse por delante la democracia. Esos hechos no pueden repetirse. Pero para ello se necesita mucho más que buena voluntad. Se necesita Estado, autoridad, institucionalidad, cultura política, justicia, verdad y reparación de las víctimas.

El Primer Mandatario debe liderar que se cumpla el mandato constitucional de garantías a la oposición, para que nadie sea chuzado, perseguido, amenazado, exiliado o asesinado por sus ideas. Y reglamentar el acceso a los medios de comunicación, porque es hoy allí donde se legitiman las ideas, se construyen las percepciones y se gana el apoyo de la opinión pública. Tenemos que acabar con la enorme desproporción de cubrimiento noticioso que se da entre el gobierno y la oposición.

El Presidente Santos debe modernizar el sistema electoral para derrotar la abstención y actualizar los mecanismos de participación ciudadana, que siguen siendo un saludo a la bandera.
Lo más importante es fortalecer los partidos políticos, para que sean fuertes, democráticos e incluyentes y permitan el surgimiento de nuevos liderazgos. La reforma política es la llave de entrada a la paz. Hay que trabajar con celeridad en ese tema. Es una tarea impostergable.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Lograr la paz: el mayor reto de Santos

HORACIO SERPA

Ya es hora de volver a hablar en serio del fin del conflicto armado interno. Después de cuatro años de frustración en El Caguán y ocho de seguridad democrática, es el momento de repensar con cabeza fría hacía dónde vamos y cuál es el futuro que nos merecemos. Sin paz no habrá prosperidad democrática. Y eso lo sabe el presidente electo Juan Manuel Santos.

Los halcones no han podido ganar la guerra ni la paz, a pesar de haber incrementado el presupuesto militar hasta sobrepasar el de educación, haber polarizado a la sociedad y convertido en enemigo a todo aquel que se atreviera a pronunciar la palabra diálogo. Aliados del terrorismo, fue el calificativo más escuchado en los últimos tiempos. Hoy, por fortuna, se respira un nuevo aire, reconociéndole a Uribe que conquistó importantes instancias de seguridad y tranquilidad.
Las declaraciones del Presidente Santos y su vicepresidente Garzón, han devuelto la esperanza de la reconciliación. Colombia pareciera estar entrando en una diplomacia de integración regional y paz, que le permita reconciliarse con el vecindario, generar nuevas oportunidades de inversión y desarrollo y explicar de mejor manera el conflicto armado que nos golpea desde hace más de 50 años. Cuatro millones de desplazados forzados, miles de falsos positivos, cientos de fosas comunes y un aparato del narcotráfico que parece indestructible hablan de nuestra tragedia.

La prosperidad democrática que desarrollará el Presidente Santos solo será posible si entre todos somos capaces de imaginarnos escenarios para la paz, que permitan aprender de las experiencias fallidas para no repetir los errores y escuchar la polifonía de voces que habitan nuestra democracia. Se necesita mucha imaginación, pero también mucho pragmatismo, para salir adelante. Tenemos que ser capaces de reinventarnos como nación, con cambios profundos y sostenibles en el ámbito social, político, económico, teniendo claro que hay que reparar a las víctimas y reincorporar a los futuros ex militantes de la guerra.

El mensaje del comandante de las Farc, Alfonso Cano, al entrante gobierno es un síntoma del nuevo clima político y las expectativas que se están generando. Ahora hay oportunidad para construir un consenso nacional en torno a una alternativa de paz. Sin los errores del pasado, sin concesiones y con la ayuda de la comunidad internacional, con la mediación de la Iglesia, el apoyo de los medios y la participación de la sociedad civil. Una experiencia novedosa y con los pies en la tierra.

Después de ocho años de seguridad democrática, las Farc deben saber que tienen que jugarle limpio a la paz. El Caguán y los secuestros han significado su entierro político y su debacle militar. Nadie está dispuesto a despejar un pedazo de tierra para dialogar, ni a firmarles un cheque en blanco. Si quieren sobrevivir a la historia tienen generar confianza y comenzar con la liberación de los secuestrados y la renuncia a ese delito de lesa humanidad. ¿Será capaz Cano de dar ese paso?

domingo, 14 de marzo de 2010

UN FALLO REDENTOR

---------------------Por Gerardo Delgado Silva
-----------------------13 de Marzo de 2010

Desde antiguo, la sociedad ha vuelto la mirada al “Templo del Derecho y la Justicia”, como dijo Stamler siempre que se desquician las normas insustituibles para la protección de los derechos, y el mantenimiento de las instituciones como alimento de la paz y la justicia.
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Es enaltecedora la declaración de inexequivilidad de la Ley 1354, que enmascarando tenazmente las manipulaciones, fraudes e imposturas, convocaba a un referendo que desconocía obviamente los caminos jurídicos.
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Constituyó el empeño de erigir las aspiraciones del Presidente – Candidato, en el rasero de todas las cosas, como un dios laico omnipresente, asistido por los espectros del egocentrismo, el populismo, el neoliberalismo, la competitividad ciega, la insensibilidad lacerante, la desigualdad injuriosa de la dignidad, de la pobreza galopante, la ruina del campo, la simulación de los corruptos parapolíticos y narcos paramilitares que lo secundan, la evasión ominosa de la seguridad social, el déficit fiscal que sepulta al país ya hipotecado, la guerra paranoica antes que la paz, el nazismo inherente, y tantas otras felonías de similar catadura.
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La espléndida providencia, tiene la fuerza de una madrugada, que le pondrá fin al inaudito “Estado de Opinión”, ese exabrupto devastador de los principios propio de los dictadores, para cautivar ingenuos y asegurar el poder. Luminosa y sabia doctrina de la Corte Constitucional, faro de dignidad, de entereza, de pedagogía de la esperanza, y obstáculo infranqueable para las fuerzas oprobiosas que pretende arrollar el Estado de Derecho.
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Es un dique definitivo a la personalización del poder presidencial de Uribe, que socava los fundamentos mismos de la República.
Se pretendió encubrir la violación de la Carta Fundamental, transitando por el sendero de ese referendo tramposo, que en su trámite llegó a extremos indecoros, desafiantes de las normas penales, para darle cimientos a la pretendida reelección.
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No obstante, en medio de los hechos perturbantes, de la aridez del desierto, le surgen a Colombia algunos oasis que obviamente contribuyen, como este fallo, a darnos una visión distinta de lo que en realidad es el país, sus perspectivas humanas y sus sentimientos. Es una providencia, que hunde sus raíces en los valores del espíritu y enlaza a las generaciones actuales con una tradición jurídica e intelectual, que nos honra y enaltece.
Es que la justicia, como afirmaba Platón es la razón de ser del Estado, su piedra angular, podemos agregar. Empero, todo “hombre providencial”, se desborda sobre sí mismo e ignora que la política, según criterio de Sófocles puesto en labios de Antígona era “el sentido de lo justo, el don de compartir en comunidad, el don de propiedad de Zeus”.
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Uribe, con su ambición de poder realizó sobre la Carta Fundamental, sucesivas maratones violatorias de su espíritu y su letra, y del espíritu y letra de muchas disposiciones legales. Por completo olvidado de que sin justicia la convivencia social no existe ni puede existir, en ningún orden. Sin una equitativa tenencia de la tierra, que a nadie excluya y a todos dé no solo supervivencia sino las elementales condiciones de una vida plena con salud, educación, servicios básicos, y la realidad de un futuro feliz.
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Con su cínica mentalidad continuista, expresó Uribe en días pasados: “Ocho años no son suficientes para recuperar la seguridad”.
Sin embargo, constituyen una eternidad para los millones de desplazados; los cientos de miles de familiares de las víctimas de los genocidios de lesa humanidad, eufemísticamente llamados “falsos positivos”, como apología de la “seguridad democrática”; ocho años suficientes para despreciar y vulnerar los derechos humanos, en otras palabras; ocho años, más que suficientes para la infamia de Carimagua, y Agro Ingreso Seguro, con Andrés Felipe Arias, coautor de hechos punibles, aún en el cieno de la impunidad. Y, ¿No son suficientes ocho años para la ilegítima y procaz Zona Franca de los “hijos del ejecutivo”?.
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El fallo ha cortado en dos la historia nacional reciente. Porque nada será igual a lo que teníamos de ignominioso e inmoral. El orden constitucional arranca aquí y ahora, con el fallo resplandeciente de estos guardianes honorables del Estado de Derecho. Así se hace la buena historia, defendiendo la Ley y la moral, con visión y grandeza.
La mala quedó en evidencia en estos ocho años en los cuales el Gobierno de Uribe despreció los valores constitucionales y éticos que estructuran el Estado. El oprobio se extendió y enmarcó a desvergonzados parlamentarios, que además se pasearon orondos por los recintos del Código Penal, a tal punto, que Uribe les ordenó: “voten por el gobierno antes de que los detengan”.
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Para fortuna de la patria, la Corte Suprema de Justicia, también ha cumplido con su sagrado ministerio, de dar a cada quien lo que le corresponde.
Dios nos tenga de su mano, para que el pueblo iluminado, vote por candidatos decorosos, que angustiosamente requiere Colombia, para el nuevo Congreso de la República.

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